Falleció Roger Corman, rey de la clase B y mentor de talentos clase A

La noticia de la muerte de Roger Corman a los 98 años de edad ha corrido rápidamente entre los cinéfilos, críticos y comentaristas que se apuran a recordar su trabajo como director del género de terror y el ciclo basado en Edgar Allan Poe, cuando en realidad la figura y el legado de Corman tuvo una sombra mucho más alargada.
Es cierto, sus grandes éxitos estuvieron dentro del género de terror con películas como El pozo y el péndulo, La caída de la casa Usher, El entierro prematuro o La máscara de la muerte roja, en la que casi siempre su amigo Vincent Price interpretaba a seres torturados que, en una especie de terapia de shock, hacía sufrir lo indecible a todos los que lo rodeaban y, particularmente, al público que hizo millonario a Corman pidiéndole más y más sobresaltos desde la pantalla.
Pero claro, de las más de cincuenta películas que filmó no todas son de terror, hay westerns, ciencia ficción, comedias e incluso una que se desmarca. “El intruso”, que Corman recordaba como “la única con la que perdí dinero”, pues se trataba de un drama psicológico –y muy bueno– sobre el racismo. No volvió a cometer ese error como director y siguió dentro de los géneros “menores” y despreciados por la crítica esnob y “culterana”.
Tiene además el récord de la filmación más rápida de la historia, cuando en 1960 filmó en dos días La tiendita del horror. Y aquí entramos en otro tema, porque si bien ese filme estaba protagonizado por el poco conocido Jonathan Haze, entre sus actores secundarios estaba un jovencísimo Jack Nicholson.
Papá Roger
Pero Nicholson no fue el único que le debe el comienzo de su carrera a Corman. También debutaron con él Robert De Niro –en Mamá sangrienta–, Martin Scorsese –Pasajeros profesionales– o, entre varios más, Francis Ford Coppola –Demencia 13–. Esos son solo los más conocidos talentos que comenzaron en el cine gracias a Corman.
A medida que pasaron los años y el cine que tan bien se amoldaba a su trabajo fue cambiando, Corman comenzó a trabajar más como productor y menos como director. Así fue como se siguieron sumando los nombres ahora famosos que deben a Corman la primera oportunidad de sus carreras. Jonathan Demme y Ron Howard son otros dos realizadores que no tienen más que palabras de agradecimiento para él como principal mentor.
Palabras y algo más ya que en películas de Demme como El silencio de los inocentes o Filadelfia, Corman también aparece brevemente como actor.
Tal vez las palabras más exactas en estos días las haya dicho el español J.A. Bayona, director de la tan promocionada entre nosotros La sociedad de la nieve, que opinó: “no existiría el cine tal y como lo entendemos sin alguien como Roger Corman”.
Y nadie se atreve a negarlo. Pero ¿por qué? Directores de cine que han sido también productores hubo y hay muchos, mentores e influencias también, sin embargo y evidentemente, el caso de Corman es otro.
Cerebro y trabajo
Es que Corman no solo hizo muchas películas que le dieron dinero sin gastarlo él, sino que también hizo lo mismo cuando fue el mecenas de muchos actores y directores. Es decir, no era un director ni un productor con medios materiales para hacer ni catapultar ni películas ni carreras, pero lo hizo de todos modos.
Simplemente se puso a pensar y a trabajar. Y en un medio en el que la palabra “dinero” era lo mismo que referirse a dios. Nadie podía hacer películas sin dinero en Hollywood, salvo él. Nadie podía apadrinar carreras sin dinero, salvo él.
Hoy se habla de presupuestos de decenas y cientos de millones para casi cualquier película que tiene éxito que llegue del cine del primer mundo. Un cine que Corman seguramente vería como un disparate, con lo que se gasta en una sola película él pudo hacer toda su carrera y encima palanquear las de varios más.
Su última película como director, un disparate muy divertido titulado Frankestein desencadenado, data de 1990. Los que lo habíamos seguido en las repeticiones por televisión de sus viejas películas, nos dimos cuenta, a pesar de disfrutar mucho de ese filme, que el tiempo de Corman como director había llegado a su fin. Ya nadie se seguiría tragando efectos especiales baratos por más buena que fuera la historia y las actuaciones.
La mirada del espectador era otra y Corman lo entendió retirándose del sillón de director y dedicándose a la producción, tarea que no abandonó prácticamente hasta su muerte este jueves.
Fabio Penas Díaz

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