ELECCIONES CATALANAS | Cataluña no ha abandonado su proyecto de soberanía política

Opinión | EN EL CAMINO DE LA HISTORIA

Cataluña no ha abandonado su proyecto de soberanía política

Los nacionalistas tendrán la presidencia de la Generalitat y continuarán siendo llave para mantener a Sánchez al frente del gobierno

Puigdemont: "Esperemos que sea la última jornada de muchos exilios para mucha gente"

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Las elecciones catalanas se han desarrollado y no han puesto ninguna novedad en el tablero de la complicada política catalana y en la no menos complicada española. Era lo que se esperaba tras las diversas encuestas que circulaban; el agotamiento de partidos nacionalistas como ERC, el ascenso de Junts, que junto al resto de los partidos independentistas logran 61 escaños, 13 menos que los que sumaron en 2021. Es el peor resultado desde 1980 pero tal como están las componendas políticas y a pesar de que el PSC fue el ganador, no tiene claro que vaya a gobernar. Y si hacemos una reflexión que tampoco tengamos que refugiarnos un par de días para dar con las consecuencias que se derivarán es que los nacionalistas tendrán la presidencia de la Generalitat y continuarán siendo llave para mantener a Sánchez al frente del gobierno.

Pierre Vilar, uno de los historiadores franceses con prestigio mundial, entendió perfectamente los condicionantes que se han puesto en juego en el determinismo de una política nacionalista consecuente camino de la estructura de un Estado dejándolo bien claro en la introducción del primer volumen de la Historia de Cataluña, que califica la España de las autonomías como un artificio en vez de un edificio. Puesto que considera a la historia como una ciencia que nos permite conocer ese pasado para entender el presente que vivimos y construir el futuro.

Y esto no ha dejado de ser así mientras se avanza en el proceso político catalán bien a contracorriente y bordeando el lindero de lo inadmisible constitucionalmente.

Si nos atenemos a lo que refiere el artículo 92 de la Constitución el camino es corto o más bien imposible; sin embargo, habría que invocar el articulo 168, con lo cual habría que someterse a una revisión constitucional cuando afecte al título preliminar de la misma, que aborda la indisoluble unidad de España con una serie de vicisitudes que comenzarían por la disolución de las Cortes y nuevas elecciones generales, lo cual sería poco más o menos que imposible, por lo que habría que ir mas allá para aplicar el derecho de autodeterminación según se refleja en el Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales, aprobado por la ONU en 1966, ratificado por España y publicado en el BOE de 30 abril por la Jefatura del Estado en 1977, donde el derecho a la autodeterminación si en 1960 era para aquellos pueblos colonizados ya en 1966 se aplicaría a todos los pueblos del mundo. Una tarea complicada y perdida en el tiempo, si no que se lo pregunten al pueblo saharaui, por ejemplo.

Pero sí sería un error creer que los problemas del encaje de Cataluña se lograrían en el actual texto constitucional, ya que la misma historia nos recuerda que la cuestión catalana no es de unos cuantos años atrás, tiene sus raíces en siglos pasados y que si se pretende arreglarlo con componendas y no con soluciones profundas y radicales, muy poco se avanzaría.

Desde la guerra de Sucesión y por Felipe V, tras el decreto de Nueva Planta se ha intentado construir un Estado unitario sin admitir, para empezar, la construcción lógica de un estado plurinacional, por lo que habrá que mover más temprano que tarde el Título VIII de la Constitución y modificar el modelo de Estado, si es que se pretende fomentar la convivencia no solo en Cataluña sino en el resto del Estado , que no observen y padezcan un federalismo asimétrico, lo que empujaría al enfrentamiento entre los diferentes territorios. Por lo que siguiendo con la propuesta, que en su momento propició el historiador francés mencionado, Pierre Vilar, habrá que dejar atrás el artificio de las autonomías hasta llegar a la construcción de un edificio plurinacional.

Con ello se conseguiría que los resabios centralistas se fueran extinguiendo y que la nueva realidad política haga comprender que es ese el camino.

Al menos es el más a mano, de momento el que se tiene para que los conflictos políticos dentro del Estado español no se conviertan en un eterno retorno.