¨Que todo cambie para que todo siga igual¨, frase pronunciada por uno de los personajes de la novela El Gatopardo que, sin lugar a dudas, tiene una especial aplicación en el campo del acontecer político pues los ¨cambios¨ propuestos por nuestros gobernantes en la vida real han tenido consecuencias más bien retóricas, y las condiciones inequitativas de la gran mayoría de nuestra población ¡Sencillamente no cambian!
Y ahora, el presidente Petro nos trata de ilusionar con un nuevo ¨cambio¨ que tendría lugar mediante una constituyente, propuesta que rechazan la mayoría de los partidos políticos, así algunos hayan recibido cuidadosísimas participaciones burocráticas en el gobierno. Porque, sin lugar a dudas. La palabra CAMBIO se usa demasiado en el acontecer político de nuestro pueblo.
Históricamente está demostrado que el verdadero cambio solo le llega a los países con el desarrollo económico, como sucedió con Corea del sur, cuyos campesinos andaban en cotizas en los tiempos en que enviamos allí al batallón Colombia y hoy se transportan en vehículos de numerosas marcas propias.
Pero la eficiencia económica tiene sus límites en el costo de la mano de obra y de los insumos necesarios para producir, en forma tal que los intentos que lo limitan al campo político mediante reformas constitucionales, tienen un efecto realmente insignificante en la vida económica de un país: en la misma Corea no necesitaron demasiadas reformas constitucionales para crear una industria qué compite con la japonesa de manera exitosísima.
Los cambios políticos radicales qué hemos presenciado en algunos países tampoco han tenido éxito vr.gr. en el caso de Cuba, donde desde hace décadas la gente se lanza al mar en débiles embarcaciones hastiada de las limitaciones del “cambio” realizado en esa isla, donde todos comen un mínimo, tienen buena educación y hasta buena salud pero no buenas prerrogativas de crecimiento económico.
De manera que, tal como lo cree Petro, los cambios constitucionales no han cambiado, ni aquí ni en ningún país de Latinoamérica las condiciones económicas, y otro “cambio” constitucional no agregaría nada a nuestra condición de país subdesarrollado.