Por: Ramiro García Pereira

En los últimos meses, la sombra del desempleo ha vuelto a oscurecer las puertas de Lavalleja, una región que antaño, se vanagloriaba de ser uno de los bastiones de la producción fabril nacional, sin embargo, esas ya son épocas pasadas.

Más recientemente, en septiembre de 2023, el desempleo en Lavalleja tocaba un prometedor 5.8%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cifra que situaba al departamento entre los de menor desempleo a nivel nacional. Sin embargo, esta visión idílica se desvaneció rápidamente, acercándose a una realidad más cruda y familiar en términos de cercanía temporal. Para febrero de 2024, el desempleo ascendía a un preocupante 9.7%, un número que nos recuerda a la cifra estable de desempleo de arriba del 10% que habíamos vivido durante los últimos años.

 

La reciente clausura de la Planta Cervecera de Patricia en Minas no es solo un mojón más que seguramente impulsará al alza la estadística sobre desempleo en los informes del INE; representa una pérdida significativa en el tejido productivo de Lavalleja. Esta planta no era simplemente un centro de empleo, sino un símbolo de la diversidad industrial que en tiempos pasados caracterizaba al departamento. Lavalleja, con su rica historia industrial que abarcó en su época dorada desde molinos, grandes centros de procesamiento minero, hasta fábricas de chacinados y producción completa del arroz, ahora ve cómo su paisaje productivo se desplaza, cada vez más, hacia actividades primarias que, aunque vitales, no prometen el mismo dinamismo económico ni cultural que la producción fabril.

Este proceso de involución no es un fenómeno aislado ni repentino. A lo largo de las últimas cinco décadas, grandes pilares de la industria local han cerrado sus puertas, dejando tras de sí no solo desempleo, sino también un vacío cultural y social. Estos edificios, ahora ruinas que desafían el paso del tiempo, son los testigos mudos de un período de prosperidad que parece irrecuperable bajo las actuales tendencias económicas.

El impacto de esta regresión industrial en la cultura local es profundo. Lavalleja, conocido una vez por su robustez industrial, ahora enfrenta el riesgo de perder su identidad diversificada, cediendo paso a una homogeneización de actividades de poco nivel de tecnificación que poco hacen por enriquecer el espíritu comunitario o promover un desarrollo sostenible. La cultura, intrínsecamente ligada a la producción y al trabajo, se ve amenazada por esta simplificación económica, que reduce las oportunidades de creación y expresión cultural que nacen a menudo del entorno laboral y de las interacciones que este promueve.

Reflexionando sobre este panorama, no podemos sino sentirnos testigos de una lenta desintegración de lo que alguna vez fue un modelo de desarrollo industrial y cultural pujante, con escritores, artistas e intelectuales que una vez brillaron en todo el país.

¿Qué fue lo que llevó a nuestro departamento a ser un centro vibrante de esplendor cultural?

La respuesta es simple, fue su industrialización y al perderla, estamos arriesgando el futuro a caer en un estancamiento económico, que termina por repercutir en todo lo demás.

Ya hemos vivido las consecuencias de la destrucción de espacios productivos en nuestro departamento, esto fue acompañado de una reducción drástica en la población del departamento, un proceso que se ha acentuado en el correr del tiempo, a un número mucho más elevado y constante que en el resto del país.

La pregunta que surge, ante tales circunstancias, es cómo Lavalleja, y por extensión otras regiones en situaciones similares, pueden reinventarse y recuperar su vigor económico y cultural en un mundo que parece girar inexorablemente hacia la globalización salvaje y la concentración industrial en áreas metropolitanas. ¿Es posible que estas zonas, alguna vez florecientes, puedan encontrar en su pasado industrial las semillas de una futura regeneración, o están destinadas a ser meros recuerdos de un esplendor perdido?

Esta reflexión no sólo es relevante para quienes viven y trabajan en Lavalleja, sino también para cualquier observador interesado en las dinámicas de desarrollo regional y la interacción entre economía y cultura. El desafío está planteado, y la respuesta determinará el curso de muchas vidas y comunidades en los años venideros.

Miremos los problemas desde otra óptica

Como discutimos en el punto anterior, el cierre de la Planta Cervecera de Patricia en Minas, más allá de ser una pérdida económica, ha destapado una serie de deficiencias críticas en nuestra estructura de acción política y social. Este evento no solo nos obliga a reflexionar sobre el impacto inmediato en el empleo y la economía local, sino también sobre nuestra capacidad de previsión y reacción ante tales crisis. La falta de un compromiso político real y ausencia total de involucramiento de pensamiento académico se ha hecho evidente, mostrando la necesidad imperiosa de replantear nuestro enfoque hacia el desarrollo y la gestión de crisis.

A menudo, los espacios de discusión que podrían fomentar un diálogo productivo entre diversos actores interesados brillan por su ausencia. Este vacío impide que se generen soluciones creativas y eficaces que aborden las raíces de problemas tan complejos como el cierre de una industria clave. Más preocupante aún es la prevalencia del pensamiento cuasi sectario de «chacra», que actúa como una barrera formidable contra la innovación y la integración de nuevas perspectivas. Esta mentalidad localista y cerrada teme la influencia y las ideas de aquellos que, no siendo parte del entorno inmediato, podrían ofrecer soluciones frescas y necesarias.

La división y la segmentación promovidas directa o indirectamente por los partidos políticos, hacen que el diálogo intersectorial sea casi imposible, perpetuando una grieta que debilita nuestro tejido social y también al político. Esta partidización de cada esfera de la sociedad no solo es contraproducente sino también destructiva, pues impide abordar con la debida seriedad y profundidad los desafíos complejos que enfrentamos.

En este contexto, se vuelve esencial abrir espacios públicos de debate sobre temas que afectan profundamente a toda la comunidad, en muchos casos de maneras que el ciudadano promedio ni siquiera percibe. La creación de políticas de desarrollo integral a nivel local, que incorporen un enfoque prospectivo y planificación de contingencias, no sólo es deseable, sino absolutamente necesaria.

Para avanzar, es crucial que todos los actores políticos tengan la grandeza de reconocer que los cuadros militantes por sí solos no pueden abarcar la complejidad de los problemas actuales, especialmente en una era marcada por el avance de la inteligencia artificial, la robótica, y otras tecnologías disruptivas que si bien ofrecen unos beneficios increíbles para el futuro de la humanidad, también conllevan riesgos que ni podemos imaginar en la actualidad. Ante esto, es imperativo que se establezcan acuerdos multipartidarios y sociales sobre los grandes ejes estratégicos de desarrollo local.

Lo sensato parece ser, proponer la creación de espacios de reflexión que integren no solo a todas las voces políticas, sino que también a la academia nacional y al pensamiento local no alineado políticamente. Estos espacios de debate social, deberían funcionar como laboratorios de ideas, donde se elaboran visiones de futuro que contemplen tanto los desafíos inmediatos como las oportunidades a largo plazo. Solo a través de un diálogo inclusivo y respetuoso, en el que todas las voces tengan cabida y sean valoradas, Lavalleja podrá diseñar una hoja de ruta hacia un futuro próspero y resiliente.

Es tiempo de que nuestros líderes políticos y sociales asuman un compromiso renovado con el bienestar y el progreso de Lavalleja, dejando de lado diferencias partidistas y concentrándose en lo que verdaderamente importa: el futuro de nuestro departamento y la calidad de vida de todos sus habitantes.

Una última reflexión

Para cerrar este artículo pensemos en lo siguiente, la necesidad de «abrir la cancha» a más actores en el debate sobre nuestras problemáticas esencialmente colectivas se hace imperiosa. Un ejemplo emblemático de esta apertura se manifestó en la iniciativa para establecer un Instituto Tecnológico Regional de la Universidad Tecnológica (UTEC) en la ciudad de Minas. Este proyecto, que promete ser un catalizador de desarrollo y conocimiento, no surgió de las esferas políticas, sino que fue el resultado de la integración de ideas provenientes de fuera del ámbito político.

Los tres principales partidos del departamento, comenzando por un sector del partido Colorado en las elecciones de octubre de 2019, y más tarde seguido por otros en las elecciones departamentales de 2020, adoptaron esta visión y la incorporaron a sus plataformas de gobierno. Aunque el reconocimiento merece ser extendido al actual Intendente por sus esfuerzos en este proyecto, es crucial subrayar que las ideas originales no emanan de los liderazgos políticos. Sin embargo y por fortuna, algunos de ellos supieron apropiarse de estas, mostrando que es posible que la política actúe como un amplificador de iniciativas ciudadanas, transformando estas propuestas en realidades que beneficiarán a todo el departamento una vez estén operativas.

Este ejemplo ilustra con claridad cómo la inclusión de actores no partidarios en el proceso de toma de decisiones no solo enriquece el diálogo, sino que también conduce a acciones concretas con el potencial de reformar significativamente nuestra sociedad para el bien conjunto. La apertura de nuestras estructuras de debate a nuevas voces y perspectivas es fundamental para asegurar que los enfoques adoptados sean realmente inclusivos y efectivos, reflejando una amalgama de visiones que, en su conjunto, representan la diversidad y riqueza de nuestro tejido social.

Así pues, la tarea que tenemos por delante, como comunidad, es promover la existencia efectiva de estos espacios de inclusión y diálogo. Solo a través de un compromiso colectivo con la apertura y la colaboración seremos capaces de enfrentar los retos del presente y del futuro, trazando caminos que no solo respondan a las necesidades partidarias inmediatas, sino que también aspiren a un horizonte de posibilidades ampliado, donde el progreso y la equidad sean la norma, no la excepción. En este esfuerzo, cada voz cuenta y cada idea tiene el potencial de ser la chispa que encienda la transformación de toda una sociedad.

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