Fugitivos y criminalizados, una historia de Alice Goffman
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      Fugitivos y criminalizados, una historia de Alice Goffman

      • Ante la ley. Una impactante investigación de Alice Goffman, hija del gran sociólogo Erving Goffman, retrata la situación de los perseguidos injustamente por la justicia en los EE.UU.
      • Y sumó su propia experiencia de sentir en carne propia el acoso policial.

      Fugitivos y criminalizados, una historia de Alice Goffman   
Alice Goffman, autora de Huir de la Justicia. The New York Times

      La primera semana que pasó en el barrio de Filadelfia donde hizo su trabajo de campo Alice Goffman observó que dos niños jugaban a policías y ladrones con sorprendente realismo. El policía empujaba y registraba al ladrón, le preguntaba si llevaba drogas y si tenía alguna orden de detención, le colocaba esposas imaginarias y se quedaba con el dinero que llevaba. La escena era reveladora del mundo que Goffman tenía por delante, el de los jóvenes negros pobres en conflicto con el sistema penal.

      Huir de la Justicia. 
Universidad Nacional de Quilmes
Alice GoffmanHuir de la Justicia. Universidad Nacional de Quilmes Alice Goffman

      Goffman (1982) cursaba el segundo año de Sociología en la Universidad de Pensilvania y había llegado al lugar para hacer un trabajo práctico de observación. Su tema fue en principio la relación entre los estudiantes blancos y los empleados negros de la cafetería del campus universitario, pero a partir del contacto con la encargada del negocio descubrió a los jóvenes que estaban en tránsito continuo por centros de detención y tribunales, se mudó al barrio y durante seis años investigó los efectos del sistema penal y de las políticas de mano dura en la vida cotidiana de la comunidad.

      El resultado de la investigación fue una tesis publicada en 2014 con el título On the Run: Fugitive Life in an American City. El libro recibió un premio de la Asociación Americana de Sociología y Goffman obtuvo una beca de la Universidad de Princeton, donde se doctoró. Al año siguiente dio una charla TED que registra más de dos millones de visitas: “¿Podemos imaginar un sistema de justicia penal que priorice la reinserción, la prevención, la inclusión cívica, en lugar del castigo? –se preguntó- Un sistema de justicia penal que reconozca el legado de exclusión que los pobres de color han enfrentado en EE.UU. y que no fomente y perpetúe esas exclusiones”.

      El reconocimiento fue seguido por una polémica extendida en varios frentes. Los profesores de Derecho Paul Campos y Steve Lubet afirmaron que Goffman podía ser acusada de conspiración para cometer un homicidio, por haber acompañado a un joven que se proponía vengar la muerte de un amigo. Desde la academia, Goffman fue cuestionada por perder la distancia crítica con su objeto de estudio y transgredir normas de ética. En una posición menos beligerante, otros especialistas consideraron que el libro exponía los problemas de trabajo y escritura de la etnografía.

      Nahuel Roldán, traductor del libro con el título Huir de la justicia, la vida fugitiva en una ciudad estadounidense (UNQ) reseñó la polémica en un artículo para la revista Cuestiones criminales, de la Universidad Nacional de Quilmes. Según su lectura, “muchos de los cuestionamientos metodológicos que se le hacen a Alice Goffman deben ser ajustados a un trabajo de campo donde la violencia y la delincuencia son algo de todos los días”. Un objeto que pone a prueba a los investigadores.

      La reflexión y las emociones

      La polémica recrudeció cuando Goffman anunció que, después de conservarlos durante tres años según las normas del comité de ética universitario, había destruido sus notas de campo y materiales de investigación. “Esto lo hice en un intento de proteger a los sujetos del estudio de la acción legal, el escrutinio público o cualquier otro resultado indeseable de la publicación del libro”, declaró.

      Los críticos pusieron entonces en duda la veracidad de las historias relatadas en el libro y acusaron a Goffman de exagerar la nota o incluso fabular. Otra controversia surgió alrededor de los requisitos de verificación del trabajo etnográfico y de la protección de la identidad de los informantes, un criterio tradicional que ya no parece tan indiscutible.

      Es tan significativo que los juristas hayan sugerido criminalizar a Goffman como el hecho de que sus argumentos se apoyaran en consultas con fiscales que, previsiblemente, negaron prácticas documentadas en el libro. Las objeciones pusieron el acento en un pasaje del apéndice en el que Goffman reconstruye la historia de la investigación –“es útil saber cómo el investigador descubrió lo que dice saber”- y reflexiona sobre dilemas que enfrentó como joven blanca de clase media que informaba sobre situaciones de jóvenes negros pobres.

      El pasaje refiere el asesinato de Chuck, uno de sus informantes, y a su participación en la búsqueda de los criminales. Goffman confiesa que algo se quebró dentro de sí misma y que se sintió asustada por sus deseos de venganza. “Me alegro de haber aprendido lo que se siente al querer que un hombre muera”, agrega, sin embargo. Ese eclipse de la reflexión ante las emociones parece dar la razón a sus críticos, pero Goffman lo reelabora como parte de su experiencia como etnógrafa. La polémica, por otra parte, resulta funcional para sacar el foco del sistema penal –el objeto del libro- y de una contundente impugnación del punitivismo como forma de control de la delincuencia.

      Una experiencia propia

      Goffman muestra sus cartas desde la introducción: escribe desde la perspectiva de los jóvenes negros. No es una espectadora distante ni se ubica fuera de la escena, pero las notas que toma en todo momento preservan su condición de investigadora y como su padre, el eminente sociólogo Erving Goffman (1922-1982), asume la postura de “la mosca en la pared”, una presencia que no interfiere en los hechos y pasa lo más desapercibida posible. Pero ella misma huye de la policía en compañía de sus informantes, refugia a los perseguidos, enfrenta un allanamiento de su casa y un interrogatorio policial y presencia dos muertes.

      “Aprendí a dormir en el momento oportuno y en intervalos cortos, y en medio del clamor de los demás; a distinguir entre los disparos y otros estruendos; a correr y esconderme de la policía (…) Aprendí a superar una detención sin ponerme a mí ni a nadie en mayor riesgo, y a permanecer en silencio durante un interrogatorio para no dar ninguna información”, escribe Goffman. Tiene una experiencia propia del hostigamiento policial y de las estrategias de resistencia y escribe en primera persona, pero en función de un objeto teórico y de documentar la vida de una comunidad negra pobre y segregada, “transformada por niveles de encarcelamiento sin precedentes y por sistemas más ocultos de vigilancia y supervisión”.

      Alice Goffman en su famosa charla TEDAlice Goffman en su famosa charla TED

      Goffman analiza los modos en que el encarcelamiento y las políticas de mano dura afectan a los barrios negros pobres, convertidos en comunidades de sospechosos y culpables en potencia. En el imaginario popular, dice, los fugitivos son personajes excepcionales que escapan del FBI; en la práctica se trata de poblaciones que viven en el miedo y la inseguridad y cuyos jóvenes ingresan a la adultez a través de la prisión.

      La hipótesis de que el sistema penal trastorna el tejido social se aprecia en “Cuando la policía llama a tu puerta”, un capítulo central en el libro en el que Goffman describe las presiones de la policía sobre las familias y las mujeres de los fugitivos. Otra línea de la argumentación despliega las respuestas de los jóvenes y la construcción de valores y conductas en la interacción con los sistemas de vigilancia.

      La delincuencia y la violencia son problemas innegables, pero “la policía pasa de mantener a las comunidades a salvo de unos pocos delincuentes a poner a todo un barrio bajo sospecha y vigilancia”. Goffman destaca que las políticas de mano dura finalmente promueven “la ilegalidad generalizada”, a medida que la gente trata de evitar o de explotar económicamente las restricciones, y solo resultan eficaces para sostener un enfoque penal sesgado en términos de clase y de raza. Huir de la justicia es una brillante contribución a la reflexión sobre el crimen y el castigo contemporáneo y a la vez un modelo de escritura para las investigaciones en ciencias sociales.


      Sobre la firma

      Osvaldo Aguirre

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