Madrid es la capital mundial… del toreo
Madrid es la capital mundial… del toreo
Rubén Amón

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Madrid es la capital mundial… del toreo

La isidrada representa un fenómeno genuino y propio de primera relevancia frente al artificio de los acontecimientos importados, incluidos la mascletá, el tenis y la Fórmula 1

Foto: 'El Juli' en Las Ventas. (EFE/Kiko Huesca)
'El Juli' en Las Ventas. (EFE/Kiko Huesca)

Los esfuerzos de Madrid por mimetizarse en otras fiestas y en acontecimientos lúdicos importados sugiere un complejo de inferioridad bastante embarazoso. Me refiero a la mascletá que nos trajo a Almeida. O a la tamborrada de imitación donostiarra. Y también al esnobismo que concita el torneo de tenis. Va cuajando el acontecimiento a fuerza de repetirse, pero el open se resiente del esnobismo y de la frivolidad. Los espectadores realmente aficionados asisten estupefactos al ajetreo de los palcos vips. Que se vacían o se llenan no por lo que sucede en la pista, sino por el apetito, la sed y el hambre social. O porque se trata de asistir únicamente a las prestaciones de Rafa y de Carlitos, de tal manera que la eliminación prematura de ambos deslució las expectativas de la gran kermesse.

No funcionan mejor las iniciativas festivas locales, por mucho que se trate de inculcar entre los madrileños el heroísmo de los vecinos contra los invasores franceses. La gente se disfraza de hábito más grotesco que goyesco. Y Ayuso enfatiza la prosodia de la resistencia como si fuera ella la emperatriz de Lavapiés a la que alude el famoso chotis de Agustín Lara.

Foto: El desolador aspecto del Mutua Madrid Open sin Alcaraz y Nadal. (José Morón / X)

Nunca estuvo el compositor mexicano en Madrid. Ni le tampoco le hizo falta para retratar los clichés de la villa y corte al compás del organillo, precisamente porque la capital carece de una idiosincrasia. No conviene dramatizar al respecto. La virtud de Madrid -una ciudad nueva, de capitalidad reciente- consiste precisamente en su ausencia de identidad. Por esa razón le resulta tan abierta a los foráneos. Y por el mismo motivo resulta ridículo forzar una épica y una estética del madrileñismo. O traerse la Fórmula1 para reaccionar con opulencia a los propios complejos.

Madrid reúne grandes atractivos en su calidad de vida, en sus índices de longevidad, en su vida cultural y nocturna, en la influencia y sugestión del Museo del Prado. La capital aloja tres equipos históricos de primera división -el Madrid, el Atleti y el Rayo- del mismo modo que aporta muchas razones -todas- para presumir de la primera plaza de toros del mundo.

Foto: Fiestas de San Isidro en Madrid. (EFE/Rodrigo Jiménez)

Y no por el tamaño. Al hermoso coso de Las Ventas le superan en aforo las plazas de México y de Valencia (Venezuela), pero no caben dudas respecto a la importancia y hegemonía de la olla de ladrillo que se yergue en la calle. Alcalá y que se calienta y bulle con motivo de la gran isidrada.

Ha empezado la feria este fin de semana al compás de Morante. Se prolonga el acontecimiento durante un mes. Treinta festejos consecutivos con la excepción de los lunes. Y un ajetreo de figuras, ganaderías y aficionados cuya expectación aspira a concitar 700.000 espectadores.

Foto: El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, en la clausura el pasado 25 de abril de la XXVIII Lectura Continuada de El Quijote en el Círculo de Bellas Artes. Eduardo Parra / Europa Press Opinión

San Isidro es la feria de todas las ferias. La más genuina. Y la más cosmopolita. Lo demuestra la presencia de toreros americanos y franceses. Lo prueba la heterogeneidad del público. Y lo confirma la irrupción de un matador peruano, Roca Rey, en la cima andina del escalafón.

Unas y otras razones reaniman el prestigio de la plaza de Las Ventas. Y explican el entusiasmo político con que el Ayuntamiento de Almeida y la Comunidad de Ayuso suscriben el apoyo al acontecimiento. Y puede que lo hagan por razones políticas y electoralistas, pero también porque los complejos de la izquierda en la sumisión al discurso antitaurino de Sánchez dejan el espacio libre y contribuyen al malentendido de la tauromaquia como un acontecimiento conservador, cuando no existe nada más transgresor ni vanguardista que la coreografía del erotismo y la muerte.

Los esfuerzos de Madrid por mimetizarse en otras fiestas y en acontecimientos lúdicos importados sugiere un complejo de inferioridad bastante embarazoso. Me refiero a la mascletá que nos trajo a Almeida. O a la tamborrada de imitación donostiarra. Y también al esnobismo que concita el torneo de tenis. Va cuajando el acontecimiento a fuerza de repetirse, pero el open se resiente del esnobismo y de la frivolidad. Los espectadores realmente aficionados asisten estupefactos al ajetreo de los palcos vips. Que se vacían o se llenan no por lo que sucede en la pista, sino por el apetito, la sed y el hambre social. O porque se trata de asistir únicamente a las prestaciones de Rafa y de Carlitos, de tal manera que la eliminación prematura de ambos deslució las expectativas de la gran kermesse.

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