Perros (II)

    21 may 2024 / 09:03 H.
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    Hablábamos de perros. Si dejo en libertad mi memoria poniéndole como única condición que olfatee y busque canes de tiempos posteriores a los tratados hace un mes, el primero que me trae es Tonton, el perro de madame du Deffand. En los siglos XVII y XVIII hubo en París un puñado de salones donde, en un ambiente risueño y entretenido, la nobleza conversaba con destreza pero sin hostilidad, con galantería pero sin amor, con perspicacia pero sin grandes ambiciones intelectuales. Cualquier tema se trataba siempre que fuera con ingenio. Los salones estaban dirigidos por mujeres, cada una de las cuales imprimía un sello peculiar al suyo. Entre ellas se hallaba madame du Deffand, que vivió durante el siglo XVIII y de la que Sainte-Beuve, el famoso crítico literario francés, dijo que era “uno de nuestros clásicos por lo que hace a la lengua y al pensamiento”. Esta salonnière, que tanto temía al hastío, conoció, con sesenta y ocho años y ciega, a un ingenioso inglés al que entregó su corazón: Horace Walpole, del que hoy recordamos su obra El castillo de Otranto, precursora de la novela gótica. Debemos a él quizá las mejores cartas de madame du Deffand y el que la conozcamos mejor. La última vez que se vieron, ella le hizo prometer a Walpole que cuidaría de su perro al morir. El fiel secretario de madame du Deffand se encargó de que así fuera y, en la carta en que le cuenta al escritor inglés su enfermedad y su muerte, le dice respecto al perro: “es muy dulce, no muerde a nadie; solo era malo al lado de su ama”. En efecto, una vez la mariscala de Luxembourg le regaló a madame du Deffand los seis últimos tomos de Voltaire y una tabaquera de oro con el retrato de Tonton en la tapa. Dentro de la tabaquera había un epigrama del caballero de Bouffleurs, que asociaba al filósofo con el perro y que traducido diría así: “Vos encontráis a los dos encantadores; / nosotros a los dos mordaces; / he aquí la semejanza. / El uno no muerde más que a sus enemigos; / y el otro muerde a todos vuestros amigos; / he aquí la diferencia”. Se ve que Tonton hacía de las suyas entre las visitas de su ama. Si buscamos qué fue de él, sabremos que, en efecto, Walpole lo cuidó bien: engordó tanto que no podía moverse. Sobrevivió más de nueve años a su anciana dueña.

    Hace años me llamó la atención este provocador comentario en la divertida novela Orlando, de Virginia Woolf: “La vieja Madame du Deffand y sus amigos hablaron cincuenta años sin parar. Y de todo eso, ¿qué sobrevive? Tal vez, tres frases ingeniosas. Por consiguiente, es lícito suponer que no dijeron nada o que no dijeron nada ingenioso, o que esas tres frases ingeniosas llenaron dieciocho mil doscientas cincuenta noches, lo que no significa un apreciable porcentaje de ingenio para cada uno de ellos”. La cuestión que plantean estas palabras al compararlas con la importancia y duración de la institución de los salones la abordé en El mundo de los salones, un artículo publicado en Cuadernos Hispanoamericanos al que remito al lector curioso. Si ahora traigo aquí esta cita es para ligar a madame du Deffand con Virginia Woolf, quien tiene otra novela titulada Flush, el nombre del perro que la protagoniza. Aunque está escrita en tercera persona (utilizando a veces la primera de las epístolas de la dueña del perro), la mirada (y el olfato) sobre la que audazmente está montada la obra es la del can: “(...) no contamos más que con dos palabras y media para manifestar lo que olemos. Casi no existe olfato humano. Los más grandes poetas del mundo no han olido más que rosas, por una parte, y estiércol por otra. Las infinitas gradaciones intermedias han quedado sin registrar. Y precisamente era en el mundo olfativo donde vivía Flush. El amor era, sobre todo, olor; la forma y el color eran también olor; la música, la arquitectura, la ley, la política y la ciencia eran olor. (...) Italia significaba para él, principalmente, una sucesión de olores”.

    Tonton y Flush han acudido dóciles a mi memoria. Pero ha venido también una inquietante cabeza de perro de la que habrá que hablar en el próximo artículo.

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