"Espada de reyes (II)" de Bernard Cornwell



Vale, me lo currare un poco más.

Bernard Cornell lleva casi 16 años escribiendo las aventuras de Uthred de Bebbanburg, a una media de un libro al año. Con Semejante ritmo de publicación, aunque es un escritor bastante bueno, que se mantiene ameno y entretenido, el desgaste es inevitable: los libros de Uthred se parecen mucho entre sí. Y debo añadir que, en general, los libros de Bernard Cornell se parecen mucho entre sí. De un tiempo a esta parte, todos los libros de Uthred empiezan con un cierto misterio, que viene a desconcertarle y sacarle de sus tierras, aunque la ubicación de esas tierras varie. Hay un par de enfrentamientos y una batalla por en medio del libro. Se avanza en la historia de la formación del reino de Inglaterra (hace tiempo que dejó de ser una saga sobre las invasiones vikingas para convertirse en la historia de los herederos de Alfredo el grande) y se termina con una gran batalla final. Todos los libros que he leído de Bernard Cornell terminan con una gran batalla, en la que el bando del protagonista resulta siempre vencedor. Aunque es un autor muy superior, a veces me recuerda un poco a lo que mi hermano contaba de Marcial Lafuente Estefania. Sostenía la teoría de que éste tenía varios paquetes de folios con diferentes escenas tipo: el desenmascaramiento y linchamiento de un ventajista, una carrera de caballos .. con los nombres de los personajes en blanco. Su teoría sostiene que su modo de escribir las novelas consistía en barajar los montones, rellenar los nombres y hacer unos retoques para darle uniformidad.

Cornwell no es tan exagerado, pero es cierto que sigue una plantilla y a veces, si uno se despista, le puede parecer estar releyendo un título antiguo, en lugar de una novela nueva. Aunque, debo reconocer, que ¡por fin!, ha eliminado el momento en que Uthred se queda ensimismado, hacia la mitad de cada libro, rumiando una y otra vez sobre el desmoronamiento de la civilización, cuanto se ha perdido desde los romanos y como caminamos ineludiblemente hacia el Ragnarok.

Esta espada no se libra de ese síndrome. Añadiré que, a veces, las descripciones de los lugares son demasiado vagas, lo que es terrible, puesto que no hay nada más importante para comprender una batalla que el escenario en el que . Y, por supuesto, batallas hay unas cuantas. Incluso hay un par de lances náuticos, plagados de esas palabrejas que tanto les gusta a los aficionados a la navegación.

Por segunda, tercera, o cuarta vez, yo que sé, el autor se deshace de un personaje femenino importante “off the record”, fuera de cámara. En esta ocasión, lo hace a toda prisa, en el epílogo y ni siquiera llegamos a contemplar el momento en que Uthred se entera de ello. No sé si Cornwell lo hace porque no se le dan bien las escenas emotivas, o porque considera que no le interesan a su público objetivo, que sólo tiene ojos para destripamientos y derramamiento de sangre, pero me resulta un poco machista, por mucho empeño que ponga en sacar al menos un personaje femenino con carisma por libro.

Y, en esta ocasión, abusa demasiado del azar y las coincidencias. A sus innumerables apodos, Uthred debería añadir el de “afortunado”. O desafortunado, porque, en esta novela, Uthred se convierte en un peón del azar. Tanto sus éxitos como sus fracasos derivan de soberanas coincidencias, cada triunfo o cada revés se deben, casi literalmente, a encuentros fortuitos con algún conocido. Hay que reconocer que las habilidades estratégicas del anciano empiezan a flojear.

Dicho todo esto, Cornwell se las apaña para meter a su héroe en bretes tan tremendos que, por mucho que el lector de la saga sepa bien como las gasta el señor de Bebbanburg, parece imposible que pueda salir de ellos o, en el caso de hacerlo, sobrevivir a sus séquelas. Tras doce novelas, sus sangrientos libros siguen siendo emocionantes y divertidos y aún consiguen atrapar al lector.

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