La estabilidad estratégica en el siglo XXI
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La estabilidad estratégica en el siglo XXI

La estabilidad estratégica en el siglo XXI
Jorge Cachinero el

La estabilidad estratégica (EE) es un concepto que se acuñó durante los años de madurez de la Guerra Fría que mantuvieron Estados Unidos (EE. UU.) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).

Este constructo sirvió para desincentivar que una de las dos grandes potencias fuera la primera en utilizar armas nucleares -mantener la estabilidad en una situación de crisis-, lo que hubiera acabado con la especie humana en la Tierra, y para privar de alicientes a ambas en el desarrollo y en la acumulación de sus fuerzas nucleares respectivas -garantizar el equilibrio durante la carrera armamentística-.

La EE era, por lo tanto, una idea que estaba circunscrita exclusivamente a la gestión de asuntos y de problemas relacionados con lo nuclear y no abordaba el marco geopolítico de éstos.

El mundo de los años 60 a los 80 del siglo pasado fue estable gracias a la EE, aunque, no por ello, dejó de pasar por momentos complicados, como fueron las crisis de Berlín, en 1961, de Turquía y de Cuba, en 1962, o del Oriente Próximo, en 1973.

En definitiva, la EE previno una desestabilización indeseable entre EE. UU. y la URSS.

La noción de la EE está siendo recuperada en la actualidad, a la vista del deterioro de las relaciones entre Washington, por un lado, y Moscú y Pekín, por otro, aunque amplía su perímetro para sumar a las preocupaciones originales las de los retos geopolíticos globales y regionales de hoy en día.

Así, esta EE nueva no sólo abarca el objetivo de evitar conflictos armados ocasionales -es decir, provocados por errores o por malentendidos- entre Estados poseedores de armas nucleares, sino que, además, busca estructurar un entorno de seguridad mundial o regional dentro de un orden nuclear multipolar, dentro del cual los Estados aspirarían a disfrutar de relaciones pacíficas y armoniosas.

Los ejes de esta EE del siglo XXI ya no sólo encaran a EE. UU. frente a Rusia, Estado sucesor de la URSS de antaño, sino que, asimismo, contraponen a EE. UU. y a China, a las dos Coreas, a Israel y a Irán o a la India y a Pakistán.

De forma adicional, el desarrollo tecnológico ha incubado el surgimiento de nuevos sistemas de armas muy poderosos, que, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, sin ser nucleares, podrían afectar a la EE, ya que tendrían la capacidad para resolver problemas estratégicos de naturaleza nuclear y para alcanzar objetivos políticos de forma quirúrgica, sin utilizar armas nucleares propiamente dichas.

La guerra en Ucrania, por ejemplo, por la vía de los hechos, está obligando a repensar el concepto de la EE, ya que la posesión de armas nucleares por parte de algunos de los aliados de Kiev -EE. UU., el Reino Unido o Francia- no está garantizando la supervivencia del Estado ucraniano una vez que finalice el conflicto.

De hecho, Washington se marcó el objetivo político, impuesto a sus socios de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), de infligir una “derrota estratégica” a Rusia en Ucrania, sin utilizar el poder nuclear, ni tan siquiera sus propias Fuerzas Armadas, que no está siendo alcanzado, aunque no lo haya abandonado todavía.

Informe RAND Corporation 2019.

EE. UU. está fracasando en su empeño de destrozar y desmembrar a Rusia sin hacer uso de sistemas de armas nucleares.

El uso de éstos tendría consecuencias inimaginables para los estadounidenses y para sus socios europeos, así como para el resto del mundo.

 

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