Venecia V. Eso de ser de izquierda, siempre de izquierda, en una Bienal me parece aburrido


Jean Cocteau el enfant terrible del Siglo XX 

El mar tan azul, el mar con su oleaje centelleante, el mar color turquesa donde nací. De pronto me lo encuentro en la 60ª. Bienal de Venecia, A Liquid Monument, obra mural de Olivier Marboeuf, metamorfoseándose en un lienzo de conflictos históricos y presentes. Guerras económicas mezcladas al mismo tiempo con la trata transatlántica de esclavos, pertinente al imperialismo occidental; luchas y deudas del Caribe; muertes en el Mediterráneo. Solidaridad afro y transcaribeña, extranjeros en todos lados. Esta obra hermosa enseña narraciones ocultas de explotación económica y militar. Es un proyecto que se presenta aquí con grabaciones sonoras de múltiples voces grabadas en diferentes lugares, situaciones y contextos. 



Otra, Encounters on Pain es una instalación de pendones que trata de cómo el capitalismo condiciona a las personas para que compitan y sean exitosas. Esto lleva a que los fracasados se rompan literalmente, de una manera u otra. Para dibujar las telas los participantes se tiraban en camillas forradas con papel médico. Entonces el médico preguntaba "¿duele?", con la intención de provocar respuestas que asociaran dolor físico con trabajo, estrés emocional y condiciones políticas de cada uno. Pienso que nada me queda claro ideológicamente, o en absoluto. El mural del mar me gustó, los pendones no. Y todo es izquierda, izquierda, izquierda. Y eso que yo me considero mujer de izquierda. Sin embargo, en una Bienal donde todos los temas, conceptos y artistas invitados tengan que ser de la misma tendencia, es denso y repetitivo. 


Pasear por Venecia es delicioso. Nadie puede deprimirse ahí, a menos que sea el protagonista de Muerte en Venecia, libro del alemán Thomas Mann. Pero no. Los paisajes de mar y nubes, puentes y canales, malecón, farolas, góndolas, gondoleros, vaporetos, lanchas, buques, callecitas, callejones, jardines, plazas, fuentes, pozos, iglesias, catedrales, teatros, monumentos, torres, hoteles elegantes como el Gritti Palace en Campo Santa María del Gigilio, adonde me llevó Abuela Emilia cuando yo tenía 15 años. Todo. Una de las ciudades más hermosas del mundo y más románticas…Caminando me encontré frente al Hotel Montecarlo, nada que ver con el Saturnia donde ahora me albergaba, sino que un hotelito barato donde bienales anteriores nos quedamos Taiyana, mi adorada Taiyana y yo. Recuerdo que hicimos amistad con los dos conserjes y que nos pasamos el tiempo carcajeándonos. También recuerdo que me medía el dinero, cada día me entregaba lo justo y guardó mi pasaporte y alguna joya en la caja de fuerte para que no la fuera a perder. 

 



Una exposición importante, interesante y espectacular en la Colección Peggy Guggenheim, Jean Cocteau: The Juggler’s Revenge (La venganza del malabarista), retrospectiva más grande jamás organizada dedicada a Jean Cocteau (1889-1963), enfant terrible de la escena artística francesa del siglo XX. Un artista totalmente versátil que fue criticado a menudo por sus contemporáneos. Su producción, así como la muestra, incluye dibujos, gráficos, joyas, tapices, documentos históricos, libros, revistas, fotografías, documentales y películas dirigidas por el polifacético Cocteau, así como aspectos muy destacados de su tumultuosa carrera. Me gustó mucho, aprendí mucho. De la colección personal de Peggy Guggenheim, si tuviera que escoger, me llevaría el Mark Ernst, Garden Airplane Trap, movimiento, composición, profundidad, caminos, flores, luz y colores y también el Magritte, pintura mágica del día y la noche, Empire of Light, sorprendente, además del suspenso que proviene de la calle desierta con roca siniestra de varias cara y casa sin puertas, algo cerrada a pesar de las dos ventanas iluminadas.


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