Auxilio de los Cristianos, solicitud maternal concedida a los hombres – CABALLEROS DE LA VIRGEN

Auxilio de los Cristianos, solicitud maternal concedida a los hombres

Publicado el 05/20/2024

Al conmemorar la fiesta de Nuestra Señora Auxiliadora, la Santa Iglesia evoca el auxilio maternal dispensado por la Santísima Virgen a todos los hombres. Considerando a cada uno como si fuese un hijo único, María se desdobla en desvelo y atenciones, realizando así su misión de Medianera de todas las gracias.

Plinio Corrêa de Oliveira

El día 24 de mayo la Santa Iglesia conmemora la fiesta de Nuestra Señora Auxiliadora. Esta invocación fue introducida en la Letanía Lauretana por San Pío V, en conmemoración de la victoria alcanzada contra los turcos en Lepanto. La fiesta fue instituida por Pio VII, en acción de gracias por su regreso a Roma, después de haber sido preso por Napoleón.

Lepanto, uno de los hechos más gloriosos de la historia de la Civilización Cristiana.

Tenemos para comentar una ficha respecto a la Batalla de Lepanto. Conviene siempre recordar las glorias de la Civilización Cristiana y, por tanto, traer a la memoria ese acontecimiento, que es uno de los más gloriosos dentro de esta historia. Sin embargo, será respecto de Nuestra Señora auxiliadora que haremos consideraciones.

La ficha está tomada del libro sobre Lepanto, de Garnier1:

Agustín Barbarigo, capitán veneciano, era el jefe del ala izquierda de las galeras, en la batalla de Lepanto. Soldado famoso, era aceptado como verdadero líder de la armada de Venecia.

En Lepanto, en medio de la lucha, fue cercado hábilmente por los generales Siroco y Ulluc Ali.

Por lo menos cinco adversarios lo rodearon y sus navíos lanzaron nubes de flechas que cubrían la popa de la nave capitana de Barbarigo. Durante una hora entera, él sostuvo el asalto turco. Después, con el auxilio de otras galeras consiguió, finalmente, pasar a la ofensiva. En la confusión de ese ataque furioso, logró aprisionar al capitán Siroco.

Siempre hábil en la maniobra y valiente hasta la audacia, Barbarigo abordó después la galera de Uluj Alí, cuyo mérito guerrero era bien conocido y lo hizo prisionero también. La batalla prosiguió violentamente.

Agustín Barbarigo por Pablo El Veronés, Museo de Arte de Cleveland – Ohio, EE.UU

 

En determinado momento, Barbarigo percibió que no era bien entendido por sus comandados, porque su yelmo le cubría el rostro. Lo lanzó entonces fuera para ser mejor oído. En ese momento, los enemigos intensificaron el lanzamiento de las saetas. Previnieron entonces al capitán del peligro de luchar sin yelmo. Respondió él: “Es menor el peligro de correr tal riesgo a ser mal comprendido en tal momento”. Luego fue alcanzado por una flecha en un ojo y entregó el comando a su inmediato inferior.

Al día siguiente, el excelente Barbarigo oyó decir que la victoria había cabido a los cristianos. El levantó las manos al cielo, pues no podía abrir la boca para pronunciar una palabra: su herida lo impedía. Él expresó señales de alegría y reconocimiento a Dios.

El episodio es muy bonito, sea por la audacia de Barbarigo, sea por el espíritu de fe, integridad y entereza con que él aceptaba esa herida, la cual debía ser terrible. Una flecha en el ojo, que llega a impedir a la persona hablar, podemos imaginar las profundidades alcanzadas por ella y cuáles los efectos causados.

Como niños, abandonados a los cuidados de María Santísima

Imagen de María Auxiliadora, talla en madera policromada hecha en San Antonio de Ibarra, casa de los Heraldos del Evangelio, Quito, Ecuador

Paso a comentar a Nuestra Señora bajo el título de Auxiliadora de los Cristianos. Por más evidente que sea, hay ocasiones en que las cosas obvias deben ser recordadas.

Auxiliadora de los Cristianos es la invocación de Nuestra Señora en cuanto teniendo la misión, la voluntad y el hábito de socorrer a los cristianos. Cada uno de esos conceptos: Misión, voluntad y hábito, merece un comentario.

Primero, la misión. María Santísima fue creada para ser Madre de todos los cristianos, de forma especial, y de todos los hombres, de modo general. Ella tiene este encargo, entregado por la Providencia a todas las madres, de velar por sus hijos. Este encargo no debe ser visto como la de la madre junto a un hijo crecido. Por más respetable y dilecta que sea la figura materna en todas las edades del hombre, hay una fase en la cual él carga la responsabilidad de su propio destino, inclusive protege a su madre más de lo que es protegido por ella. Sin embargo, debemos ver nuestras relaciones con la Santísima Virgen no como la de un adulto con su madre, sino como la de una criatura. Porque el papel de Ella junto a nosotros es éste.

¿Cómo explicar eso siendo algo tan contrario a la piedad moderna, la de la concepción anti-paternalista, del individuo evolucionado, maduro, “desafiliado”? Lo que estoy diciendo, del punto de vista moderno y revolucionario, es una barbaridad.

El ser humano está en esta Tierra en estado de prueba y de lucha, en el cual su alma va desarrollándose rumbo a la madurez plena que es alcanzada en el momento de la muerte. Vistos desde el Cielo, somos como niños en formación. Nuestra verdadera edad adulta es aquella en la cual Dios recogerá nuestra alma, pues allí habremos alcanzado –si somos fieles a la gracia– la perfección para la cual fuimos creados. De manera que, desde el punto de vista sobrenatural, la vida terrena es una escuela de educación, y la madurez es la muerte. Nuestra Señora nos ve, por consiguiente, como espíritus en evolución.

Coloquémonos en la perspectiva de la sociedad contemporánea, con todos los desastres, los desórdenes, los desórdenes morales y el caos en ella existentes, y preguntémonos cuál es la impresión transmitida por ella al ser analizada por un bienaventurado, el cual ve a Dios cara a cara y está confirmado en gracia. Es tal la precariedad, la inseguridad, la debilidad y el desatino del género humano, que, considerado por los Ángeles y Santos, él es una criatura de mala índole, mal encaminada.

Comprendemos, por tanto, que la Virgen María tenga pura con nosotros la misión que se tiene con un hijo bien pequeño, dando una asistencia entera, ayudando en todas las horas, protegiendo de todos los modos posibles.

De lo alto del Cielo María Santísima tiene constantemente presente la existencia de cada uno de aquellos que están en la Tierra, en el Purgatorio, como también de los que se encuentran en la morada celeste. A cada instante, Ella tiene conocimiento simultáneo y perfecto de todos.

Nuestra Señora ama a cada uno como siendo hijo único

Pintura de María Auxiliadora, Basílica de Turín, Italia

Por otra parte, Ella ama a cada uno como nunca una madre terrena amó a su hijo. No conseguimos medir las solicitudes de la Santísima Virgen, cómo Ella acompaña, reza, obtiene gracias y guía la vida de cada uno. Y hace esto de manera tal como si aquel fuese el único que existe; y sobre este punto me gustaría hacer una insistencia.

Cuando rezamos a Nuestra Señora, tenemos la impresión que Ella mira para todos, como para una multitud, y, así siendo, mal discierne a cada uno. Cuando llega de nuestra parte algún grito muy angustiante, Ella puede prestar un poco más de atención. Pero fuera de eso, aquello se pierde en el tumulto de la humanidad y de los siglos.

Esta visión es completamente anti teológica y falsa, al punto de que quien la sostuviese no podría enseñar el Catecismo, de tal manera lo contrario es elemental. La posición de alma que deberíamos tener al dirigirnos a la Virgen María es, antes que nada, de acordarnos de eso. Ella me ve, me conoce y ama como si sólo yo existiera.

Supongamos que se apareciera nuestro Ángel de la Guarda y nos dijera: “Nuestra Señora va a parar de atender, durante una hora, las oraciones del mundo entero, para mirarte solo a ti. En el universo entero se hará silencio. Y únicamente tu súplica subirá a Ella y sus gracias bajarán a ti”. En primer lugar, nosotros quedaríamos más que conmovidos. “¿Cómo es posible? ¡Qué honor! ¡No lo merezco! ¡Tengo miedo…! Pero, por otro lado, ¡qué maravilla!” En fin, produciría innumerables reacciones.

Sin embargo, eso se da siempre. Cuando rezamos en conjunto, es como si cada uno lo hiciese solo y el universo entero hubiera parado, y Ella estuviera prestando atención solo en uno. Me parece indispensable que tengamos eso bien arraigado en el alma, de lo contrario no hay una piedad mariana viva y sincera. Se queda solo en un esquema pseudo-teológico, limitado, sin vuelo ni realidad.

De hecho, si Nuestra Señora durante una hora abandonase todo para mirarlo a uno solo, el universo se caería en esa ocasión, porque todo él vive de su mirada y de su protección, siendo Ella la Medianera de todas las gracias de Dios, papel central y continuo. Esa es su misión.

El completo desinterés del auténtico amor materno

Imagen de María Auxiliadora, Casa Monte Carmelo de los Heraldos del Evangelio, Caieiras, Brasil

Discurramos ahora sobre el concepto de voluntad.

La Virgen María no es infinita, es una mera criatura, pero insondablemente perfecta. No tenemos idea de cómo es su excelencia. Ahora bien, una persona perfectísima ama con amor perfectísimo su propia misión. Basta que Dios le haya mandado a Ella quererla por entero. Pero no es solo eso. Nuestra Señora quiere muy bien a cada uno de nosotros individualmente, del modo como somos. Con aquella especie de desinterés del amor materno auténtico, en el cual la madre no ama al hijo por causa de la carrera, ni del auxilio, ni nada de eso, sino porque él es él.

Todo lo que una madre dedica de bueno con relación al fruto de sus entrañas, María Santísima lo tiene de un modo inimaginable por nosotros. A Ella le gusta mirarnos, querernos bien y ser querida por nosotros. En Dios, claro. O sea, en la medida en que seamos conformes al Divino Artífice o podamos convertirnos a Él. Así Ella nos quiere.

Cuando nos arrodillamos ante una imagen, o incluso cuando oramos interiormente, debemos tener la convicción de que ese acto es grato a Ella. Eso es así, inclusive si estamos en estado de pecado, por el deseo que Ella tiene de sacarnos de esa vía. Por todo esto, Ella tiene el deseo de ampararnos. Cuando una madre tiene ese deseo con relación al hijo, ella quiere asistirlo de todas las maneras, de cualquier modo y a todo momento.

Libertad filial, característica del verdadero devoto de la Santísima Virgen

María Auxiliadora. Casa Bela Vista, Brasil

Finalmente, María tiene el poder de ayudarnos a todo instante en las cosas grandes, sobre todo en la vida espiritual, para santificarnos, para que sirvamos a la Iglesia, a la Causa Católica. Ella nos favorece también en nuestras necesidades, inclusive pequeñas. Por lo tanto, un comprobado devoto de Nuestra Señora le pide cualquier cosa, la menor que quiera. Por ejemplo, estando a la espera de un taxi, pedir que este llegue cuanto antes. Él debe estar continuamente implorando todo, desde que convenga para su salvación y santificación.

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La Santísima Virgen es tan buena, que hasta podemos decir lo siguiente: “Madre Mía, haz que tal cosa convenga para mi santificación, porque yo la quiero mucho”.

Pues debemos tener una total libertad filial con Ella, sin nada de rígido. Si Ella no nos atiende, es porque nos dará otra cosa mejor que la pedida.

Cuento un episodio de la vida del gran Dom Chautard. Él se encontró cierta vez con Clemenceau, político francés, de muchísima personalidad, muy inteligente, sin embargo, muy anticlerical.

Se sabe que los anticlericales odian de un modo peculiar a los contemplativos, porque les parecen inútiles. Con base en ese presupuesto, podemos concebir el contacto entre ambos: Clemenceau, llamado de “el Tigre”, por su habilidad y por la fuerza de su personalidad, y Dom Chautard, que hipnotizaba hasta leones, siendo eso histórico en su vida.

En el encuentro, comenzaron a conversar y Dom Chautard contó todas sus ocupaciones. Entonces, Clemenceau dijo:

Pero Ud. tiene que enseñarme cómo llenar tanto el tiempo, porque yo no consigo poner todas mis ocupaciones dentro del día y Ud. consigue disponer tantas dentro del suyo.

Dom Chautard respondió:

Señor Ministro, es muy fácil: si Ud. añade a todas sus ocupaciones el rezar todos los días quince minutos, un Rosario bien rezado, le alcanzará el tiempo para todo, como a mí me alcanza.

Eso parecería una afrenta. Pues bien, el Tigre se tragó la provocación del domador. No dijo nada. Proponerle a un anticlerical rezar el Rosario todos los días… No se puede pensar algo más osado, sobre todo si consideramos cómo era el anticlericalismo del tiempo de Clemenceau: un devorador de frailes horroroso.

En ese desafío, que tenía algo de hercúleo, entraba una realidad: todo el mundo vive corriendo, con falta de tiempo. Si reza más, sobra más tiempo para los quehaceres: los problemas se resuelven con menos azar, menos dificultad, se arreglan mejor. Para todo se consigue tiempo, porque somos sustentados por Nuestra Señora hasta en las pequeñas cosas. Es cuestión de pedir con empeño.

Lo mejor de su amor, María lo reserva a los luchadores de la fe

María Auxiliadora. Sacristía de la Basílica de Ntra. Sra. del Rosario de los Heraldos del Evangelio, Caieiras- Brasil

Ahí está Nuestra Señora Auxilio de los Cristianos. Sin embargo, ¿qué significa la palabra “cristianos”?

Hay una tesis de Teología de la Historia, famosa y admitida por todos los autores: el mundo existe para los buenos y los otros existen por la intención de Dios de que acaben siendo buenos. No obstante, el centro de la Historia, por donde ella es gobernada, son los elegidos.

Por consiguiente, la Virgen María es sobre todo Madre de los cristianos, y por cristiano debemos entender el católico, apostólico y romano. Con relación a los otros, Ella es Madre para traerlos a la Iglesia o para salvarlos. Pero lo mejor de su amor materno es para los católicos, para los que profesan la verdadera fe.

Si esto es así, ¿qué decir del afecto de Ella hacia aquellos que dedican su vida al servicio de la Religión? ¿Sobre todo en una época de apostasía universal, inclusive dentro de la Iglesia? ¿No es una prueba de predilección haber recibido ese llamado, incluso sin merecerlo? ¿Y, además, ser conservado en esa epopeya, dádiva que desmerecemos de tantos modos? Sin embargo, Ella nos dio esto.

Consideramos un privilegio el hecho de que San Juan Evangelista haya estado al pie de la cruz. Pues bien, ser hijos enteramente ortodoxos dentro de la Iglesia, sin ningún pacto con la Revolución y en lucha contra ella, perseguidos por ella, es estar al pie de la cruz en una hora de abandono como nunca hubo desde que Nuestro Señor murió, dado que nunca la fe fue tan abandonada como en nuestros días. De manera que, cuando dirigimos nuestras oraciones a Nuestra Señora, deberíamos considerarnos al pie de la cruz, con el Divino Redentor agonizante y su Madre Santísima habiéndonos atraído para aquella soledad y para la participación en aquel dolor.

¡Cuántas cosas nos atreveríamos a pedir en esa circunstancia! ¡Cuánto perdón, cuántas gracias! Así debemos vernos.

Recurrir es corresponder a la solicitud de Dios

Jesús perdona al Buen Ladrón

Una última consideración: el buen ladrón, como dice San Agustín, robó el Cielo. Fue el primer santo en ser canonizado. ¿Cómo obtuvo él esa indulgencia? Teológicamente es cierto: por la oración de María Santísima. Por ser Ella la Medianera Universal, solo recibimos gracias por medio de Ella. Si él consiguió eso, ¡cuánto más nosotros alcanzaremos para la Santa Iglesia, para nosotros y todo el resto!

Debemos guardar esto y tomar el hábito de recordarlo, antes de rezarle a Ella. Preparar el espíritu y pasar el día entero suplicando. Cuando no estemos recitando las oraciones diarias, hagamos jaculatorias. Entonces nuestra alma encontrará la paz y habremos correspondido, de algún modo, a la solicitud de Dios al habernos otorgado a la Santísima Virgen como auxilio. Con eso terminamos nuestra meditación sobre Nuestra Señora Auxiliadora.

(Extraído de conferencia del 24/5/1969)

Notas

1GARNIER, François. Journal de la bataille de Lepante. Éditions de Paris, 1956.

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