Inventó las puntocom antes que Internet sea comercial y creó un negocio multimillonario, pero nunca cobró nada - EL PAÍS Uruguay

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Inventó las puntocom antes que Internet sea comercial y creó un negocio multimillonario, pero nunca cobró nada

Fue la primera de su familia en ir a la Universidad y pensaba dedicarse a las artes, pero tuvo que cambiar de idea, rumbeó para la química y terminó creando los sufijos .com, .org, .net, .gov, .edu y .mil.

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Elizabeth Feinler
Elizabeth Feinler, científica e informática estadounidense.
Foto captura de video.

Por Ariel Torres, La Nación/GDA
Le dicen “Jake” (ya veremos por qué), y su nombre es Elizabeth Jocelyn Feinler. Tiene 93 años y asistió en el difícil, incomprendido y traumático parto de Internet. Junto con otros, por supuesto –como el gran Jon Postel), que fue el primero de nuestros pioneros inesperados–, Jake y su grupo (30 o 40 personas, según la época) crearon un mecanismo que hoy es uno de los negocios más poderosos que existen: la asignación de nombres de dominio de la Red.

Pero hay algo todavía más interesante en la vida de Elizabeth Feinler. Fue una pieza fundamental en un momento raro de la historia de estas tecnologías, un período del que se habla poco, en parte porque muchos de sus protagonistas ya no están, en parte porque es algo que ya superamos, algo que era necesario en el momento, pero como hoy tenemos cosas mejores, nos olvidamos y lo escondemos en un armario; o en un museo. Ese período es el que va de aproximadamente 1969, cuando se conectan los dos primeros nodos de Arpanet, y mediados de la década del ‘80. Más aún, hay un período dentro de ese período, que va de 1969 a 1972, en el que, si uno lo piensa un poco, termina haciéndose una pregunta incómoda: cómo lograrías que funcione una red de computadoras (es decir, Arpanet) si todavía casi nadie tiene acceso a las computadoras. Ahí es donde esta mujer extraordinaria y a la vez muy humilde, que no planeó convertirse en una de las heroínas de Internet, encontró su misión en esta vida.

Todo lo anterior, por supuesto, requiere una explicación.

Del arte a la química, de la química a la Red

Empecemos por Feinler, que nació el 2 de marzo de 1931 en la ciudad de Wheeling, en el estado de Virginia, Estados Unidos. De su familia, fue la primera en ir a la universidad, de modo que para Jake las decisiones eran no solo importantes, sino también críticas. Asistió a la West Liberty State College (una universidad pública) y su primera elección fueron las artes. Pero en esa institución, la especialización en artes era pobre y limitada. Así que cambió a química. Después de dos años en la carrera, antes de obtener el doctorado, se cansó de vivir con lo justo y decidió poner en pausa sus estudios, hacer algo de dinero, y luego retomar los estudios. Pero pasaron cosas.

Encontró empleo en una división de la Sociedad Estadounidense de Química, en Columbus, Ohio, llamada Chemical Abstracts Service. Su trabajo consistía en organizar el índice de los compuestos químicos. ¿De cuáles? De todos. De todos los compuestos químicos del mundo. La tarea era simplemente monumental, pero como suele ocurrir, la vida nos va imponiendo desafíos e incluso inconvenientes como si tuviera la intención de prepararnos para lo que nos espera más adelante. Y a Jake le esperaba una tarea inmensa: diseñar el índice de lo que se convertiría en la construcción más vasta y compleja de la humanidad: Internet.

Elizabet Feinler
Elizabet Feinler, científica e informática estadounidense.
Foto: X.

Que sí, claro, suena como mucho trabajo. Pero hay un detalle que todavía no hemos advertido. Porque de esta época no se habla, porque ya es historia antigua, etcétera. Ese detalle es que Feinler no contaba con computadoras para hacer su trabajo, y que este trabajo nunca había sido hecho antes. Tan es así que cuando Douglas Engelbart le encargó hacer el índice de los recursos de Arpanet y Feinler le preguntó qué era exactamente lo que necesitaba, Douglas le respondió que no tenía idea, pero que lo necesitaba en un par de semanas.

No nos dispersemos. En el Chemical Abstracts Service Elizabeth descubrió dos cosas. Primero, que esa tarea titánica de indizar todos los componentes químicos no estaba computarizada, y por lo tanto se interesó en las computadoras. Así que en lugar de volver a la facultad se fue al SRI. SRI (hoy se llama SRI International) son las siglas de Stanford Research Institute y fue uno de los dos primeros nodos de Arpanet, el 29 de octubre de 1969; el otro fue la Universidad de California en Los Angeles (UCLA).

Elizabeth llega al SRI en 1960 con otra tarea endemoniada: producir el Manual de Psicofarmacología y de Economía de los Procesos Químicos. Pero en el SRI sí había computadoras. Tres años antes, en 1957, los soviéticos habían lanzado el Sputnik; como respuesta Estados Unidos había fundado ARPA; en ARPA habían conseguido conectar computadoras en red, y un día llegó Engelbart y le dijo que necesitaba que se fuera a trabajar con él al ARC, el Augmentation Research Center.

Allí, Douglas la puso al frente de la sección de procesamiento de información, que no tiene nada que ver con lo que hoy entendemos por procesamiento de información. El asunto es así: Arpanet había arrancado en 1969 y en 1972 iba a hacerse una demo de esta red en la Conferencia Internacional de Comunicación Informática (esto es otra larga historia; la dejaremos pasar hoy), y esa demo requería de un Manual de Recursos. Y acá es donde las cosas se ponen bizarras.

La demo y la realidad

Para entender el clima de la época hay que retroceder a 1968, casi un año antes del arranque de Arpanet. El 9 de diciembre de ese año, Engelbart haría lo que se conoce como la Madre de todas las Demos. La presentación, que duró 90 minutos, produjo una gigantesca ola expansiva en el mundo de los ingenieros y de los primeros informáticos. ¿Por qué?

Bueno, por muchos motivos. Pero sobre todo porque en la demo Engelbart interactuaba directamente con la computadora. Y eso, en aquella época, era tan imposible como fascinante. ¿OK, pero por qué? Porque la mayoría de las personas nunca tocaba una computadora. Si tenías que ejecutar un programa que habías escrito, se lo mandabas por correo a la institución que tuviera una computadora, y allí tus tarjetas perforadas esperaban su turno. Pues bien, en su demo, Douglas mostraba edición colaborativa de texto, usaba un mouse y links, de forma directa, y todo esto mediante videoconferencia, como en Zoom, pero medio siglo antes de la pandemia. Literalmente, le voló la cabeza a una generación, y junto con esa generación se empecinó en convertir esa demo en una realidad cotidiana. Y lo consiguieron, basta que mires tu celular.

Elizabet Feinler
Elizabet Feinler, científica e informática estadounidense.
Foto: X.

Pero por el momento era una demo. Cuando arrancó Arpanet, las computadoras seguían siendo pocas, enormes, a cargo de operadores, y, sin embargo, esta primera red muy pronto empezó a sumar nodos a una velocidad que nadie había anticipado.

Excelente, sabemos eso. Lo que no sabemos es que a alguien le tocó el trabajo de mantener un índice de lo que había en cada una de las computadoras que formaban parte de Arpanet (unas 30, en ese momento), de tal modo que si vos estabas en la UCLA y querías obtener un archivo del SRI mediante FTP, supieras dónde encontrarlo. Allí, y porque Engelbart también era un genio eligiendo la gente de su equipo, la mujer que había lidiado con el índice de todos los componentes químicos del mundo estaba en el lugar correcto y en el momento indicado.

Lo quiero por escrito

Esto va sonar un poco fuerte, pero es la verdad. Elizabeth tenía que hacer el índice de los recursos en las computadoras de Arpanet sin usar computadoras, simplemente porque esas computadoras (las que en el futuro automatizarían todo esto) todavía no existían. Así que sí, es como están pensando.

No.

Sí.

Exactamente así. Elizabeth usaba papel y enviaba el índice de la red por correo postal. El correo electrónico había nacido en 1971, y había sido una revolución, pero no llevábamos el correo en el celular todavía. Para eso faltaba muchísimo tiempo. Así que los primeros pasos se dieron con lo que había, y lo que había era papel, correo postal, el teléfono de línea y mucha tenacidad, porque los recursos estaban empezando a sumarse rápidamente.

Fue una época de transición de los analógico a lo digital, y ese difícil rol que le tocó a Elizabeth Feinler. Cierto, tenía todo para hacerlo de una forma fantástica, y a mediados de la década del ‘70, cuando Arpanet estaba empezando a resultar funcional a las universidades y cada vez más personas empezaban a trabajar en línea, quedó a cargo del NIC, siglas de Network Information Center.

En 1983 Arpanet fue reemplazada por Internet (aunque seguiría funcionando hasta 1990) y el equipo de Feinler creó lo que se conoce como dominios. Un dominio es el nombre de fantasía para un conjunto de direcciones de red. Elizabeth, aunque siempre se negó a atribuirse esta idea genial, fue la que propuso categorizar los dominios mediante sufijos genéricos (.com, .edu, .mil, .org, etcétera) y organizar este aparente caos de forma jerárquica. Obvio, ella sabía mejor que nadie lo complicado que es crear un índice (créanme, uno no sabe lo difícil que es hacer un índice hasta que se enfrenta con esa tarea).

Pero hay algo más. En un momento, a principios de la década del ‘80 (o sea, cuando arranca Internet, que ya no conecta computadoras sino redes, aparecen las computadoras personales y todo esto se empieza a ir de escala), mantener el directorio de la forma tradicional empezó a resultar inviable. Estaba llegando el fin de la transición, y entonces Feinler y su equipo crean WHOIS. El nombre de este protocolo viene de la frase ¿Quién es? en inglés y su definición está en el RFC 920.

El resto es más o menos conocido: hasta 1989 el índice fue mantenido manualmente en el NIC, con la asignación de direcciones en manos de Postel, hasta que se hizo necesario automatizar todo eso y, de las ideas que se propusieron, prevaleció la del Servicio de Nombres de Dominio (DNS), que incorporaría la estructura jerárquica y los sujos genéricos de alto nivel. Pero hay algo increíble en esta historia. Cuando Feinler concibe la estructura jerárquica de los dominios y sus categorías, la Red no era comercial. Ni había, según me dijo en su momento Vinton Cerf, ninguna intención de que el experimento se saliera del ámbito académico. Las empresas que estaban conectadas (IBM, por ejemplo) eran contratistas del Estado. ¿Así que por qué a Feinler se le ocurrió añadir a la lista de sufijos genéricos de alto nivel el .com? Ella misma no lo tiene claro y ha dicho que fue una suerte de reparo, de “pongámoslo por si acaso”. Hoy, el 90% de los dominios son puntocom.

En todo caso, esta idea de los dominios y sus categorías actualmente está en manos de gigantes como Verisign o GoDaddy, y es un negocio de miles de millones de dólares al año. Por supuesto, excepto porque en 2012 Elizabeth fue incorporada al Internet Hall of Fame y porque todos los que vimos nacer estas tecnologías sabemos el valor de esta mujer brillante, Jake nunca vio un centavo por su idea.

Prometí explicar por qué el seudónimo Jake. La historia es simple: como su nombre de pila es Elizabeth Jocelyn y cuando era niña era bastante común usar un hipocorístico compuesto del diminutivo del primero nombre (Betty, en este caso) y la primera sílaba del segundo (en este caso, Jo), le decían Betty Jo. Pues bien, resulta que su hermana menor, cuando empezó a hablar, decía “Betty Jo” de tal manera que sonaba como “Baby Jake”. Baby era tal vez demasiado genérico para funcionar como un buen seudónimo, así que le quedó Jake.

Trabajó con Jon Postel, con Douglas Engelbart, con Steve Crocker, con Joyce Reynolds y con varios otros. Publicó recién en 2010 la historia del NIC en los Anales de la Historia de la Computación del IEEE, y aunque nunca volvió a la química, sus ideas crearon una de las reacciones en cadena más portentosas de la historia.

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