El creador español de edificios ultrarresistentes: «Podemos salvar miles de vidas»

El creador español de edificios ultrarresistentes: «Podemos salvar miles de vidas»

El ingeniero español José Miguel Adam busca construcciones indestructibles: edificios a prueba de catástrofes y atentados, o puentes que no colapsen. Sus investigaciones han merecido la portada de la revista Nature

La estrategia de las lagartijas inspira un método para construir superedificios

El ingeniero José Miguel Adam posa en el laboratorio del ICITECH de la Universidad Politécnica de Valencia MIKEL PONCE
Nuria Ramírez de Castro

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En el laboratorio de José Miguel Adam no hay tubos de ensayo ni batas blancas. Tampoco se ve la limpieza extrema que se exige en otros centros de investigación. En el suyo, un puente grúa preside una gran sala, entre vigas de madera y restos de obra, donde se cruzan ingenieros con albañiles. Son las instalaciones del Icitech de la Universidad Politécnica de Valencia. Allí se está revolucionando la construcción, con técnicas que convierten los edificios en auténticos colosos, a prueba de incendios, atentados terroristas, inundaciones o cualquier evento extremo.

Las ideas se trabajan en simulaciones de ordenador y después se prueban a escala real con edificios-probeta, una rareza y un lujo solo posible gracias a la financiación de las becas Leonardo de la Fundación BBVA y del Consejo de Europa.

Técnicas, como la estrategia inspirada en el comportamiento de las lagartijas. Esta nueva fórmula de construcción podría salvar miles de vidas en caso de catástrofe y ha merecido la portada del último número de la revista científica 'Nature'. Su publicación es ya un hito en sí mismo. Es la primera vez que se publica un artículo de investigación en el campo del diseño de edificios en una revista donde la física la química o la biomedicina copan protagonismo.

—Resulta sorprendente ver una investigación de ingenieros de caminos en Nature. ¿Es un sueño para alguien que quiso ser físico? 

—No, no voy a decir que era un sueño porque para mí era impensable. Yo quería ser físico y terminé estudiando una ingeniería porque me gustaban la física y las matemáticas y veía que como físico nunca podría investigar en España como yo quería. Pero, al final, he ido girando desde mi disciplina a una ciencia más básica. Me encerré con mi equipo cuatro meses para sacar adelante la investigación que se publica ahora en 'Nature'.

–Su tecnología se inspira en la estrategia de las lagartijas y en los mecanismos de seguridad de las centrales eléctricas. ¿Cómo funciona?

–Igual que las lagartijas se desprenden de sus colas para escapar de sus depredadores, nosotros proponemos un sistema que limita la destrucción a la zona que ha sufrido el fallo inicial para proteger el resto del edificio. Detenemos la propagación del fallo. Así se protegen vidas humanas y se minimizan los costes que tendría el colapso completo de la estructura. Podemos salvar miles de vidas.

—Eso se consigue con un sistema de fusibles, ¿cómo son? 

—Nuestros fusibles son estructurales. Permiten que el edificio tenga una continuidad estructural bajo condiciones normales de funcionamiento, pero se segmenta cuando la propagación del daño es inevitable. Para ello definimos una jerarquía de daños en la que primero fallan las conexiones entre vigas y columnas mientras estas últimas se mantienen en pie. Hay daños parciales, pero evitamos el colapso total de la estructura. Es como una última línea de defensa que mantendría una zona a salvo para facilitar el rescate de sus habitantes o que permitiría no partir de cero en la reconstrucción tras el desastre. Y lo consigue sin costes extras.

—¿No importa el material del que esté hecho el edificio ni el número de plantas que tenga? ¿Es igual de resistente?

—Nuestro concepto funciona muy bien para edificios de media y baja altura, hasta 15 o 20 plazas. Para rascacielos tenemos la suerte de que ya existen sistemas estructurales que evitan que se propaguen los daños. En un colapso de un edificio tan alto, la parte de abajo se cuelga de la de arriba, algo que no ocurre en edificios de mediana altura. Sobre los materiales, lo hemos probado en prefabricados de hormigón y también hemos visto en simulaciones de ordenador que funcionaría bien con hormigón tradicional y con acero.

—¿Ya han patentado su sistema?

—No queremos plantearlo. Nos gustaría que todo el mundo pueda utilizarlo. Nuestro 'negocio' estará en asesorar a empresas y, sobre todo, en el desarrollo del software para que todo el mundo pueda utilizarlo. Creemos que en dos años ya podrá ser una realidad. Tenemos la suerte de que el sector de la construcción trabaja con mucha seguridad porque hay muchas vidas en juego. Por esto tenemos que afianzar aún nuestro proyecto. El primer paso es convencer y cambiar los códigos de diseño de la construcción. Este sector es muy inerte.

Uno de los edificios-probeta construidos tras colapsar parcialmente al someterle a una simulación de catástrofe J.M. ADAM

—¿Su sistema solo valdría para edificios de nueva construcción o se podrían reforzar edificios ya en pie?

—En principio está pensada para nueva construcción, pero tenemos otra solución en marcha para reforzar edificios críticos como podría ser una terminal de pasajeros, una embajada o un hospital. Se trata de un nuevo proyecto que consistiría en colocar vigas en la parte superior del edificio para envolverlo de tal manera que cuando falle una columna de la planta baja por un impacto, se quede colgado de arriba y el edificio no colapse. Es un proyecto con el que llevamos ya un año y nos financia la Comunidad Valenciana. Lo hemos probado en simulaciones de ordenador y funciona. Ahora necesitamos llevar esa idea a escala real.

—Construye y derriba edificaciones para probar sus ideas. ¿No basta con simularlo en el ordenador? ¿Nadie le ha dicho que eso es una locura?

—Por suerte, tengo la financiación de entidades como la Fundación BBVA o el Consejo de Europa que apuestan por ideas radicales. Nunca me han parado los pies, aunque cada edificio cuesta más de cien mil euros. En un modelo de ordenador se pierde el efecto de la gravedad y la escala, no es suficiente.

—Sus investigaciones se centran en cómo evitar que un edificio colapse pero también en la construcción de edificios prefabricados. ¿El ladrillo ya está muerto?

—Yo, si me tuviera que hacer una casa, no lo emplearía. Ya tenemos soluciones que funcionan mucho mejor que el ladrillo. Por ejemplo, el prefabricado de hormigón con un interior de pladur. Aísla mejor y en caso de seísmo incluye menos peso en la estructura y, por tanto, cuanto menos peso, menos fuerza de inercia para el seísmo. Es más sostenible que el ladrillo, se emplean menos horas de trabajo para instalarlo, el mantenimiento es más sencillo y consigues una solución de construcción más controlada e industrializada. Hay menos artesanía dentro de la obra.

—¿Y eso es bueno?

—Sí, porque se evitan errores en la construcción. Todo está medido al milímetro. Construimos casi igual que hace cien años y deberíamos tender hacia la industrialización de la construcción como se hace ya en otros sectores. Es curioso que un coche incorpora más de cien sensores y los puentes no tengan ninguno. Necesitamos ganar en seguridad. Nosotros estamos trabajando en sistemas de sensores combinados con inteligencia artificial que nos permitiría detectar daños en un puente antes de que colapse.

—¿El cambio climático es un desafío también para la seguridad de los edificios?

—Sí. Tendremos más vientos fuertes, zonas inundables que antes no lo eran, laderas inestables, ciclos de humedad y secado que afectan al hormigón... Y todo esto se sumará al envejecimiento de los edificios. Hay que actuar ya: monitorizar y hacer intervenciones de mantenimiento. Necesitaremos especialistas muy buenos y cada vez hay menos.

—Usted es valenciano y experto en estructuras. Es inevitable preguntarle cómo se sintió al ver el edificio de Valencia en llamas

—Lo que sucedió fue un problema externo a la estructura. Pero, realmente pensé, como muchos, que el edificio iba a colapsar. Al parecer el hormigón es más seguro de lo que muchos esperábamos.

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