“Duele decirlo, pero hay que decirlo”

La confianza del cliente consumidor (su alma de comprar, que hay que amasar diariamente para sentir y pensar en positivo, pese a lo áspero del ambiente) se construye gradualmente y se destruye de la noche a la mañana.

Cuando su deseo de comprar apoyada en la voluntad de hacerlo está por debajo de su capacidad económica real – por mínima que sea – compra menos o no compra o no se endeuda, por desconfianza y miedo a lo que vendrá (país, economía) y cómo le afectará. Retrocede, huye, por miedo. Su percepción (sensación) de que todo está mal y va para peor lo desanima. Un consumidor desanimado, pudiendo no estarlo, es lo peor para la economía como un todo, y para el comercio en particular. Simplemente no gasta lo que podría gastar y está en condiciones de hacerlo.

La percepción (sensación) de vivir en el peor país, con la peor economía y el peor gobierno, lo asusta, lo espanta. Decide no arriesgar, aunque quiere y puede asumir ese riesgo de convertir su dinero disponible en aquello que quiere para sí, los suyos, regalar. Prefiere cuidarse, para tiempos mejores. Los comerciantes en general lo saben muy bien y es su gran preocupación: cliente que se pierde es menor venta y menos ganancia. Ese cliente consumidor que no llega y esas ventas que no satisfacen puede darse a lo largo de un año y más.

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La confianza es la palabra mágica en una economía como la nuestra de mercados, precios y dinero. Cuesta una enormidad construir y generar confianza, en todas las actividades económicas, sociales y políticas. Pero en la economía tiene un peso brutal. En muchos países se han hecho investigaciones, pruebas y hasta ensayos sobre cómo clientes consumidores pesimistas afectan los negocios especialmente en días festivos. Los planes de venta de las empresas no se cumplen.

Uno de los ensayos me llamó la atención por su nombre, que reflejaba la actitud y el comportamiento del cliente consumidor desconfiado: “La licuadora gana al microondas”. Más claro imposible. El cliente consumidor entra una gran tienda, un shopping, una famosa casa de electrodomésticos, con capacidad económica real de querer y poder comprar el deseado microondas –regalo por el Día de la Madre (15 de mayo en Paraguay)– pero sale con una licuadora en sus manos, bien empaquetada, papel de regalo y hasta moño. Tiene un sabor agridulce el masticar el chicle, pero el alivio lo estimula a festejar. Dado que en su percepción (sensación) la situación del país es calamitosa tomó la precaución de guardar su dinero, lo que lo convierte en una persona responsable.

Pero hay rabia y frustración en él: quería el microondas. En varios de los ensayos realizados este tipo de comportamiento convertido en una cantidad considerable arrojó una pérdida comercial del 20 % al 25 %. Ahora, la pregunta del millón, si la realidad (país, economía) no es en verdad tan mala como para originar desconfianza, miedo, susto en el cliente consumidor, ¿quién crea esa percepción (sensación) tan negativa que permite que la licuadora le gane al microondas? Dejando de lado conflictos bélicos y pandemias, son los gobiernos con sus pésimas imágenes públicas la fuente de la desconfianza. Pero los ensayos son claros, no solo los gobiernos.

Los principales creadores de una percepción negativa (sensación pesimista) son los medios de comunicación (la prensa) de grupos empresariales con sus campañas de pelea política, por diversas razones, priorizando en extremo lo malo del andar de un país y su gobierno, que es “su” malo, con desinformación, medias verdades y mentiras. Lo bueno es minimizado y desvalorizado. La realidad deformada. Y este dibujo es el que diariamente consume el cliente consumidor. Y actúa en función de lo negro, ni siquiera de los gris, porque el blanco sencillamente no existe.

Toda democracia imperfecta es infinitamente preferible a la mejor dictadura porque la libertad lo es todo en la vida. Y la prensa es fundamental para dicha democracia y dicha libertad. Pero prensa que no es libre, independiente, coherente, equilibrada y responsable, nos daña, aunque no podemos vivir sin ella. Importan y mucho sus críticas durísimas. Pero criticar no es atacar para destruir a diestra y siniestra, sin stand de tiro, a lo que me venga en gana. Y en una sociedad, así como se corrompe a la vez también se construye. No valorizar lo bueno es una forma de corromper.

La lectura de nuestra prensa opositora concluye con este resumen de situación y futuro del Paraguay: “Nuestra economía no anda, solo al Gobierno le sirve el tan mentado crecimiento como propaganda, pero en verdad es mentira y no alcanza al pueblo, otra vez decepcionado. El Gobierno festeja “su” estabilidad macroeconómica y se vanagloria. Pero la macroeconomía no es útil a nadie, además de ser falsa dicha estabilidad. Los precios de la canasta familiar suben por las nubes, los alimentos son joyas, la gente no tiene qué comer, el pueblo se muere de hambre, y hasta unos canguros australianos que recorrieron los supermercados se desesperaron, sin entender cómo vivimos. El precio del dólar también vuela alto, se escapó, sin control, en una escalada nunca antes vista, lo que encarece todo lo que consumimos. El Banco Central nada puede hacer, perdió millonarios montos en sus ventas de dólares al mercado sin ton ni son, y sus reservas internacionales caen velozmente y podríamos perderlas. Hay un bajón tremendo y terrible en la recaudación de impuesto porque la economía no se mueve, el Gobierno es absolutamente incapaz y corrupto. Hay ya atrasos de tres meses en el pago a los funcionarios públicos, algo que se dio en el gobierno de Luis González Macchi, y se anuncian movilizaciones masivas que convulsionarán el país, y con seguridad harán caer al gobierno, debilitado y desacreditado, frente a una oposición unida, fortalecida y preparada con planes y proyectos brillantes. La gente ya salió a las calles en masivas marchas y concentraciones.

El Gobierno, falto de ideas, solo busca endeudar más y más al país, comprometiendo el futuro de nuestros hijos y nietos. Afortunadamente fracasaron rotundamente sus intentos de colocar bonos soberanos en el exterior y a nivel local, porque nadie confía en su capacidad de pago. Incluso hizo un ridículo intento de vender al mundo bonos en guaraníes, que no resultó, con un rechazo masivo. Querer comparar nuestro guaraní con el dólar es una locura. Si sabemos que nuestra moneda no vale nada y sirve menos. Y ahora festeja la migaja conseguida del Brasil en las negociaciones de Itaipú. Encima todo ese mayor dinero conseguido ya fue a los bolsillos de los jerarcas del Gobierno y de los políticos. Otra vez se comen el dinero del pueblo, continúa la fiesta de la corrupción”.

Sin la percepción (sensación) de una realidad mal manejada, puedo destacar que nuestra situación económica es absolutamente normal para el cliente consumidor positivo. Es cuestión de echar una mirada al cuadro que acompaña la nota. Nuestro crecimiento (3,8 %) está hoy entre los ocho más altos de América Latina y el Caribe (ALC), en el top de los seis el año pasado (4,7 %). Los indicadores de la marcha mensual de nuestra economía revelan que la producción avanza al ritmo del 5,4 % y el consumo al 6,5 %. La economía argentina caería 5 % en 2024 (-1,6 % en 2023). Las economías tienen que crecer (producir más), el crecimiento es una condición básica y necesaria para mejorar, pero naturalmente insuficiente para solucionarlo todo. Nuestra inflación se ubica en 4 % en doce meses (3,7 % el año pasado). Desafortunadamente, así como nos dolió el encarecimiento de los combustibles derivados del petróleo, nos golpea ahora la suba en el precio de los alimentos (9,4 %), de las frutas y verduras (28,1 %), y de los vegetales (tomate) 37,2 % en particular, por una sequía que perjudicó y por la especulación comercial, entre pequeños y grandes negocios, con culpas todos. Pero saltos de precios en estos rubros ya los hemos tenido en varias épocas anteriores, volviendo a instalarse la normalidad dada la estacionalidad del fenómeno. Además, Argentina ha comenzado a vivir la realidad, con el adiós a los precios artificialmente baratos. De los que meses atrás disfrutábamos en nuestros hogares, con o sin el sello del contrabando, en una canasta familiar menos cara. En términos de comercio exterior nuestras exportaciones van muy bien. Por factores más externos que internos se ha venido dando una suba en la cotización del dólar en marzo-abril (3,3 %), pero no viaja por las nubes, no escala el Everest, no se ha escapado descontroladamente ni hay desborde alguno.

El Banco Central vendió USD 404 millones (USD 325 millones en abril), como lo hace siempre. En igual periodo del año pasado vendió USD 448 millones. En todo el 2021, USD 1.502 millones. Las intervenciones son absolutamente normales, excepto para quienes desde el 2015 vaticinan el derrumbe de la economía paraguaya, justamente por tener un dólar bailarín. Las reservas internacionales del Banco Central bajaron casi USD 600 millones con respecto al nivel récord de USD 10.746 millones, lo que también es normal en el sube y baja característico, pero no nos vamos a quedar sin reservas, las que tenemos equivalen al 22 % del tamaño de la economía, nivel que pocos países tienen. Y finalmente, tenemos récord en la recaudación de impuestos, con un adicional de USD 460 millones en casi ocho meses. En abril, el monto anualizado es de USD 4.671 en recaudación de impuestos, frente a USD 4.266 millones frente a abril de 2023.

En solo dos jornadas se colocaron en el mercado local bonos soberanos en guaraníes por el equivalente a USD 373 millones. El 75 % de los compradores son bancos, financieras y cooperativas. ¿Desconfianza? En el mundo se colocaron bonos soberanos en guaraníes (primera vez en la historia) equivalentes a USD 500 millones. ¿Desconfianza? Patrioterismo es hablar bien de tu país y joderlo al mismo tiempo. La verdad, si es verdad, es verdad. Was gesagt werden muss, muss gesagt werden. Duele decirlo, pero hay que decirlo. DDPHQDPH1885

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