'Todo un hombre': la inevitable extinción del poderoso hombre blanco

'Todo un hombre': la inevitable extinción del poderoso hombre blanco

'Todo un hombre' carece de complejidad y profundidad y no es nada más que una colección de estereotipos postmodernos al servicio de la nueva narrativa social

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La industria audiovisual estadounidense, como cualquier otra, tiene sus tradiciones. Quizá una de las más reconocibles es la de elegir un enemigo común para sus producciones. En los westerns los malos eran los nativos americanos o los mejicanos. En los ochenta y noventa fueron los rusos y en la era post 11 de septiembre el punto de mira de películas y series se centró en el terrorismo islamista.

En la época del 'Me Too', la ocupación de Wall Street, las crisis económicas y los candidatos septuagenarios a la Casa Blanca el enemigo común ha cambiado. La industria ha hablado y ha elegido su nueva presa: el hombre blanco de mediana edad. Mucho mejor si son millonarios y conservadores.

El último ejemplo de esta tendencia es 'Todo un hombre', reciente estreno de Netflix basado en la novela homónima de Tom Wolfe. En ella veremos la caída de Charlie Crocker (Jeff Daniels), un magnate inmobiliario de Atlanta con problemas financieros, a manos de un joven banquero idealista, su exmujer (Diane Lane), el alcalde de la ciudad y básicamente cualquier otro personaje de la serie.

Porque Croker es un manual de estilo andante de las razones de Hollywood para equiparar al hombre blanco rico con el demonio y exigir su extinción inmediata: es soberbio, arrogante, corrupto, amenazador, machista, desprecia a los animales, en declive físico y, por supuesto, casado con una joven varias décadas más joven que él. Cliché tras cliché tras cliché tras cliché.

Los cuatro primeros capítulos demuestran la gran 'experiencia' de su creador, David E. Kelley, en géneros como el drama jurídico impreciso, la superficial crítica social y la creación de personajes unidimensionales que ya nos demostró en 'Ally McBeal' y 'Boston Legal' entre otras. Entretenidos, pero sin demasiada sustancia. De los dos últimos mejor no mencionar nada excepto la colección de baratos trucos de guión y giros argumentales en la que sobresale el monumental y decepcionante deus ex machina de la conclusión.

Para los amantes de la nueva doctrina moral esta serie lo tiene todo: un hombre violento que agrede a policías, un abogado sin brújula moral, un alcalde corrupto, un banquero adicto al sexo y un magnate más cerca de los dinosaurios que del homo arcoíris actual. La guinda la pone el compendio de virtuosas mujeres que los sufren. Todas ellas perfectas y sin mácula. Por si no había quedado claro, los hombres son malos, las mujeres buenas. Masticadito y listo para digerir.

'Todo un hombre' carece de complejidad y profundidad y no es nada más que una colección de estereotipos postmodernos al servicio de la nueva narrativa social en la que el malo lo es de nacimiento, por decreto y obviamente, siempre el mismo. Netflix en estado puro.

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