Paul Auster en clave sudamericana – PALABRA PÚBLICA Skip to content

Paul Auster en clave sudamericana

La muerte del célebre autor estadounidense, ocurrida el 30 de abril, conmocionó al mundo literario de Latinoamérica, donde marcó a toda una generación y se convirtió en una referencia ineludible. Los escritores Edmundo Paz Soldán, Alejandra Costamagna, Alberto Fuguet, Ana Wajszczuk y María José Viera-Gallo recuerdan la primera vez que lo leyeron y seleccionan algunos de sus libros favoritos.

Por José Núñez | Foto: Rafa Rivas / AFP

Una de las anécdotas más famosas que se conocen de la vida de Paul Auster (1947-2024) es que 17 editoriales rechazaron su primera novela. Ciudad de cristal (1985) —que luego pasaría a formar parte de su aclamada Trilogía de Nueva York (1987)— se convirtió en la obra que lo lanzó a la fama, marcando el inicio de una carrera exuberante y ambiciosa, que tras su muerte dejó como legado 34 títulos, entre poesía, ensayos, memorias y guiones de cine, traducidos a más de 40 idiomas.

Este tipo de historias, que relató en libros y entrevistas, contribuyeron a crear ese aire romántico que acompañaba a su figura, que sedujo a varias generaciones de jóvenes aspirantes a escritor y que podría resumirse en esta cita: “Ninguna otra ocupación exige a quien la desempeña que entregue el ser, el alma, el corazón y la cabeza sin saber si al final habrá recompensa”, dijo tiempo atrás en el diario El País de España.

A ello habría que sumar la inclinación filosófica de sus libros, las referencias literarias y los juegos metaliterarios; la mezcla de géneros, como el de la autoficción y la novela negra; sus temas recurrentes ―el azar, la muerte, la memoria y la identidad―, las tramas existenciales y el lenguaje sencillo que caracterizó su estilo. Al respecto, en una entrevista dada en la televisión francesa en 2018, Auster declaró: “¿Sabes cuál es el método más poderoso para subvertir, para cambiar la manera en la que la gente contempla el mundo? La claridad”.

A pesar de que en su país natal no siempre tuvo la mejor recepción (en 2017 un crítico de la revista estadounidense Vulture desestimó su obra, calificándola como una “droga de entrada a cosas más fuertes: [Samuel] Beckett, [Don] DeLillo, su propia exesposa, Lydia Davis”), Auster se convirtió en una celebridad en todo el mundo, en particular en Europa y Latinoamérica, donde recibió distinciones como el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (2006) y el nombramiento de Caballero de la Orden de las Artes y las Letras de Francia (1992).

“Su fama y su lectoría [en América Latina y España] prácticamente lo hicieron un autor hispano”, dice el escritor chileno Alberto Fuguet (1963), quien lo conoció y fue un lector asiduo de su obra. Sus múltiples visitas a la región contribuyeron a estrechar el vínculo con el público y los lectores latinoamericanos. En México y Argentina estuvo en distintas ocasiones, como invitado a las ferias del libro de Oaxaca, Guadalajara y Buenos Aires. En 2018, cuando visitó la capital argentina, afirmó: “No hablo español y esa es una desventaja porque no puedo penetrar en esta cultura. La gente ha sido siempre muy generosa y cálida conmigo”.

En 2014 estuvo por primera y única vez en Chile, acompañado por su esposa, la escritora Siri Hustvedt, y el Premio Nobel de Literatura sudafricano J. M. Coetzee. Invitados por el programa La Ciudad y las Palabras, que organiza la Pontificia Universidad Católica, Auster y Coetzee leyeron extractos de su correspondencia (publicada en el libro Aquí y ahora, de 2012) en una sala atiborrada de gente. En dicha oportunidad, el escritor y su esposa fueron invitados a compartir un almuerzo en La Moneda con la entonces presidenta Michelle Bachelet y además visitaron la Librería Metales Pesados, donde conoció al escritor Pedro Lemebel. El autor de Tengo miedo torero (2001) le regaló y dedicó uno de sus libros, se sacó una foto con él y se despidió dándole un beso en la mejilla, según contó hace poco el poeta y cofundador de la librería Sergio Parra en La Tercera.

Los primeros encuentros

En América Latina, y de la mano de la Editorial Anagrama, Auster fue una figura señera en los años 90 y comienzos de los 2000. Con el tiempo, quizás, fue desplazado por otros autores en impacto e influencia, como Roberto Bolaño o Haruki Murakami. Pero el encuentro con sus libros fue decisivo para una generación de escritores que comenzó a publicar en esa época, como es el caso del entonces llamado grupo McOndo (un término acuñado por Alberto Fuguet para una antología de cuentos, donde reunía a distintos autores de habla hispana que buscaban distanciarse del realismo mágico y los estereotipos de la literatura latinoamericana).

El escritor boliviano Edmundo Paz Soldán (1967), profesor de literatura latinoamericana en la Universidad de Cornell (EE.UU.) y autor de libros como Río fugitivo (1998) y La mirada de las plantas (2022), recuerda que lo primero que leyó de Auster fue La trilogía de Nueva York, a fines de los 80. “En esos libros se unían dos pasiones tempranas mías: la novela policial y Borges. La trilogía me parecía, de hecho, una reinterpretación del policial a partir de Borges. También me encantó el homenaje a Cervantes. Creo que esas referencias ayudaron a que Auster se convirtiera muy rápidamente en el escritor favorito de los latinoamericanos, con un prestigio incluso más fuerte en el continente que en los Estados Unidos”, dice Paz Soldán, quien de todas formas matiza su influencia: “Fue leído hasta el cansancio por los escritores de mi generación, pero, curiosamente, no creo que haya sido una influencia central. No fue determinante como lo fueron, pensando solo en Estados Unidos, Bret Easton Ellis, Raymond Carver, Richard Ford o Lorrie Moore”.

En Chile, uno de sus mejores conocedores es Alberto Fuguet. El autor de Mala onda (1991), Missing (2006) y Ciertos chicos (2024), entre otros títulos, recuerda el momento en que se topó con sus novelas, en un viaje que hizo a Nueva York en 1990. “Había leído que estaba empezando a llamar la atención en Chile, que estaba un poco de moda. Una amiga que vivía en Madrid y se leía todo Anagrama, usaba en sus cartas el adjetivo ‘muy Auster’ para referirse a cualquier cosa ligada al azar o una cierta soledad y sensualidad de vivir a solas en una ciudad laberíntica llena de bares y cafés”, cuenta el escritor, que dio con sus libros en Shakespeare & Co., la librería ubicada en el Upper West Side. “Hablé con un librero cool y me dijo ‘lo tenemos para los turistas europeos; ningún norteamericano lo lee aún’”, recuerda.

Alejandra Costamagna (1970), quien publicó en 1996 su primera novela, titulada En voz baja, y que desde entonces se ha convertido en una de las escritoras chilenas más reconocidas en el extranjero, recuerda que fue por esos años cuando leyó a Paul Auster por primera vez. “Creo que la recomendación vino de [el psiquiatra y dramaturgo] Marco Antonio de la Parra, aunque esto puede ser un recuerdo inventado. El caso es que leí Ciudad de cristal y me cautivó la intriga existencial, el equívoco y la confusión como motores, el juego de espejos, la capacidad de conducirnos por los laberintos de una ciudad que, al mismo tiempo, son los laberintos mentales del personaje”. A Fuguet, en tanto, le interesó “lo masculino-sensible. Lo literario de todo sin por eso dejar de ser urbano. Era un autor que fusionaba la novela negra y la prosa del detective para investigarse a sí mismo”, reflexiona.

Para María José Viera-Gallo (1971), autora de las novelas Verano robado (2006) y Memory Motel (2011), su primera aproximación a la obra de Auster se dio en un viaje a Italia. Fue en la librería Feltrinelli donde se encontró con un ejemplar de la trilogía. “Me hice un imaginario laberíntico de Nueva York que me acompaña hasta hoy”, señala, en referencia a la ciudad que el estadounidense inmortalizó en sus libros y que constituye una suerte de entramado en los argumentos de sus novelas. “Toda mi generación lo leyó a los 20 años y fue como encontrar una vía de escape en la ficción al horror de no ficción que fue la dictadura”, agrega Viera-Gallo.

En Argentina, Auster alcanzó una gran popularidad. En alguna entrevista, de hecho, el escritor Rodrigo Fresán lo comparó con el cineasta Woody Allen.  En 2002 visitó por primera vez el país trasandino como invitado de la Feria del Libro Buenos Aires. La escritora y periodista argentina Ana Wajszczuk (1975), quien desde la década del noventa seguía con interés su obra, estuvo presente en la ocasión. “Aún recuerdo la emoción de asistir a la conferencia de prensa y conocerlo personalmente. No imaginaba que muchos años después podría entrevistarlo cara a cara y que, junto con mi pareja, Nacho Iraola, seríamos sus anfitriones en Buenos Aires en lo que fue su última gira latinoamericana”, dice la autora de la crónica Chicos de Varsovia (2017) y la novela Fantasticland (2023). “No sólo era un grandísimo escritor sino una persona cálida, divertida, sagaz y amabilísima”, añade.

Las preferencias literarias

En 2023, la escritora y pareja de Paul Auster, Siri Hustvedt, anunció en su cuenta de Instagram que su esposo tenía cáncer de pulmón, y en los meses siguientes se encargó de actualizar cada tanto su estado de salud. Estos padecimientos, sin embargo, no le impidieron seguir escribiendo. Ese mismo año, publicó dos libros: Un país bañado en sangre, un ensayo sobre la violencia armada que asola Estados Unidos, y la novela breve de reciente aparición en español Baumgartner, sobre un profesor de filosofía que vive con el recuerdo de su esposa muerta, un texto que hoy se lee como su carta de despedida.

Dichas obras engrosan el extenso catálogo de un autor prolífico, que en la última década optó por trabajar en proyectos de gran envergadura (su novela 4 3 2 1 y el ensayo biográfico La llama inmortal de Stephen Crane, de 2021, suman casi dos mil páginas), aunque a la hora de elegir un título, varios de sus lectores prefieren sus primeros libros. “Toda su primera época me parece fascinante. Desde la trilogía hasta La música del azar (1980), La invención de la soledad (1982) y Leviatán. La música del azar me parece de los más logrados en su trabajo con el azar como motor de la existencia”, opina Paz Soldán.

El favorito de Alberto Fuguet es La invención de la soledad. “Me ayudó a escribir, a entender que la memoria es tu mejor aliada. También amo The Art of Hunger (1992), que es parecido, y es aquel que me firmó cuando cenamos con Clark Blaise, el director del programa de escritores de Iowa”, cuenta el escritor. Alejandra Costamagna coincide en su elección, ya que lo considera “un libro híbrido, que va del ensayo personal y la memoria a la ficción, y aborda el duelo, las relaciones filiales y el oficio de la escritura como un tejido sensible, en el que un nudo lleva a otro nudo y otro nudo”, señala.

Ana Wajszczuk elige 4 3 2 1, “quizá porque es una historia monumental que despliega de manera fascinante los dobleces del azar y cómo el viento del destino mueve la veleta de nuestras vidas”. Mientras que María José Viera-Gallo destaca sus memorias, contenidas en el Diario de invierno (2012) y en otros títulos autobiográficos. “Me encanta la voz en segunda persona para hablar de sí mismo. El elegante diseño del pastiche de sus recuerdos, desde la primera nevada en New Jersey cuando era niño, sus historias con las putas en París, sus ronquidos al lado de Siri Hustvedt, los paseos con su hijo por Central Park, el mismo que murió por sobredosis hace poco. Es bonito acercarse al Auster hombre y no solo tejedor de ficciones. Me agrada mucho su masculinidad, sensible, antimacho, antiego, cosmopolita”.