Cannes 2024: crítica de «Christmas Eve in Miller’s Point», de Tyler Taormina (Quincena de Cineastas)

Cannes 2024: crítica de «Christmas Eve in Miller’s Point», de Tyler Taormina (Quincena de Cineastas)

por - cine, Críticas, Festivales
17 May, 2024 10:41 | Sin comentarios

Esta comedia dramática se centra en lo que sucede a lo largo de una reunión de una familia extendida de origen italiano en una Nochebuena.

Dos tipos de película se combinan en CHRISTMAS EVE IN MILLER’S POINT, lo nuevo del director de HAM ON RYE, Tyler Taormina. La primera, como su título lo da a entender, es la película navideña, la reunión familiar –en este caso muy extendida– en la que pasan cosas dentro de un grupo en el que hay cariños y tensiones. Y la segunda es la hang-out movie, ese tipo de film en el que no hay más trama que ver situaciones y escuchar hablar a personajes a lo largo de una cantidad larga pero medida de tiempo, especialidad de Richard Linklater, entre otros cineastas.

En ese sentido, CHRISTMAS TIME… podría ser algo así como una cruza entre A CHRISTMAS’ STORY con AMERICAN GRAFITTI, por citar dos ejemplares a los que recuerda esta nostálgica, cálida y episódica crónica de una larga noche navideña en un pueblo de los Estados Unidos. Todo empieza con la llegada de una familia a una de esas fiestas. Al abrir la puerta seguro que ningún espectador imagina toparse con medio centenar de personas. Es que ese caos de gente es el que está ahí para la celebración.

Entre comidas, regalos, abrazos, besos pegajosos y otras costumbres y ritos, vemos ancianas, abuelos, adultos, padres más jóvenes, adolescentes y muchos niños. La mesa de los grandes y la de los chicos. Las personalidades más salientes: el bromista, el gruñón, la anciana simpática, el que ama cocinar y así. Es difícil encontrar algo así como una trama: todos son pequeños momentos, impresiones, lo más parecido a haberse colado a esa fiesta, escuchar conversaciones al pasar, ver algunos intercambios y llevarse una idea de qué es lo que pasa y pasó ahí, en esa familia. Fundamentalmente, lo que fluye es cariño y buen humor.

En un momento la película cambia ya que decide, bien entrada la noche, dejar a los adultos y a los niños en la casa (se volverá a ellos, pero poco) para pasar a la parte más claramente «Linklater» de la noche. Sin abandonar el tema navideño –la música raramente escapa a los standards del género–, Taormina decide seguir a los jóvenes que estaban en esa casa y a otros de la zona mientras cumplen con sus propios ritos: tratar de comprar cervezas, correr velozmente con autos, contar historias, hacer chistes banales y, fundamentalmente, armar «parejas» para que cada dupla concluya la noche a su manera.

CHRISTMAS TIME… –que cuenta con docenas de actores poco conocidos con la excepción de Michael Cera, Francesca Scorsese, Elsie Fisher y algunos de esos que integran el colectivo «tu cara me suena», como Maria Dizzia, Ben Shenkman y Gregg Turkington, entre otros– pone en escena, a lo largo de quizás excesivas dos horas, todos estos momentos capturados al tiempo, como un álbum de diapositivas amable y tierno de eso que fuimos alguna vez y quizás ya no somos más. Los ancianos, fueron adultos. Los adultos, adolescentes. Los adolescentes, niños. Cada espectador habrá o estará atravesando alguna de esas etapas y seguramente sentirá sensaciones similares a las de sus protagonistas, más allá de algunas costumbres específicas norteamericanas que forman parte del acervo global de las fiestas gracias a (o por culpa de) las películas.

El tono ruidoso de la familia extendida lo da el hecho de que la mayoría son de origen italiano y se comportan de un modo más efusivo que sus pares sajones. En la cena navideña todo es un caos de gritos, risas, voces y animalitos que miran todo como preguntándose qué les pasa a toda esta gente. Cuando uno empieza a sentir que esa fiesta navideña de estos parientes de los Soprano empieza a reiterarse, Taormina tiene la inteligencia, casi, de empezar una película nueva. En la calle, en las heladas veredas de Miller’s Point, mientras los chicos corren, beben, se empujan y se lanzan nieve hay otra manera de experimentar esa sensación navideña, cualquiera que sea.

No queda clara la época en la que transcurre en film pero uno puede pensar, por los autos y la (falta de) tecnología que debe ser promediando los años ’90 (sí, en un momento se juntan a ver un VHS de un casamiento), algo que se refuerza en los posters, carteles y hasta la memorabilia deportiva que hay en esa casa familiar en la que la madre, sus hijos, esposas, sobrinos y nietos atraviesan y conocen como si de verdad hubieran vivido toda su vida allí. No son muchas las películas navideñas que convencen que no estamos en un set de filmación. Esta lo logra. Quizás no tenga mucho para contar más allá de dar la sensación de que ese mundo tarde o temprano irá a desaparecer, pero el tono que trasmite es reconfortante y ligeramente melancólico sin llegar a ser triste.

La de Taormina es, además, una de las pocas películas que logran convencer que las fiestas navideñas valen la pena ser vividas, ya que no hay aquí nunca la sensación de que en algún momento todo se echará a perder, que saldrá una dura acusación, un reproche o un enojo. Quizás estén en el aire, pero no explotan. Es como ese episodio de THE BEAR, pero sin evidente trauma familiar de por medio. Si a eso se le suma la optimista vibra que la película consigue con los adolescentes en las calles –todos se ríen, nadie se pelea, todos se van con la persona quizás deseada aunque sea solo a abrazarse en un auto para calentarse del frío–, no hay duda que es el tipo de fiestas navideñas que todos quisiéramos pasar. No suele ser el caso. Pero para eso está el cine.