El 'cinturón rojo' de Barcelona abandona el independentismo y se refugia en el PSC
El 'cinturón rojo' de Barcelona abandona el independentismo y se refugia en el PSC
CATALUÑA PONE FIN AL PROCÉS

El 'cinturón rojo' de Barcelona abandona el independentismo y se refugia en el PSC

El PSC ha cimentado su triunfo en la recuperación de lo que antaño se denominaba ‘cinturón rojo’ de Barcelona. De los 42 diputados que ha logrado, 28 los ha obtenido en la provincia. Antes este voto iba a ERC

Foto: El líder del PSC y ganador de las elecciones, Salvador Illa. (Europa Press/Lorena Sopena)
El líder del PSC y ganador de las elecciones, Salvador Illa. (Europa Press/Lorena Sopena)
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El PSC ha ganado, y más allá de que pueda gobernar –la política de pactos aún es un misterio– hay una cosa clara. Ha cimentado su triunfo en la recuperación de lo que antaño se denominaba ‘cinturón rojo’ de Barcelona. O lo que es lo mismo, las áreas industriales donde el peso de la emigración interior de los años 50, 60 y 70 es mayor. De los 42 diputados que ha logrado (el 28,6% del escrutinio) nada menos que 28 los ha obtenido en la provincia de Barcelona. Es decir, diez más que Junts, a quien en el cómputo global ha sacado siete diputados. Es la primera vez desde 1980 en que el PSC gana en votos y escaños.

El dato es importante porque en la circunscripción de Barcelona, precisamente, el coste de un diputado es significativamente más elevado. Mientras que en Barcelona cada escaño cuesta 50.341 votos, en Tarragona, donde también el PSC ha registrado sus mejores resultados, son necesarios 33.538, pero es que en Girona son 32.549 y en Lleida, 21.257. Estas dos últimas circunscripciones, justamente, es donde los independentistas, en particular el partido de Puigdemont, han obtenido sus mejores resultados. A la hora de proyectar estos resultados a las elecciones europeas o, incluso, a las generales, esto significa que los socialistas no estarán tan penalizados como en Cataluña, ya que los escaños se asignan en una circunscripción única.

Los 42 diputados del PSC, en cualquier caso, se sitúan todavía lejos del máximo histórico de los socialistas. En 1999 llegaron a obtener 52 escaños (diez más que ahora), pero mucho más lejos de los 16 (su mínimo) que alcanzaron en 2015, en pleno desbordamiento del independentismo. Ese tiempo, sin embargo, queda ya muy lejos y la suma de Junts, ERC, CUP y la Aliança Catalana (formación nueva) apenas alcanza hoy los 61 diputados, cuando en 2021 llegaron a los 74 diputados (la mayoría absoluta son 68).

El momento más crítico

Para hacerse una idea de lo que significa hay que tener en cuenta que la CiU de los mejores tiempos de Jordi Pujol alcanzó los 72 diputados, 11 más que todos los independentistas juntos. Hoy, sin embargo, la suma de los independentistas representa el 43,1% de los votos válidos, lo que significa cinco puntos porcentuales menos que en las últimas autonómicas. Pero si se mira más atrás se observa que en 2017, en el momento más crítico del procés, se alcanzó el 50,91%.

Hoy está muy lejos de esos niveles y el peso real del independentismo en cualquiera de sus versiones, incluida la ultraderecha de Aliança Catalana, es siete puntos inferior. Hay que destacar que ese porcentaje es muy similar al que le otorgaba el último Barómetro del CIS catalán, en el que un 42% de quienes respondieron apoyaban la independencia de Cataluña. Otro 50% no estaba de acuerdo y un 8% o no sabía o no contestó.

El dato es muy relevante por la trascendencia política que incorpora: la fuerza del independentismo se va debilitando elección tras elección desde que alcanzó un pico del 47,8% en 2012, que es cuando el procés tomó carta de naturaleza. Otro dato lo corrobora. En las elecciones de 2015, poco después del primer referéndum, Junts y ERC presentaron una lista conjunta en torno al candidato Raúl Romeva que logró 62 diputados, pero ayer la misma alianza dio apenas 55 escaños.

La causa de este fuerte descenso tiene una explicación muy clara. El desplome de ERC se ha producido en las zonas industriales (siete diputados menos en la provincia de Barcelona), precisamente, donde más ha crecido el PSC. Esquerra, históricamente, ha sido un partido con un doble alma. Por un lado, una fuerte corriente independentista y, por otro, una fuerte influencia del movimiento obrero, fundamentalmente a través de UGT Cataluña.

Este último voto es el que un día abrazó el procés y hoy se ha alejado para entregarse al PSC, cuya campaña electoral se ha centrado más en los problemas económicos que en la identidad nacional. En Hospitalet, por ejemplo, el PSC ha logrado el 42,5% de los votos, casi 15 puntos más que en Barcelona capital, donde la derecha es más fuerte. En algunos barrios como Sarrià y Les Corts el PP ha superado la barrera del 20%. En Hospitalet, el segundo municipio más poblado, el conjunto de la izquierda, salvo el PSC, ha retrocedido, y lo mismo ha sucedido en Badalona (la tercera ciudad más poblada). Allí se ha forjado el triunfo de Illa.

Granero de votos

Los socialistas, en concreto, han ganado 218.193 votos respecto de 2021, mientras que, por el contrario, ERC se ha dejado 178.446 votos que en su gran mayoría –a tenor de mapa de trasvases entre formaciones– ha ido a los socialistas. Lo demuestra el hecho de que el 68% de los votos que ha perdido el partido de Junqueras y Aragonés se los ha dejado en Barcelona, donde el PSC ha obtenido sus mejores resultados. El otro granero de votos de los socialistas ha venido de los comunes de Ada Colau y Jessica Albiarch, que han perdido casi 13.550 votos (dos diputados menos y apenas el 5,8% de las papeletas). La suma de votos perdidos por ambos –191.996– es cercana a los 218.193 votos que han ganado los socialistas, lo que sugiere que la izquierda se ha reagrupado en torno al PSC. Hay que tener en cuenta, en todo caso, que este 12-M han votado 263.533 catalanes más que en los últimos comicios.

Algo parecido, en el otro espectro ideológico, ha sucedido en la derecha, donde el PP se ha comido los 136.125 votos que se ha dejado Ciudadanos, que ha perdido sus seis diputados. Ahora bien, con una diferencia. El PP ha ganado 233.131 votos, muchos más de los que ha perdido Ciudadanos (Vox ha mejorado algo con una subida de 30.433 votos).

Al margen del incremento en la participación, esto sugiere que el PP ha podido obtener votos procedentes del PSC que le han castigado por su apoyo a la amnistía o las políticas del Gobierno central. Pero también sugiere, a falta de conocer los informes poselectorales, que la mayor participación (casi siete puntos porcentuales) ha beneficiado más a los partidos de derecha, salvo, como es obvio, a Ciudadanos.

Lo relevante es que los dos partidos de derecha suman 26 de los 135 diputados que tiene el parlament, un cifra todavía inferior a los 36 que llegó a alcanzar Inés Arrimadas en 2017, que absorbió una parte importante del voto a los socialistas, que es el que ahora ha vuelto al PSC. En todo caso, el PP todavía está a cierta distancia de alcanzar los 19 diputados que logró Alicia Sánchez Camacho en 2012, si bien hay que tener en cuenta que pudo aprovecharse del hundimiento de los socialistas tras el estallido de la crisis financiera, y que llevó a Mariano Rajoy a lograr la última mayoría absoluta de la democracia española.

El PSC ha ganado, y más allá de que pueda gobernar –la política de pactos aún es un misterio– hay una cosa clara. Ha cimentado su triunfo en la recuperación de lo que antaño se denominaba ‘cinturón rojo’ de Barcelona. O lo que es lo mismo, las áreas industriales donde el peso de la emigración interior de los años 50, 60 y 70 es mayor. De los 42 diputados que ha logrado (el 28,6% del escrutinio) nada menos que 28 los ha obtenido en la provincia de Barcelona. Es decir, diez más que Junts, a quien en el cómputo global ha sacado siete diputados. Es la primera vez desde 1980 en que el PSC gana en votos y escaños.

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