Frida Kahlo: Retrato íntimo de una mujer fuerte y reivindicativa

Frida Kahlo: Retrato íntimo de una mujer fuerte y reivindicativa

Las convicciones marxistas y el orgullo por México la acompañaron siempre y Frida hizo bandera de ambos.

Frida Kahlo: Retrato íntimo de una mujer fuerte y reivindicativa (Marc Borrás)
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En 1928 Frida Kahlo se hizo miembro del Partido Comunista de México, reencontrándose con Diego Rivera y dando comienzo a su tortuoso amor. El pintor la retrató ese mismo año en el fresco Balada de la Revolución, vestida con blusa roja y estrella en el pecho, repartiendo armas para la lucha revolucionaria. Las convicciones marxistas, así como el orgullo por su país, la acompañaron siempre, haciendo bandera de ellas, por lo que no cabe duda de que tuvo una imagen pública política. De ahí a politizar su arte hay un paso, un paso que parece claro y firme, no obstante, que se descubre en realidad resbaladizo y lleno de matices.

A fin de cuentas, ¿su arte es intencionalmente político o es muestra de que la política lo impregna todo? En este sentido, debe tenerse presente el carácter personal de su pintura, la cual parece extraño que tenga una intencionalidad política. Es más, resulta difícil y esto es una opinión personal el creer que Frida Kahlo utilizara su propia imagen para hablar a las masas desde una perspectiva política y pública. Sin embargo, las lecturas de su arte muestran mensajes cargados de su carácter reivindicativo y no conformista, de su política personal, de su rabia, su dolor, su feminidad (entendida como todo aquello ajeno al hombre y por ello poco abordado en el espectro público y político) y de la ideología imperante que unos aceptan y otros rechazan, pero que a todos afecta. Quizá por eso, por lo íntimo de su obra, resulta tan sencillo empatizar con todo el dolor que ella toca, volviéndose su mensaje comprensible y abierto, siendo desde lo propio en reflejo de la sociedad. 

Frida con un corsé de yeso con la hoz y el martillo, decorado por ella misma. Ca. 1951.

Frida con un corsé de yeso con la hoz y el martillo, decorado por ella misma. Ca. 1951.ALBUM

Combate contra la ideología imperante

La doctora Bartra afirma que “el feminismo, a diferencia de otras teorías políticas, surge como un proceso de toma de conciencia a partir de las vivencias opresivas personales y representa, por lo tanto, un cuestionamiento de la vida cotidiana de cada quien. La consigna ‘lo personal es político’ tiene su significado vivo porque ha salido de la comunicación entre mujeres” (Bartra, 1994).

En gran parte de sus cuadros, Frida expresó la visión que de sí misma tenía, siendo tanto la pintora como el sujeto pintado. En lo personal de sus temas se expresan sus sentimientos, su forma de ver el mundo y aquello que le rodea. Por otra parte, en la elección de los temas existe una discriminación entre lo elegido y todo lo desechado, por lo que también muestra lo que quiere sentir, lo que busca ver, aquello que le preocupa y lo que desea pensar, o bien, le obsesiona.

Pocas obras son tan abiertas a la complejidad de reacción contra la ideología imperante (la visión del mundo desde los ojos masculinos) como la obra Autorretrato con el pelo cortado (1940). Por contra a la mayoría de sus autorretratos, en éste no aparece con ropa de mujer, sino que viste un amplio traje masculino. Su rostro parece seguro, como mostrando la consciencia de los acontecimientos que puede desencadenar el acto de haberse cortado el cabello; aparece con las tijeras en la mano simplemente para reivindicar su papel activo: nadie le ha cortado la melena, nadie la ha vestido de hombre, sino que todo lo ha hecho ella. En la parte superior de la obra, se reproducen los versos de una canción: “Mira que si te quise, fué por el pel, -/Ahora que estás pelona, ya no te quiero”.

Esta pintura se realizó poco después de su divorcio con Diego Rivera y está impregnada del carácter beligerante frente a la ideología predominante. Para comprender estos hechos, debemos tener en cuenta que durante su juventud fueron varias las ocasiones en las que Frida vestía traje de hombre. Del mismo modo, al formarse el grupo de los Cachuchas, ella era la única mujer, y durante su niñez, sus juguetes eran los que para la época se comprendían como “propios de niños”. Así, tenemos que la joven artista, antes de enamorarse de Rivera, tendía a una especie de androginia que parece reflejar su individualidad, su fuerte personalidad que se revela contra una feminidad impuesta para buscar la construcción de una nueva identidad femenina. Dicho todo esto, puede entenderse la obra como una reflexión, aunque resulta difícil aseverar sobre qué: ¿implica la obra que desde el momento en que se deja de ‘parecer mujer’ físicamente pelo corto, traje de hombre, posición erguida y piernas separadas, ya no se es querida?, ¿o señala estos hechos para mostrarse contraria y desea tener la consideración propia de los varones, que es ajena a este tipo de juicios superficiales?, ¿habla de su relación con Diego Rivera?, ¿o quizá expresa su deseo de ser como él, aunque es consciente de que en tal caso será rechazada?, ¿puede que hable de todo ello a la vez? 

Frida Kahlo, “Self- portrait with Cropped Hair (Cortándome el pelo con unas tijeritas)” (“Autorretrato con el pelo cortado”, 1940).

Frida Kahlo, “Self- portrait with Cropped Hair (Cortándome el pelo con unas tijeritas)” (“Autorretrato con el pelo cortado”, 1940).ALBUM

En cualquier caso, el cortarse el pelo y vestir con un traje masculino, que por su talla bien podría ser de Diego Rivera, debe entenderse como un gesto de rebeldía: “He hecho esto consciente de las consecuencias”. Además, vistiendo así afronta un doble ataque: no sólo a la feminidad, sino también a la mexicanidad reflejada en su ropa, de tal forma que reivindica su feminidad mexicana más allá de los estereotipos ideológicos. Esta idea ya apareció un año antes en Las dos Fridas, en la que reflexionó sobre su crisis matrimonial y su separación. Tal y como indica Andrea Kettenmann, la obra muestra “la parte de su personalidad adorada y amada por Diego Rivera [que] es la Frida mexicana con traje tehuana, [mientras que] la otra Frida está ataviada con un vestido más bien europeo. Los corazones de ambas están al desnudo y se mantienen unidos por medio de una única arteria. La parte europea de Frida Kahlo, despreciada, amenaza con desangrarse” (2007).

Debemos recordar que la pintora era hija de un alemán y una mexicana mestiza, lo que no riñe con su dualidad, sino que la crea y enriquece. Sin embargo, su mexicanismo rozando lo folklórico, ya alejada del vestir prendas de hombre o de corte más occidental como en Autorretrato con traje de terciopelo (1926) parece deberse al deseo por complacer a Rivera, quien afirmaba que “el clásico vestido mexicano fue creado por el pueblo para el pueblo. Las mujeres mexicanas que no lo usan no pertenecen al pueblo, son mental y emocionalmente dependientes de una clase extranjera a la que desean pertenecer, por ejemplo, a la gran burocracia norteamericana o francesa” (Herrera, 1984).

Frida Kahlo, “Autorretrato (en la frontera entre México y Estados Unidos)” (1932). Nótese el cuadro cargado de simbolismos que representa la artista.

Frida Kahlo, “Autorretrato (en la frontera entre México y Estados Unidos)” (1932). Nótese el cuadro cargado de simbolismos que representa la artista.PRIVATE COLLECTION / ALBUM / FINE ART IMAGES

Opinión propia como pensamiento político

Frida era una mujer urbana de clase media, hija de un europeo. Sin embargo, en su vida y en su obra adoptó deliberadamente como propio lo popular, entendido esto como lo rural, lo prehispánico, lo artesanal y, en general, lo contrario a la prosperidad material fruto de la industria y la técnica a la manera estadounidense, entendiendo todo ello como lo auténticamente mexicano. Pocas obras muestran tan claro este sentimiento como Autorretrato en la frontera entre México y Los Estados Unidos (1932), donde una tierra que hunde sus raíces en la cultura de un mundo propio anterior a la Conquista y en el que la naturaleza nutre a sus hijos, se contrapone a un paisaje fruto únicamente del mundo contemporáneo y donde señorea el nombre de Ford como demiurgo hacedor de una nación sin pasado propio.

El matrimonio Rivera-Kahlo se instaló en Estados Unidos, fascinando a su esposo mientras que ella quería abandonar el país. Sin acritud ni con un deseo de desprecio, de la forma más objetiva posible en la producción de una artista ya de por sí subjetiva, se nos presenta el estado de ánimo y su visión de la aquel mundo en su collage Allá cuelga mi vestido / New York (1933). En él se expresa un retrato del capitalismo estadounidense, reflejando los símbolos de su sociedad moderna y tecnológica, pero en la que no hay un ápice de calidez ni humanidad. Resulta curioso pensar que mientras ella sentía así el país, Diego Rivera estuviera mostrando su admiración por el progreso industrial y sus posibilidades en un mural para el Rockefeller Center. De nuevo observamos cómo la obra de Frida expresa sus pensamientos íntimos y así su forma de ver el mundo, y en tal sentido, lo que es muy personal en sus representaciones a su vez es lo muy político, puesto que en el ámbito personal, en el doméstico y en la vida cotidiana se toman decisiones y se ejerce poder y, por lo tanto, como advierte Bartra, “hay política” (1994).

En este sentido, llama la atención en contraposición lo superficial del arte del considerado como el pintor político mexicano por antonomasia. Así, la potencia y la verdad, lo nervioso y profundo del pensamiento que muestra la obra de Frida, se vuelve blanda propaganda en la obra pública de Rivera y, sobre todo, poco novedosa y falta de ideas de calado. Su pintura muestra la historia, la política con sus protagonistas y los grandes episodios para ofrecerlos al mundo, y lo hace cumpliendo los clichés propios de los pintores del siglo XIX. Se representan los grandes nombres de la historia en sus murales, donde tenemos los héroes y los villanos una vez más, y aunque el rostro de Marx, hoces y martillos aparezcan en estas obras, más allá de estos símbolos más propagandísticos que dialécticos no hay ningún análisis de la realidad, ni personal ni colectiva. Por el contrario, muchas son las obras de Frida donde desde su prisma consigue dar rostro al pensamiento, el dolor, los anhelos y la verdad a la que se siente sometida esa gente que forma las masas a las que Rivera pretendía dar gloria, pero que plasmó como figurantes vacíos y pasivos de la historia.

Frida Kahlo, “Retrato de Stalin (Indicación para un retrato de Stalin)” (1954). De los últimos cuadros de Frida a unos meses previos a su fallecimiento.

Frida Kahlo, “Retrato de Stalin (Indicación para un retrato de Stalin)” (1954). De los últimos cuadros de Frida a unos meses previos a su fallecimiento.ALBUM

Arte con intencionalidad política

Toda obra de arte posee un contenido ideológico. Esto puede entenderse como lo hacía Hadjinikolaou en Historia del arte y lucha de clases (1973), donde expuso su teoría según la cual las obras de arte reflejan en imágenes la ideología subyacente al artista y al contexto social que la produce. Así, toda obra de arte, especialmente si es de carácter introspectivo o personal, tenderá a manifestar la ideología de su artífice, por el contrario, en el caso de que sea una obra encargada, lo razonable es que muestre la ideología del comitente.

En este sentido, las obras de la artista poseen un componente político, feminista o simplemente ideológico mucho mayor cuanto más personales y en apariencia alejados de la política se encuentran. Así, nada muestra con mayor fuerza la violencia contra la mujer que el rostro impasible y el cuerpo cosido a puñaladas de Unos cuantos piquetitos (1935), palabras sacadas del asesino representado, quien se defendió ante el juez aludiendo a que tan sólo habían sido unos cuantos piquetitos los que había inferido a su víctima. Además, esta obra muestra la empatía de la autora por el dolor de la asesinada, ya que ella también padecía por culpa de Diego Rivera, así como tantas mujeres en grado y causa diferentes en los años 30 del siglo pasado en la sociedad mexicana lo hacían por uno o varios hombres.

La fuerza en sus obras emerge como un poder no convocado a lo largo de su producción. Sin embargo, en sus creaciones abiertamente comunistas la fuerza de su pintura se evapora, rozando lo caricaturesco o la copia vacía, tal y como ocurre con El marxismo dará salud a los enfermos (h. 1954), Autorretrato con Stalin (h. 1954) obra en la que el líder de la URSS aparece venerado como un santo, mostrando la decadencia del comunismo institucional que se convierte en religión, o algunas de las páginas de su diario con hoces y martillos. Podemos decir que, al intentar poner su arte al servicio del realismo revolucionario, éste fracasa, llegando a afirmar la propia pintora que “mi pintura no es revolucionaria, para qué me sigo haciendo ilusiones de que es combativa” (citado por TIBOL, 1983).

Sin embargo, poco puede ser más lejano a esta afirmación, puesto que su arte es muestra de la tenaz lucha de una mujer increíblemente fuerte contra toda imposición, golpe y dolor que le deparó la vida.

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