La elegancia en la batuta de Swensen

Crítica

La elegancia en la batuta de Swensen

  • El de Nueva Jersey se pone al frente de la Orquesta Ciudad de Granada en un concierto donde desplegó su talento y elegancia, mostrando el profundo conocimiento que atesora 

Joseph Swensen al frente de la orquesta este fin de semana.

Joseph Swensen al frente de la orquesta este fin de semana. / GH

La Orquesta Ciudad de Granada recibió este fin de semana al director Joseph Swensen, principal director invitado por nuestra orquesta esta temporada y gran conocedor de su sonido y potencial artístico. Como viene siendo habitual en sus visitas, Swensen desplegó toda su elegancia y su profundo conocimiento del repertorio en un concierto espléndido que no dejó indiferente a la audiencia asistente, y para el que contó con la bondad técnica y virtuosismo artístico de Roman Rabinovich al piano. En el programa figuraron dos obras emblemáticas de la música rusa: el tercer Concierto para piano de Serguéi Prokófiev, quien supo conjugar modernidad y tradición en los convulsos tiempos de Stalin, y la Sinfonía núm. 6 Patética de Piotr Ilich Chaikovski, legado estético de uno de los grandes exponentes del romanticismo centroeuropeo en Rusia.

Joseph Swensen ocupó el puesto de director con porte elegante y con la humilde determinación que le caracterizan, pues su gesto combina a partes iguales fortaleza y distinción. Le acompañaba el todavía joven intérprete Roman Rabinovich, quien posee tras de sí una exitosa carrera internacional desde que debutara junto a Zubin Mehta con tan solo diez años. No en vano, estamos ante uno de los grandes pianistas del siglo XXI, llamado a convertirse en leyenda por su precisión y su indiscutible concepción del discurso musical. Junto a Swensen y la OCG interpretó el Concierto para piano y orquesta núm. 3 en Do menor op. 26 de Prokófiev, una partitura sumamente exigente que el propio autor reconoció que contenía una de las partes solistas más complejas de su producción.

Sin duda, Roman Rabinovich cautivó al público granadino, interpretando con gran maestría cada uno de los tres movimientos de este concierto, a caballo entre la modernidad y las tendencias occidentales. Su pulso, decidido y compensado en cada nota, describió con la exactitud de un delineante cada tema, cada línea melódica secundaria, cada motivo contrastante y cada tejido armónico secundario. Escuchar a Rabinovich al piano produce un doble efecto de asombro y emoción ante su virtuosismo y ante la clara comprensión de su discurso, que en esta ocasión estuvo magníficamente secundado por la OCG, hábilmente equilibrada por Swensen. Desde los primeros compases de este concierto, una de las mejores páginas solistas de Prokófiev, se hizo evidente la perfecta conexión entre el director y el solista, así como el preciosista sonido del conjunto orquestal. La calurosa acogida y el prolongado aplauso recibido al final de la primera parte persuadieron a Rabinovich para regalar dos bises: el Preludio op. 23 núm. 5 de Serguéi Rachmaninov y La soiree dans Grenade de Estampes, de Claude Debussy.

La segunda parte se consagró al gran testamento musical que supone la Sinfonía núm. 6 en si menor Patética op. 74 de Piotr Ilich Chaikovski, quien dirigió su estreno una semana antes de fallecer. Nuevamente, Swensen ocupó el podio central para articular una interpretación magistral de la partitura, desde el solo inicial del fagot antes del Allegro non troppo hasta el conmovedor y contenido cuarto movimiento Adagio lamentoso, pasando lógicamente por el optimista vals del segundo movimiento o el vivaz y rutilante scherzo. La gestualidad y expresividad del director, que igual danzaba en los pasajes cantábiles como marcaba con evidente firmeza los puntos de máxima tensión, estuvieron al servicio de la interpretación orquestal para configurar una paleta de colores tímbricos rica y plagada de pasajes sumamente emotivos, como requiere la música de Chaikovski. El establecimiento de los tempi con clarividente exactitud y el perfecto balance entre los efectivos tímbricos que proporciona nuestra siempre dúctil orquesta fueron claves para concebir una versión de la partitura -verdadero compendio de elementos melódicos y recursos expresivos – que estuvo llena de emoción y belleza. Swensen ofreció frente a la OCG una interpretación perfecta de la obra, obteniendo matices sumamente sutiles con pequeños gestos dentro de la siempre elegante dirección a la que nos tiene acostumbrados.

Orquesta y director fueron ovacionados prolongadamente tras esta espléndida interpretación por el gran trabajo llevado a cabo en la puesta en atriles de estos dos monumentos de la música sinfónica. El director, satisfecho y notablemente contento con el resultado, salió a saludar hasta tres veces, y en agradecimiento a los componentes del conjunto fue levantando con humildad y un gusto exquisito a las distintas secciones por su magnífica labor.

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