Estamos viviendo una situación ciertamente esquizofrénica y muy, pero que muy, peligrosa, con un resultado final conocido y temido por aquellos que lo vemos como irremediable.

Estamos viviendo cómo uno de los estados más poderosos del mundo invade un estado pequeñín, pero estratégicamente muy importante, ante lo que el mundo protesta, pero calla; mueren miles de personas y se mira para otro lado, o lo que es peor, unos dicen apoyar al pequeño pero hacen negocios con el grande, como España, que pasa de tener a Rusia como cuarto proveedor de gas para que ahora sea el primero; y otros, dicen apoyar al pequeño y lo que hacen es lucrarse con la venta de armas, pero ninguno hace nada, sólo sacan provecho, se vuelven todos del capitalismo menos ético que conocemos y que creímos superado.

Por otra parte, el islamismo radical provoca el atentado más importante y cruel en Israel, atacando a los más jóvenes, en un momento lúdico y los matan, los violan y los secuestran, en la acción terrorista más cruel de los últimos tiempos. Ante esto, la reacción de Israel se produce y, manifiestamente, se excede, para inicialmente ser apoyado por el mundo, menos por España, que se presenta en Israel a insultar a sus dirigentes y a Estados Unidos, y poco más.

Al poco, los movimientos islámicos radiales, con los que pareciese tiene contactos el gobierno español o el PSOE (¡Uf, desde cierto atentado!), se movilizan y, con las células existentes en los distintos países, promueven un levantamiento en el que el terrorismo palestino aparece como un pueblo cruelmente eliminado y presenta la guerra de Rusia como una disputa territorial legítima.

El resultado es que el islam más radical se hace con las calles, con las universidades, con la imagen de los pueblos como apoyo del mismo frente a Israel y el gobierno americano; es decir, lo que comienza como un atentado terrorista que será perseguido por Israel, se convierte en la defensa del terrorista y de su mundo, religión e ideología y, así, ves a las feministas de plexiglás loando al que les impone el velo hasta los pies o promueve la ablación de sus clítoris, a los homosexuales clamando por el pueblo que los cuelga de las grúas, y todos los piji-progres de cervecita, vino y jamón que no podrían disfrutar en su Palestina del alma, una Europa inconsistente que se posiciona contra el estado que les permitió, con la liberación nazi y la eliminación del muro comunista, vivir en libertad.

Promovemos el respeto al islam, pero no realizamos la oportuna vigilancia pues, junto con la mayoría pacífica, se ocultan peligrosos grupos que se imponen y provocan las más crueles acciones contra la mujer, contra los hombres, contra los homosexuales, sometiéndolos a todos a unos criterios asimilables a los de la superada Edad Media, cuando estamos en el siglo XXI.

Admitimos y defendemos la inmigración ilegal, olvidando el adjetivo de la misma; es decir, incumpliendo la ley que deja de servir de fórmula reguladora de la convivencia entre las personas para convertirse en una quimera inútil. En una España con una regulación migratoria en la que aquel que es perseguido tiene su acogimiento, al que desea venir se le proporcionan fórmulas muy flexibles de entrada, estamos permitiendo que ejércitos de supuestos menores y presuntos perseguidos, sin la más mínima acreditación, sin la más mínima comprobación y sin el más mínimo control, invadan nuestro territorio, impongan sus ideologías y religión y, en gran medida, se dediquen a la delincuencia, para los que destinamos importantes cantidades de fondos que no llegan a la sanidad, educación, servicios sociales, etc. destinados a los legales y nacionales.

Al ilegal hay que ofrecerle la ayuda humanitaria precisa, pero de igual modo expulsarlo lo antes posible para evitar que la norma carezca de sentido, el cumplimiento de la misma se convierta en una estupidez y, sobre todo, el islamismo radical y asesino o las maras narcotraficantes se implanten en nuestro país.

Si queremos protestar contra la guerra, yo seré el primero, pero contra la Rusa primero, pues el grande no puede estar amparado por los débiles, apoyar a Israel en lo que se ha visto víctima de un atentado terrorista y, finalmente, al pueblo palestino que, amparando terroristas, está sufriendo una reacción desproporcionada de Israel; pero, jamás me pondré del lado del terrorista o de la ideología que impide la libertad como el comunismo.

Las defensas que estamos viviendo, no son más que reacciones interesadas que utilizan la sensibilidad humana para conseguir unos fines que se convierten en la separación de nuestras cabezas del cuerpo por no pensar como ellos, sean islamistas radicales o comunistas internacionales, que son la misma basura infecta.