José Luis de Juan: «El arte es un juego serio en el que tienes que ir a buscar tus raíces»

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José Luis de Juan: «El arte es un juego serio en el que tienes que ir a buscar tus raíces»

El novelista, poeta y ensayista mallorquín publica ‘La imagen cautiva’ (Ediciones del subsuelo), un libro en el que el arte y la creación son los ejes de un diálogo íntimo entre dos artistas que se enfrentan a la obra desde distintas actitudes vitales

El escritor mallorquín José Luis de Juan, en las instalaciones de este diario

El escritor mallorquín José Luis de Juan, en las instalaciones de este diario / DM

Redacción

«En el bolsillo solo debía llevar una libreta, y lápiz, o un Bic bien afilado».

No soy de los que llevan siempre un boli a mano, a diferencia de Ralf, el personaje de La imagen cautiva. La escritura, en mi caso, es espontánea. Me pongo a ello cuando estoy en vena y cojo el ritmo. No soy metódico.

¿Le resulta indispensable escribir?

No. Puedo estar temporadas sin escribir, no necesito escribir cada día. Sí hay una pulsión, un interés, una semilla que siempre está ahí.  

¿Un mero apunte puede condensar todo lo que vendrá después?

A veces sí. Con las palabras no es lo mismo pero en una imagen, en una acuarela, a veces pones una serie de cosas que luego se transformarán pero hay una semilla ahí, que es el mero apunte, y que puede ser un punto de partida importante para lo que vendrá después. El punto de partida de La imagen cautiva fue básicamente una amistad muy larga con un artista al que conocí en 1972, Rafael Cañellas Roca. Él era una persona que estaba muy segura de que su dedicación, que no su sustento, probablemente, fuera la pintura. 

Usted empezó pronto a escribir relatos y poesía, pero luego sus intereses se desviaron hacia la pintura y la escultura.

A mí también me gustaba dibujar, me gustaba el arte, pero me inclinaba más hacia la palabra, y escribía desde muy joven. Su personalidad y la mía, diferentes, encontraron una química que ha hecho que sigamos teniendo amistad durante más de 50 años. Él es un personaje muy singular, extrovertido por una parte e introvertido en lo que se refiere a su mundo pictórico e imaginativo, pero tiene unas cualidades excepcionales. Nuestra relación ha sido de influencias. Durante una época dejé de escribir. Yo gané un premio literario muy pronto, antes de empezar la universidad, un certamen que lo llevaba Juan Bonet. Ese fue un punto de partida. En esa época yo escribía mucho pero fui derivando a la pintura. Estaba en Barcelona y había otros estímulos, pero no dejé de leer, que es lo básico para escribir, lo que realmente te lleva a escribir. Pero sí que me empecé a concentrar poco a poco en la pintura, sobre todo más adelante. Con este libro no he querido hacer una biografía, quería hacer un libro que tuviera una esencia artística, con una voz, un tono y un cierto misterio, el de los personajes. Sabía que era muy difícil pero me apetecía mucho hacerlo. El libro fue desarrollándose con el tiempo, con la escritura misma. El apunte es un inicio, sí, una especie de acelerada que luego te va llevando a otras cosas que no habías pensado y que enriquecen el libro.  

Portada de 'La imagen cautiva'

Portada de 'La imagen cautiva' / DM

Un libro que escribió, en parte, en Corea del Sur.

La primera vez que fui a una residencia de escritores fue en 2000, en Francia, donde había publicado una serie de libros y me ofrecieron ir. Estuve tres meses y fue una experiencia muy importante, allí escribí Kaleidoscopio [novela finalista del premio Nadal 2002] y me aficioné a ir a sitios de vez en cuando. Estuve en Alemania, Suiza, Nueva Zelanda… Vi la posibilidad de ir a Corea, y lo pedí. El ambiente era muy interesante, también muy cerrado, había muy pocos extranjeros. El hecho de pasar unos meses en Corea del Sur, a 10.000 kilómetros de distancia, me ayudó bastante a centrar el asunto, a darle más coherencia y fuerza al libro. No sé si hubiera escrito el mismo libro de no haber ido a Corea. Cuando acabé mi estancia de dos meses y pico allí le envié el libro a mi amigo, sin saber cómo iba a reaccionar, porque no era el libro que habíamos comentado inicialmente. «Lo he leído como si fuera una ficción», me dijo, no porque no fuera verdad sino porque tal como estaba construido… no encontró prácticamente pegas. 

El arte y la creación son los ejes de este diálogo íntimo entre dos artistas, uno escritor, el otro pintor. ¿Qué puede adelantar de la personalidad de estos dos personajes?

El protagonista, el pintor, tiene una personalidad bastante dual, en la que predomina la imaginación, el sueño, la parte creativa… es una persona que lee muchísimo y tiene una curiosidad insaciable por un montón de temas, por mundos diferentes. En cambio, el narrador tiene una personalidad más contemplativa, es más inquieto, menos intelectual que el pintor. Ralf ha tenido una vida bastante tranquila, a nivel personal, familiar, y yo, el narrador, no. 

¿Usted sigue cultivando la pintura?

No tanto como antes, muy poco. No es que haya perdido conexión con el arte pero sí confianza en lo que hago. A veces hago cosas y no descarto que vuelva. El dedicarse a la literatura, hacer reseñas o escribir artículos te exige mucho tiempo.  

¿Entiende el arte como un juego?

Es un juego, pero con unas reglas que tú te das, y bastante estricto. El arte es un juego, pero serio, en el que tienes que ir a buscar tus raíces. Paul Klee, un pintor que me gusta mucho, decía que todo arte es un remoto recordar. Vas buscando una serie de cosas que están en tu cabeza pero tienen que salir en ese momento, y no sabes cuáles son exactamente. Cuando salen, eso es el arte. En el fondo, La imagen cautiva intenta ser una obra de arte, no en el sentido de que es perfecta, o de que es una obra maestra, no, sino que sea una obra con las cualidades que has buscado. Y para esto necesitas encontrar una voz que no es tu propia voz.  

Los últimos trabajos del «célebre pintor del sudeste de la isla», ¿son obras de arte u obras maestras?

Todas son obras de arte y algunas son obras maestras, y otras tal vez no tanto. Pero esto es normal, también le pasaba a Picasso, Matisse, Paul Klee… Es la diferencia que hay entre el arte por el arte, como es el caso de Ralf, que no es para ganar dinero, para vivir de él, y el arte que es tu modus vivendi.    

¿Cómo debe enfrentarse el lector a esta novela?

Sobre todo con paciencia. Es un libro muy oral, muy hablado. Sí que hay un estilo, frases muy largas, y no hay una intriga, aparte de la intriga de la vida y la amistad, por una amistad de este tipo, que no es común, es muy intrigante. Creo que el concepto de amistad que había antes se ha perdido un poco. La amistad que había antes tenía un contenido un poco diferente. El libro es un relato de una amistad muy larga y profunda que hoy en día es difícil que se dé y sobre todo que dure por la misma dispersión que hay, con las redes sociales, los móviles… Hoy todo el mundo es amigo de todo el mundo, con los likes y tal, pero todo es muy efímero y se queda en la pantalla, en lo virtual.      

«La belleza es el comienzo de lo terrible», decía Rilke. ¿Qué hay de bello y que hay de nuevo, respecto a su producción literaria, en La imagen cautiva?

Con esta cita Rilke quería decir que la belleza puede tener otra cara, y esa cara no es agradable, y a veces puede ser terrible, como en un enamoramiento. Con este libro he descubierto lo importante que es la aceptación de todo lo que has vivido, es decir, mientras vivías determinadas cosas pensabas que estabas equivocándote, o saliendo de un lugar en el que te sentías seguro, en el que estabas a gusto, que te permitía hacer una serie de cosas, te permitía lo que se repite en el libro: vivir para uno mismo, que es lo que decía Proust. Escribiendo el libro me he dado cuenta de que todo lo vivido, fuera bueno o malo, es lo mismo, es una especie de ecuanimidad, algo muy importante y que también se ha perdido mucho, ecuanimidad en el sentido de estar en el punto medio entre dos extremos, de llevar un equilibrio. En el libro hay mucha memoria pero en ella no hay sentimentalidad y nostalgia, que sí están en las biografías. Está esa sensación de abrazar todo lo que has vivido, de estar de acuerdo con ello. Realmente La imagen cautiva es un libro íntimo, y yo creo que los libros íntimos son los que interesan al lector, no los que hablan de cosas generales, o los que presentan tramas inventadas, que te absorben durante unas horas pero luego las olvidas y no te deja ninguna huella. Este libro lo que quiere es que deje una huella, que deje preguntas en el lector, que es lo que se decía que hacían los clásicos: te dejaban cuestiones que nunca están resueltas pero te las dejaban ahí sonando como una canción, como una campanilla. 

El escritor José Luis de Juan

El escritor José Luis de Juan / DM

Blanquerna, el Frontón balear, la plaza Fleming, la plaza Quadrado, donde Ralf tuvo su atelier... Son numerosos los lugares que el lector reconocerá de Palma. ¿Usted reconoce la Ciutat actual o se ve en ella como un extraño?

Me sigue gustando muchísimo Palma, cada vez más. Yo me movía sobre todo en la plaza de los Patines, que es donde he vivido casi toda mi vida. Iba al colegio La Salle, que estaba allí. La Palma vacía que vimos en la pandemia todavía existe, es decir, cuando no están los turistas. Lo de ahora es terrible, hay muchísimos más que antes, te encuentras grupos de 20 personas, cada uno con su guía, en todas las esquinas. La invasión turística está llegando a niveles bastante insospechados.  

¿Cuál es su paisaje preferido de Palma, en el que se siente más a gusto?

El de la muralla, la Catedral, la Almudaina, visto desde Can Pere Antoni. Es el que veíamos cuando volvíamos en barco desde Barcelona. También hay otros paisajes que me interesan, como la zona donde estaba el canódromo, presente en muchos recuerdos de mi infancia y adolescencia; o el del barrio de la Calatrava, donde he vivido bastante tiempo, un barrio que siempre había sido tranquilo y que tiene un ambiente muy particular.

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