Entendiendo a Frank Stella, el pintor que minimizó el arte: "Un cuadro es una superficie plana con pintura, nada más"

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Entendiendo a Frank Stella, el pintor que minimizó el arte: “Un cuadro es una superficie plana con pintura, nada más”

Por Ana Mª Nimo

Hollis Frampton, The Secret World of Frank Stella (pintando ‘Getty Tomb’, impresión inédita), 1958–1962
          Addison Gallery of Art, Phillips Academy, Andover, Massachusetts. Cortesía de Marion Faller, Addison Art Drive, 1991

Conocido por ser el padre del minimalismo a la temprana edad de 22 años, el artista estadounidense nunca dejó de innovar. El pintor de 87 años, fallecido recientemente, llegó a crear más de 10.000 obras en su constante búsqueda de nuevos límites que transgredir.

Aunque pasó a la posteridad por irrumpir con en el minimalismo en un momento dominado por el expresionismo abstracto, lo cierto es que Frank Stella (1936, Massachusetts) -fallecido recientemente en Nueva York- nunca cejó en su empeño de abrir nuevas vías dentro del mundo del arte.

La primera vez que sostuvo una brocha fue para pintar un bote. Su padre, un ginecólogo de origen siciliano, quería que su hijo fuera consciente de la importancia del trabajo duro así que lo puso a trabajar como pintor (de brocha gorda). Su madre, una ama de casa con inquietudes artísticas, encauzó estas destrezas hacia el arte y lo apuntó a la prestigiosa Phillips Academy de Massachusetts. Años más tarde, en Princeton, Stella alternó sus estudios de Historia con visitas frecuentes a Nueva York en compañía de dos de sus profesores, Stephen Greene y William Seitz, que lo introdujeron en la escena artística neoyorquina. Allí quedó obnubilado por el expresionismo abstracto de Pollock, pero sobre todo, por exponentes alemanes de la Bauhaus como Franz Kline o Hans Hofmann. Nada más terminar sus estudios, se mudó a la Gran Manzana y abrió un estudio en una antigua joyería con el único propósito de alcanzar aquella maestría técnica.

Su serie de Pinturas negras (1958-60) marcó el inicio del minimalismo. Estos lienzos monocromáticos en los que se aprecian las influencias de Barnett Newman y Jasper Johns y los postulados de Clement Greenberg (que abogaba por el arte que no necesitaba explicación) pusieron a Stella, de apenas 22 años, en el tablero de los artistas contemporáneos más influyentes. En estas obras de gran formato no había segundas lecturas posibles y no representa otra cosa que no sea otra cosa que a sí mismos o como sentenció el propio artista: “lo que se ve es lo que se ve”.

Hollis Frampton, The Secret World of Frank Stella, 1958–1962
            Walker Art Center, © Estate of Hollis Frampton
‘Black Series I’, Frank Stella. 1967

Para dar forma a unas obras que pasarían a formar parte casi inmediata de la Historia del Arte, Stella, que no andaba muy boyante, empleó lo que tenía a mano y utilizó la misma brocha que había empleado para pintar barcos. Aquello le permitía rellenar en pocos trazos las retículas que daban forma a los patrones geométricos de sus lienzos y a la vez lo distanciaba del pincel que empleaban los expresionistas abstractos a los que había pasado a considerar individualistas y ficticios.

El de Massachusetts era un gran aficionado al jazz, tanto que trató de plasmar en obras como Hyena Stomp (1962), que toma su nombre de un tema de Jelly Roll Morton, la síncopa, un recurso rítmico-melódico que se emplea habitualmente en este género musical y que consiste en tocar una nota en tiempo débil y alargar su sonido sobre el tiempo fuerte.

En el cuadro se observa cómo unas líneas mantienen su tonalidad pese a cambiar de dirección mientras que otras cambian sutilmente. Este trabajo también dejaba patente el inicio de su interés por el uso del color, el cual fue en aumento y le sirvió para diversos experimentos visuales, además de como pretexto para trascender la forma habitual del lienzo, como puede apreciarse en Irregular Polygons (1966-67).

‘Moby Dick’, from the series The Waves. Frank Stella, 1989
‘Moby Dick’, from the series The Waves. Frank Stella, 1989
‘Hyena Stomp', Frank Stella. 1962
‘Effingham I, Irregular Polygons', Frank Stella. 1967
‘Maha-lat, Indian Birds’, Frank Stella. 1978-1979
© 2023 Frank Stella/Artists Rights Society (ARS), New York. Foto: Bill Orcutt
‘The Pequod meets the Rachel', Moby Dick series. Frank Stella, 1988
‘Michalpol I (Polish Village Series)'. Frank Stella, 1971

En 1970, con 34 años, Stella se convirtió en el artista más joven en tener una retrospectiva en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Aquel fue el punto de inflexión que marcó el inicio de una nueva etapa en la vida del artista materializado en la serie Polish villages (1971-73) -llamada así en recuerdo de las sinagogas destruidas por los nazis- en la que comenzó a experimentar con materiales como la madera o el fieltro y los volúmenes. En Indian Birds (1978-79) la tridimensionalidad explota y sus composiciones adquieren atributos casi esculturales gracias al empleo del metal y de los fondos grabados.

A partir de ese momento, sus trabajos van creciendo de tamaño y complejidad. A principios de los 80, el de Massachusetts se convierte en profesor de poesía de la Universidad de Harvard. Una vez más sus inquietudes trascienden a su arte y Stella acomete la que será su obra de mayor envergadura, Moby Dick (1985). El artista buscó ir un paso más allá casi hasta sus últimos días y en 2022, lanzó su primer NFT como parte de su proyecto ‘Geometries’.

La crítica no siempre fue amable con él. El prestigioso crítico de arte neoyorquino Michael Fried llegó a decir que su trabajo era "lo peor que había visto". A Stella, que siempre siguió un camino propio, aquello no pareció importarle y se defendía asegurando que él solo era un pintor de barcos y que “un cuadro es una superficie plana con pintura en ella, nada más”.

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