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Pintura

La reina efímera

7 mayo 2024

¿Cuánto tiempo podemos considerar que es un período breve para un reinado? ¿Una semana? Pues poco más, exactamente nueve días, es lo que permaneció en el trono de Inglaterra Jane Grey, nuestra protagonista de hoy, cuyo nombre suena a novela romanticoempalagosa de finales del XIX. Pero no, no es de esa época. Los hechos sucedieron a mitad del siglo XVI. Veamos cuál es su triste historia.

Tomemos como guía un enorme cuadro, de casi ocho metros cuadrados, realizado por el pintor romántico, este sí, Paul Delaroche, trescientos años más tarde de cuando sucedieron los acontecimientos.

El cuadro, de composición absolutamente central, tiene su foco de atención en la muchacha que aparece de rodillas con los ojos vendados, pero sobre todo en la impresionante luz que proyecta su vestimenta. La mirada del espectador sigue por el taco de madera fuertemente anclado al suelo, que hace presagiar lo que está sucediendo.

Las figuras laterales, fuera del foco lumínico, ayudan sin duda a crear la atmósfera teatral que el pintor busca.

El tinte melodramático se ve muy bien en un detalle, el pañuelo que cubre los ojos.

Está colocado tapando más la frente que impidiendo la visión. Esta posición del pañuelo permite al artista mostrar prácticamente todo el rostro de la reo, mucho más agradecido pictóricamente que reflejar un trozo de trapo y por otro lado, en ese gesto que se intuye en la joven de intentar ver por debajo del mismo, como cuando jugábamos a la gallinita ciega, está la clave del cuadro y de lo que realmente sucedió.

Pero previamente a seguir con nuestra historia un poquito, muy poquito, de sucesiones dinásticas, siempre tan limpias y honestas ellas.

Estamos en Inglaterra a 10 de julio de 1553. Hace solo seis años que ha muerto Enrique VIII, el famoso rey que creó la iglesia anglicana porque el Papa no le daba el divorcio. Su sucesor es su único hijo varón Eduardo VI pero este muchacho la palma con tan solo 15 años sin hijos que le continúen en el trono. El joven rey viendo que podía morir nombra heredera a una prima lejana lady Jane Grey.

No soy experto en realezas, pero más me inclino a creer que son los “chupópteros” de su corte quienes hacen ese nombramiento, pero bueno el resultado es el mismo.

La pobre Jane es coronada, a pesar de sus reticencias, cuando contaba 16 años.

La recién nombrada reina de Inglaterra era una joven con fama de haber recibido una exquisita educación humanista y de unas maneras extremadamente delicadas y hago hincapié en esto para entender mejor el cuadro que comentamos.

El porqué de este sorprendente nombramiento es muy sencillo, Jane Grey es una ferviente defensora de la iglesia anglicana.

Ya tenemos el lio.

La hermana de Eduardo, María Tudor dice,

“Hasta aquí hemos llegado. Yo soy la auténtica reina.

Aguanté que se nombrase rey a Eduardo, a pesar de ser yo la mayor, por ser varón. Pero esto es demasiado, y todo porque soy católica, apostólica y romana y todo esto del anglicanismo me parece un invento de mi padre. ¡Os vais a enterar!».

Total, nuestra protagonista es coronada el 10 de julio de 1553 pero nueve días más tarde es depuesta y arrestada por María y sus seguidores acusada de “usurpación del trono”.

Jane Grey es encerrada en la Torre de Londres y condenada a morir por decapitación.

Le subieron al cadalso y le vendaron los ojos.

Totalmente desorientada, momento que refleja magníficamente el cuadro de Delaroche, comienza a buscar, tanteando con las manos, el taco de madera donde apoyar la cabeza para su separación del tronco de un hachazo.

Angustiosamente pide ayuda al guardián de la Torre.

Se dice que, presa del pánico, gritó:

 ¿Dónde debo apoyar mi cabeza?

¿Qué tengo que hacer?

Al teniente de la Torre, Sir John Brydges, le supera semejante angustia y apiadado, la guió hasta el bloque con una compasiva sutileza. Fijaros en el cuadro.

Todo el patetismo del momento y sobre todo la vacilación de la joven está perfectamente plasmada en la pintura.

La fragilidad de Jane se ve realzada por el virtuosismo con el que está pintado el satén blanco del corpiño y enaguas, dándole unas calidades que convierte la vestimenta en el foco de la obra.

Llama la atención el mullido cojín que la reo tiene bajo sus rodillas, haciendo irónicamente más confortable esta postura, frente a la sordidez de la paja debajo del taco de ajusticiamiento con la finalidad de evitar se extienda la sangre de la ejecución.

A la derecha del espectador aparece el verdugo, cabizbajo, sujetando el hacha.  Parece estar pensando en que pase el momento lo antes posible. Según los cronistas de la época pidió perdón a la condenada por lo que tenía que hacer, y ella se lo concedió. Si es leyenda o no…

En el otro lado dos damas de compañía de la infortunada reina. El dolor por lo que está sucediendo es evidente. Una de ellas caída en el suelo desfallece de angustia, la otra de espaldas, se apoya en la pared cubriendo su rostro incapaz de presenciar el horror del momento.

Esta pintura que se había dado como perdida en la inundación de 1928 fue encontrada accidentalmente en los sótanos de la Tate Gallery en perfecto estado, volviendo a ser expuesta en 1973 en la National Gallery.

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