El cantonalismo en Castilla-La Mancha: un retrato del federalismo en la España rural

El cantonalismo en Castilla-La Mancha: un retrato del federalismo en la España rural

Exploramos el contexto sociopolítico en Castilla-La Mancha durante el Sexenio Democrático donde destaca la dinámica templada del movimiento cantonal y su conexión con el republicanismo y el federalismo, aunque con incidentes aislados y tardíos.

El cantonalismo en Castilla-La Mancha: un retrato del federalismo en la España rural (Rafael Villena)

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La Gloriosa tuvo en las provincias que hoy integran el territorio de Castilla-La Mancha una dinámica más bien templada, alejada de las reivindicaciones radicales de otras regiones, aunque no desconectada del contexto nacional. Los años de institucionalización, procesos electorales en todos los niveles y presencia carlista supusieron aquí el afloramiento de una nueva élite en las entidades políticas de las que antes estaban alejadas.

Sin que pueda hablarse de ruptura sociológica, sí es pertinente referirse a un ensanchamiento de los grupos en el poder local. El Sexenio concluyó, como es sabido, con una nueva eclosión social y territorial de poliédricos perfiles: el cantonalismo. En la región, tuvo un escaso vigor, estuvo vinculado al activismo republicano de los años precedentes y fue tardío —más específicamente en Ciudad Real, donde se centrará sobre todo este artículo—.

¿Un cantón manchego?

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No obstante, es posible rastrear su existencia en este medio rural y engarzarlo con el relato español. Vamos a acercarnos, pues, a su explicación a partir de estas consideraciones previas en las que también contará el carácter esencialmente agrario y la escasa urbanización del territorio.

En 1877, la mayor localidad de Ciudad Real era Valdepeñas que, con sus 13.000 habitantes, superaba a la capital. En total 260.000, en cifras redondas, para toda la provincia.

Algo más pequeña era Albacete (219 000), aunque su capital casi alcanzaba los 19.000 y Hellín pasaba levemente los 13 600. Como había dicho Pascual Madoz en su monumental Diccionario, la población manchega se distribuía «en pocos y grandes lugarones que abrazan términos inmensos y dejan largos espacios deshabitados...».

El cantonalismo en Castilla-La Mancha: un retrato del federalismo en la España rural

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La voz de los republicanos y el federalismo

Entre finales de noviembre e inicios de diciembre de 1868 se repitieron las manifestaciones en las que se corearon lemas republicanos, luego reproducidos por los periódicos: «¡No más reyes!, ¡Viva la República Federal! ¡Viva el pueblo rey!». Coincidiendo con lo que sucedía en el resto de España, hubo una clara ocupación del espacio público en poblaciones de todos los tamaños, con vítores también a Garibaldi o a Espartero, personaje vinculado a la provincia por sus orígenes.

Los comités locales sostenían al provincial, formado en Ciudad Real desde principios de 1869. Sobre estas bases organizativas se fue tejiendo en todo el país el proyecto de los pactos federales, a partir del modelo del de Tortosa, como esbozo de lo que habría de ser una España justamente federal.

Mapa de la provincia de Ciudad Real. Crónica General de España, Historia Ilustrada y Descriptiva de sus Provincias. Castilla-La Nueva, 1869. Biblioteca Histórico Militar de Barcelona

Mapa de la provincia de Ciudad Real. Crónica General de España, Historia Ilustrada y Descriptiva de sus Provincias. Castilla-La Nueva, 1869. Biblioteca Histórico Militar de BarcelonaÁlbum

En junio, se firmaba el pacto castellano que incluía las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara, Madrid y Toledo. Recuerda a la actual composición de Castilla-La Mancha, más Madrid, situación que, por cierto, se barajó en tiempos más recientes, cuando se diseñaba el actual mapa autonómico.

En septiembre del mismo año se ahondó en este diseño territorial, pero entonces con un perfil más estrictamente manchego, puesto que se dejaron fuera tanto a Guadalajara como a Madrid. 

El pacto se gestó en una reunión celebrada en Alcázar de San Juan el día 8, a la que asistieron los líderes republicanos de la región y los directores de los diarios La Igualdad y La Discusión —medios que cubrieron los actos—, Fernando Garrido y Bernardo García.

Allí se eligió una comisión con el encargo de «redactar las bases del pacto federal manchego» y nombrar a los integrantes de una junta federal. No ha quedado huella documental del texto, pero sí de las celebraciones, manifestaciones y discursos que rodearon tal acto político.

Sabemos, además, que los doce representantes eran destacados líderes del republicanismo en las capitales de provincia y municipios importantes.

Tarjeta postal en blanco y negro sin circular, del año 1906, de la plaza del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), lugar que acogió la mayor concentración federalista de la región en septiembre de 1869

Tarjeta postal en blanco y negro sin circular, del año 1906, de la plaza del Ayuntamiento de Alcázar de San Juan (Ciudad Real), Fototeca del Centro de Estudios de Castilla La Mancha

Una vez proclamada la I República, los cuadros provinciales del partido reactivaron la vía federal según se desprende de la reunión mantenida en Madrid a principios de marzo de 1873. De allí salió, por una parte, la redacción de un manifiesto de apoyo al nuevo Estado republicano y, por otro lado, decisiones organizativas como la de mantener tres delegados manchegos en la capital de España, aunque la junta residiera en Alcázar que, nuevamente, se atisbaba como corazón del republicanismo en la región.

Mas el federalismo no fue la única opción republicana. Un destacado miembro del comité de Ciudad Real, el industrial y diputado Dámaso Barrenengoa, había defendido la vía unitaria, a propósito de la conocida controversia de 1870: «Conceptúo los pactos dentro de la unidad nacional como un peligro constante; así que, en mi humilde concepto, solo deben existir entre los grandes Estados confederados, por ejemplo, España, Portugal y otro; pero nunca de pueblos a pueblos en un mismo Estado...».

El desfiladero de Despeñaperros, en Sierra Morena, visto por Gustave Doré en el año 1867

El desfiladero de Despeñaperros, en Sierra Morena, visto por Gustave Doré en el año 1867ASC

Nótese, además, la incorporación del proyecto iberista al discurso. El año de la Gloriosa finalizaba con un levantamiento republicano contra el Gobierno provisional que se extendió por Andalucía. La insurrección no tuvo seguidores en La Mancha, pero su represión sí contó con el aplauso de diferentes entidades.

Así, la Diputación, los ayuntamientos de la capital y otras poblaciones, secciones de voluntarios de la libertad e, incluso, algunos comités republicanos que se apartaban, así, de las estrategias «intransigentes», como los de Almadén o Villanueva de los Infantes, por ejemplo. Dispuestos a garantizar el control gubernamental, estas iniciativas corroboran el binomio libertad y orden que se impuso en cierto relato septembrista.

En octubre de 1869 se reprodujo otro levantamiento federal. Hasta Madrid volvieron a llegar las muestras de apoyo al Gobierno procedentes de ayuntamientos como el de Almagro, de compañías de voluntarios de la libertad como la de Ciudad Bandidos atacando Real o de la Diputación, que enarbolaron nuevamente la bandera del orden.

Bandidos atacando un tren en la línea Córdoba- Sevilla entre Valdepeñas y Manzanares. Ilustración de Smeeton publicada en L’Illustration, Journal Universel, el 13 de abril de 1872.

Bandidos atacando un tren en la línea Córdoba- Sevilla entre Valdepeñas y Manzanares. Ilustración de Smeeton publicada en L’Illustration, Journal Universel, el 13 de abril de 1872.Veneranda Biblioteca Ambrosiana, Milán

Pero, frente a lo que había sucedido antes, ahora la sublevación sí tuvo sus seguidores. Al menos, en Alcázar, Manzanares, Valdepeñas y Villanueva de los Infantes hubo diversos conatos que, probablemente, no pasaron de escaramuzas y que fueron neutralizadas, aunque las autoridades locales sometieron a vigilancia a los «elementos republicanos».

La prensa madrileña hablaba también de levantamientos en las provincias de Albacete, Cuenca y Toledo. El tercer conflicto tuvo lugar en noviembre de 1872. Fracasó rotundamente, pero generó diversas partidas armadas en la región que actuaron en torno a dos áreas: por un lado, la línea que uniría Malagón con Alcázar y, por otro lado, al sur, desde Manzanares a Almuradiel.

En este segundo caso, se produjeron contactos con los insurrectos andaluces a través de Despeñaperros para controlar los pasos de comunicación. No tenemos noticia de que se enfrentaran con las fuerzas armadas gubernativas en su movilización. Se debieron limitar, pues, a acciones de sabotaje (cortes en las vías férreas) y operaciones de avituallamiento, como la protagonizada por una partida de cuarenta hombres que pretendieron, sin éxito, invadir Fuente el Fresno.

A mediados de diciembre, la situación había vuelto a la calma. Se puede concluir, pues, que existió un federalismo insurreccional en ámbitos rurales desplegado por pequeñas partidas armadas y que coincidieron parcialmente con espacios de representación del poder local.

A favor del cantón manchego

En la línea de los anteriores movimientos cabría encajar los sabotajes sobre la vía férrea realizados a finales de julio de 1873 cerca de Almodóvar del Campo, pero resulta comprometido adscribirlos al movimiento cantonal. No obstante, generaron inquietud entre los alcaldes de algunos pueblos de esa y otras comarcas.

La única acción verdaderamente cantonal en Ciudad Real, conocida gracias a la documentación judicial, se produjo en una fecha muy tardía, pues tres grupos armados se levantaron el 6 de enero de 1874, días antes de la rendición de Cartagena. Las fuentes se refieren al inequívoco sentido cantonal de los sublevados con respecto a dos de las partidas, aunque de la tercera solo se aseguraba que había cometido un delito de rebelión «en sentido intransigente».

Tropas carlistas sorprenden al batallón de Mendigorría, segunda guerra Carlista. Ilustración de L’Illustration, Journal Universel, del 18 de mayo de 1872

Tropas carlistas sorprenden al batallón de Mendigorría, segunda guerra Carlista. Ilustración de L’Illustration, Journal Universel, del 18 de mayo de 1872L’Illustration, Journal Universel

El primero de los focos estuvo en el partido de Piedrabuena, concretamente en Picón y Porzuna, dos localidades situadas al noroeste de la capital de la que distan pocos kilómetros. Entraron en la segunda de las mencionadas y exigieron al alcalde alimentos y dinero, pero el ataque fue repelido con el balance de dos muertos y un herido en el enfrentamiento. La partida estaba integrada por trece hombres que habían servido en el disuelto cuerpo de vigilancia de Ciudad Real.

Aquel mismo día, 6 de enero, otro grupo atacó la pequeña estación ferroviaria de Venta de Cárdenas, pedanía de Almuradiel que se sitúa muy cerca del límite con Andalucía. En esta ocasión, parece que no hubo enfrentamiento y los rebeldes se hicieron con el telégrafo. La partida también estaba integrada por antiguos militares, comandados por un oficial del regimiento España. Vemos, pues, un tipo de acción que apunta claramente a objetivos de avituallamiento o daño material. Debe tenerse en cuenta, así mismo, la posible conexión andaluza como se ha indicado antes.

Por último, la tercera facción se situó en el corazón mismo de La Mancha, en Manzanares, localidad que ya ha sido citada por su relación con el magma insurreccional republicano del Sexenio. Al frente del grupo, integrado por ocho hombres, se situaba el alférez Tomás Guzmán, así como personal civil.

Este componente resulta llamativo y se refiere a un paisano de la comarca que habría sido reclutado como guía, quizás forzando a tenor de las declaraciones contradictorias que constan en el sumario. En el cercano y cervantino municipio de Argamasilla de Alba destruyeron el telégrafo y se abastecieron de alimentos, ropa y animales.

Cárdenas. Vista parcial. Hijo de M.A. Cabezas, entre 1918 y 1926. Tarjeta postal en blanco y negro sin circular

Cárdenas. Vista parcial. Hijo de M.A. Cabezas, entre 1918 y 1926. Tarjeta postal en blanco y negro sin circularFototeca del Centro de Estudios de Castilla La Mancha

La extemporaneidad y escasa articulación de los sucesos de Ciudad Real contrastan con la albaceteña localidad de Almansa. Allí sí llegó a proclamarse un cantón independiente el 19 de julio de 1873. Confluyeron varios agentes: la presencia del batallón de cazadores Mendigorría, la implicación de efectivos de los voluntarios de la libertad, así como las arengas de tres diputados republicanos y algunos concejales.

Lo cierto es que la noticia llegó a la prensa nacional que sumaba la localidad a la lista de sublevadas y, por su parte, el gobernador civil lanzó la voz de alarma ese mismo día con un edicto de llamamiento alorden aun cuando él mismo se confesaba federalista.

No parece que hubiera enfrentamientos entre cantonalistas y sus detractores; de hecho, se permitió la huida de los soldados y voluntarios que no se sumaron a la rebelión. Dos días después partió el batallón y con ello llegó el final del cantón almanseño, aunque la depuración política se produjo en agosto con la destitución en pleno de la corporación municipal.

Finalmente, se puede añadir que Hellín fue objeto de un asalto el día 3 de agosto por parte de cantonalistas desplazados desde Murcia que fracasó. En Toledo, se habló de cierto temor a un movimiento «separatista» de algunos republicanos «intransigentes» el 22 de julio de 1873.

No es mucho más lo que puede aportarse, a pesar de que existió prensa local cantonalista en estas dos provincias. Concretamente, El Cantón Manchego, publicado en Albacete durante 1870, y El Cantón Toledano, bisemanario aparecido en 1873. De ninguna de estas cabeceras se han conservado ejemplares, como sucede, desafortunadamente, en tantos otros casos de nuestro patrimonio hemerográfico local.

Salvo por lo sucedido de Almansa, los datos disponibles no permiten hablar de un verdadero movimiento cantonal en La Mancha, sino más bien de incidentes aislados, muy tardíos, sin aparente conexión entre sí y deudores de la trayectoria de sabotajes durante los años previos.

Ahora bien, tampoco puede negarse un cierto nervio del republicanismo federalista, incluso en su faz más radical, en la España rural del interior, a pesar de que provincias como la de Ciudad Real estuviera fuertemente influida por las opciones monárquicas y carlistas.

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