‘The Substance’: Feminismo sangriento – El Contraplano
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Reseña de The Substance, de Coralie Fargeat

Tres años después de que Julia Ducornau provocara un gran revuelo en el Festival de Cannes con Titane, una película de terror con grandes dosis de violencia, sangre y mutaciones corporales, y se alzara con la Palma de Oro, este año es el turno de Coralie Fargeat con The Substance. Las dos directoras presentando su segunda película tras Crudo y Revenge, respectivamente. El revuelo y alboroto han sido los mismos; en unos días sabremos si el premio también. Pero, sobre todo, lo que las dos directoras comparten es un estilo propio, un talento desbordante y el uso del terror (como género cinematográfico) para deslizar un mensaje feminista. ¿He dicho deslizar? Quería decir gritar, escupir o arrojar. Es más apropiado.

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Hace tiempo que venimos diciendo que las mujeres están tomando la palabra en el cine de terror, un género que hasta ahora estaba muy ligado al público masculino y que desde hace años está cambiando. Hace unos meses, al hablar del estreno de The Royal Hotel en el Zinemaldia, mencionaba que el género de terror era muy apropiado para contar una historia que era terrorífica en la vida real, la de los abusos sexuales a mujeres. Ahora he de decir lo mismo con The Substance: ¿qué mejor género que el terror para hablar del miedo que la sociedad impone a las mujeres a envejecer, a estar feas? El escrutinio de cada arruga, de cada kilo de más, de cada look. Artículos sobre las peor vestidas en una alfombra roja, análisis de cada retoque estético por parte de una industria que ha forzado a esas mujeres a hacerse esos retoques, fotos buscando un kilo de más en el abdomen un día de playa… trabajos que ya no te dan porque ya no eres tan guapa como antes. Tiene que ser terrorífico vivir bajo esa presión, así que sí, hacer una película de terror sobre el tema tiene sentido.

The Substance está protagonizada por Demi Moore como Elizabeth Sparkle, una estrella de cine en horas bajas. Algo que Fargeat recrea muy bien en la primera secuencia de la película con la creación y degradación de una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood. Ahora tiene un programa de aeróbic en televisión producido por Harvey (Dennis Quaid), un megalómano ejecutivo de televisión cuyo nombre no parece ser casual. Harvey decide que Elizabeth ya no es atractiva porque ha pasado de los 50 y decide despedirla. En ese momento, una extraña organización le ofrece a Elizabeth un producto llamado «La Sustancia», una inyección que crea una versión más joven y perfecta de sí misma, llamada Sue, interpretada por Margaret Qualley. Eso sí, como suele ocurrir con estas cosas, hay reglas estrictas: Elizabeth y Sue deben turnarse semanalmente, con una de ellas inconsciente mientras la otra vive su vida. Y como es de suponer, esta situación crea desequilibrios y recelos, a pesar de que los proveedores de “la sustancia” les insisten una y otra vez en que no son dos, que las dos son una.

Los procesos de creación y transformación son dolorosos y así se transmiten en pantalla. La lucha entre las dos mujeres, o más bien entre las dos versiones de la misma mujer, también. Los efectos físicos duelen, molestan, son desagradables; pero no es gratuito. Tiene que sentirse el terror a la imperfección, el examen continuo, el miedo a no cumplir los estándares. Fallar duele y así lo sentimos.

Se aprecian muchas referencias en la película. Hay homenajes explícitos a Hitchcock y a Kubrick; también se nota una tendencia a la sátira y ridiculización que recuerda a Verhoeven; por supuesto, la nueva carne y las cabezas que explotan de Cronenberg, las criaturas de La Cosa de Carpenter, o cierta escena que evoca a Carrie de De Palma. Alguien podría decir que ya está bien de citar referentes masculinos para hablar de una directora mujer, pero está muy cercano el momento en que directoras como Fargeat o Ducornau sean citadas como referencias de las nuevas generaciones. Además, Coralie Fargeat adopta una mirada masculina deliberadamente repugnante, sexualizando a sus actrices constantemente, buscando todos los ángulos posibles para mostrarlas desnudas. Y resulta incómodo más que sexy, un bofetón para recordarnos cómo funciona el mundo de la televisión, la moda y el espectáculo.

Demi Moore es un acierto de casting increíble, un papel que le viene como anillo al dedo. Verla desnudarse frente al espejo, de manera metafórica y literal, es ver a una mujer enfrentándose cara a cara a su destino en un mundo cruel. En una película en la que todo parece extraordinariamente irreal, las texturas de la piel son lo más auténtico. Fargeat las filma muy de cerca, tan de cerca como la comida y las vísceras. Es repugnante, porque vivimos en un mundo en el que las imperfecciones son repugnantes.

Pero The Substance no se queda ahí solo. El conflicto entre las dos mujeres, que en realidad son solo una, es un claro ejemplo de un conflicto generacional y de la muestra de que la unidad lo es todo cuando eres atacada. No sois dos, sois una sola. Elizabeth podría explicarle a Sue las consecuencias que tienen en ella sus actos, hacerle entender, enseñarle de su experiencia; pero prefiere verla como una niña egoísta sin darse cuenta de que ella cometió los mismos fallos. Sue podría aprender de lo que sabe que le pasó a Elizabeth, pero de forma vanidosa prefiere aprovechar el momento y disfrutar de su belleza efímera. En realidad son una; debería existir solidaridad y empatía. O extrapolándolo a números mayores: sororidad.

En su último acto, la película se desmadra totalmente en un baño de sangre y vísceras —ya mencionaba Iñaki que las directoras de terror hacían un uso intenso de la sangre— que resulta totalmente coherente con una película de tono exagerado y situaciones elevadas hasta el ridículo: desde las caricaturas de los personajes masculinos hasta las dimensiones de los decorados, pasando por la estética y el uso del color. El tono de la película pedía un final así, las reglas del género pedían un final así. Además, cuando una película quiere mostrar el hartazgo por algo que debería estar superado —no parece casual una estética tan antigua, tan ochentera, para hablar de unas actitudes que ya deberían pertenecer a otra época— es lógico que al final pierda los estribos y estalle en una explosión de ira, rabia y violencia.

Qué curioso que dos de las mejores películas de esta edición del Festival de Cannes sean Emilia Pérez y The Substance. Dos películas de géneros —musical y terror respectivamente— que no suelen asociarse al cine sesudo y comprometido que es tónica en este y otros festivales, pero que, en ambos casos, sirven como vehículo para transmitir sus reivindicaciones y mensajes.

The Substance

Media Flipesci:
7.9
Título original:
Director:
Coralie Fargeat
Actores:
Margaret Qualley, Dennis Quaid, Demi Moore, Hugo Diego Garcia, Joseph Balderrama, Oscar Lesage, Vincent Colombe