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El poder de la literatura

En un efectista prólogo de apenas página y media, la malvada Michaela D’Alessandro contempla a los protagonistas de Los Escorpiones, Sara y Thomas, atados de pies y manos en el suelo de un oscuro zulo. «¿Y qué se supone que tengo que hacer con vosotros?» —les pregunta—. Como sucede en las novelas de intriga o los best sellers al uso, el lector se teme lo peor. La historia arranca, por tanto, con la tensión del peligro y con el anuncio de una trama que, sin embargo, no se nutre del argumento sino de la capacidad magistral de Sara Barquinero para sorprender al lector a lo largo de 800 páginas, las cuales pasan volando conforme avanzamos por los capítulos y las “novelas dentro de la novela” que componen la obra.

Toda ella gira en torno a unos videojuegos y músicas perversos que provocan en el ser humano catatonia, anhedonia, ansiedad, depresiones y suicidios. Este será el punto de partida y el nexo de las cinco novelas y tres interludios que componen el relato; con el elenco de personajes, principales y secundarios, que transitan por él.

"En sus pesquisas por internet para encontrar a la empresa, Sara llega hasta un foro de suicidas en el cual conoce a Fabrizio, quien le habla por primera vez de la secta de los Escorpiones"

La primera protagonista es Sara, una estudiante de Zaragoza que se traslada a Madrid tras una grave crisis sentimental. A través de Tinder ha conocido a Javier, un empleado de banca casado y amante de los videojuegos que se suicidará a las pocas páginas. ¿Qué le ha sucedido…? De entre las flores de su tumba, Sara hurta una agenda donde Javier anotó la primera cita con ella en el café Lolina, a la cual no llegó a acudir, y el misterioso nombre de una empresa de videojuegos cuyo símbolo es una calavera y la letra griega épsilon: “Ɛ”.

En sus pesquisas por internet para encontrar a la empresa, Sara llega hasta un foro de suicidas en el cual conoce a Fabrizio, quien le habla por primera vez de la secta de los Escorpiones, nacida en Italia durante los albores del fascismo en homenaje al único animal que se quita la vida al sentirse en peligro. Pero todas estas informaciones son solo leyendas urbanas, teorías conspiratorias que llegan a implicar a la CIA, al gobierno de Estados Unidos o al emperador del Japón en un intento por controlar y manipular a los seres humanos. ¿Qué hay de cierto en estas supuestas conspiraciones…? Todas se sustentan en internet y resultan indemostrables, puesto que, aunque contengan algunos datos ciertos, como referencias a hechos, personas o lugares que realmente existieron, las fuentes de las que provienen carecen de fiabilidad.

Lo anterior añade atractivo a la novela, pues la literatura, y en particular la narrativa, se nutre de esas incertidumbres, y de los temores y deseos que nos provocan, que alimentan nuestra imaginación y, a menudo, nos sirven para calmar el horror. ¿Acaso puede haber temor mayor que el de perder la razón, o el peor aún de perder la vida?

"Pese a su aire terrorífico, Los Escorpiones es en realidad una burla sutil de la cultura popular contemporánea"

Después de Sara vendrán otros protagonistas: un músico hispano norteamericano llamado Thomas Serrano; Margherita Vitale, aristócrata italiana de los años veinte; un abogado de color de Nueva Orleans llamado Seymour Tyler; la empresaria neoyorquina de videojuegos Michaela D’Alessandro… Junto a ellos, se presenta en las páginas una nómina de secundarios que propenden a la sátira; porque, pese a su aire terrorífico, Los Escorpiones es en realidad una burla sutil de la cultura popular contemporánea. La autora se confiesa deudora de David Foster Wallace, en particular de La broma infinita. Yo añadiría que detrás del estadounidense se adivinan las largas sombras de Dickens y de Kafka, y todavía más allá la de Cervantes, pues el modo de relatar nos recuerda al Quijote en determinados aspectos, como en el juego de las novelas dentro de la novela, o en la cuestión de la veracidad versus la ficción.

Habrá quien considere Los Escorpiones una novela argumentalmente desordenada, cuyas anécdotas se repiten a lo largo de los capítulos; yo, sin embargo, opino como Andrés Trapiello en el último tomo de su Salón de pasos perdidos: “En las novelas malas el argumento es lo principal; en las novelas buenas, en cambio, significa muy poco. Y escribir desordenado es, contra todo pronóstico, fuente de armonía. Quizá este sea el único legado de la modernidad”.

Cuando al final de las 800 páginas vuelve a aparecer Michaela D’Alessandro y se dirige de nuevo a Sara y a Thomas, atados de pies y manos en el oscuro suelo del zulo, para preguntarles una vez más qué se supone que tiene que hacer con ellos, tenemos la impresión de que apenas ha sucedido nada y, al mismo tiempo, nos parece que todo un mundo se ha abierto ante nuestros ojos. Este es, en mi opinión, el poder de la literatura.

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Autora: Sara Barquinero. Título: Los EscorpionesEditorial: Lumen. Venta: Todos tus libros.

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