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Opinión

Ese eclipse del mundo moral

Se cumplen 50 años de la publicación de 'Ese sol del mundo moral', de Cintio Vitier. ¿Cómo es leer ahora ese libro?

Miami
Cintio Vitier y Fidel Castro. En segundo plano, Fina García Marruz.
Cintio Vitier y Fidel Castro. En segundo plano, Fina García Marruz. X/@centrofidel

El prólogo de Cintio Vitier a su insostenible ensayo Ese sol del mundo moral. Para una historia de la eticidad cubana (Siglo XXI Editores, México, 1975), está fechado en La Habana, en marzo de 1974. Y no "idealiza" —como él dijo— la realidad. Sencillamente la tergiversa, la manipula buscando argumentos para su tesis. La fecha indica que terminó el libro hace ahora, en 2024, medio siglo.

¡Medio siglo! Tal conmemoración motiva esta nota, en la inteligencia de que sirve de pre-texto, ante la ruina espiritual y material que Cuba aún padece, que Cintio Vitier no avizoró ni entonces ni antes de morir en 2009, convertido por Fidel Castro en su peculiar ideólogo-intérprete de José Martí, tras el fin de la Unión Soviética y las subvenciones a Cuba, en 1991. Después del consecuente desmoronamiento del marxismo-leninismo, que el comandante se apresuró a calzar con el patriotismo martiano.

Puede recordarse que el eclipse de la eticidad cubana "revolucionaria" no es una tragedia actual. Se sitúa alrededor de 1970, aunque comienza con evidentes acciones antes de 1968, y se percibe con transparencia en abril de 1971, tras el Congreso Nacional de Educación y Cultura. El reconocido autor del grupo Orígenes, sencillamente arma su tan "soleado" ensayo bajo una ética fantasmal.

"Los hombres no pueden ser más perfectos que el sol (…) El sol tiene manchas, Los desagradecidos no hablan más que de las manchas. Los agradecidos hablan de la luz", dijo Martí. Pero el problema no es entre desagradecidos y agradecidos. Porque la realidad cubana ya indicaba en 1974 que no se trataba de manchas, sino de que ese sol había desaparecido. A lo que se añade la duda de si alguna vez brilló con limpieza o fue otro truco político de Fidel Castro, astuto mentiroso, como demuestran las contradicciones acumuladas entre sus propios discursos, donde la conveniencia prima sobre la honradez.

¿Y Cintio Vitier no se dio cuenta? ¿Qué lo deslumbró? ¿Cuál ilusión encegueció su intelecto? ¿Siguió creyendo religiosamente —como su esposa, Fina García Marruz— que el caudillista socialismo impuesto era lo menos malo que le podía pasar a Cuba, tras alejarla del american way of life? ¿Fue tan maniqueísta, de suponer un retorno a la Cuba corrupta y arbitraria que imperó durante algunos periodos republicanos, hasta el infame Gobierno de Fulgencio Batista, considerado como "el huevo de la serpiente"? ¿Tendió tanto a la caricatura absurda y anacrónica de congelar la historia? ¿O escribe su libro bajo los efectos del síndrome de Estocolmo para refutar a los intelectuales comunistas con cargos en el Gobierno; sugerirle al comandante en jefe que se acercara al pensamiento martiano, porque Martí nunca se alejó del cristianismo, lo que favorecía el catolicismo del núcleo central de Orígenes, aún en 1974 bajo el ostracismo oficial? ¿O influyen en la deriva del texto razones familiares? ¿O qué?

Lo indubitable es que la frase que le sirve para titular su ensayo se ha deshecho, como tanta cita difusa de nuestros próceres e intelectuales, de poemas y ensayos patrióticos que recuerdan el chiste de Borges, cuando le preguntó a un poeta peronista el título de su cuaderno, y el bardo le contestó: Con la patria adentro; y Borges sólo atinó a contestarle: "¡Ay, qué incómodo!". Porque nada más incómodo para la ideología imperante en Cuba que el pensamiento del maestro José de la Luz y Caballero, que atrajo a Cintio Vitier: "Antes quisiera, no digo yo que se desplomaran las instituciones de los hombres —reyes y emperadores—, los astros mismos del firmamento, que ver caer del pecho humano el sentimiento de justicia, ese sol del mundo moral", escribió Luz y Caballero.

La enseñanza partidista y autoritaria que se imparte en las escuelas cubanas desde la nacionalización ocurrida en 1961 es la antítesis del espíritu liberal que imperaba en el Colegio del Salvador, fundado por Luz y Caballero en 1843. Programas, textos y orientaciones oficiales que, por estar tan alejados de la vida cotidiana de niños y jóvenes y por su torpeza pedagógica, han conseguido adoctrinar solo a unos pocos; aunque tal feliz resultado no le resta tufo totalitarista. Tufo que el ecuménico Luz y Caballero hubiera repudiado.

El patrimonio cultural de la Cuba decimonónica no se encaminó hacia ninguna variante represiva del pensamiento libre, confundida con el pensamiento "revolucionario". Adjetivo desvalijado por tanto uso hipócrita, al punto de que hoy, lejos de definir al Gobierno, mejor podría limpiarse y revivir para los disidentes, genuinos revolucionarios actuales. Ni el presbítero José Agustín Caballero —tío de José de la Luz y su mentor— ni sus más avezados discípulos, como el padre Félix Varela, hubieran aceptado un omnipotente gobernador, una ideología monocromática. En Las ideas en Cuba y después en La filosofía en Cuba, Medardo Vitier —padre de Cintio— da suficientes argumentos para alejar a la elite intelectual cubana del siglo XIX (como después a Enrique José Varona) de sistemas filosóficos cerrados como el marxismo, mucho más de un prontuario leninista al estilo de los partidos comunistas de corte soviético, como el Partido Comunista de Cuba.

Es inimaginable ver al héroe independentista José Martí —autor del ensayo "Nuestra América"— aceptando por decreto una Constitución que en sus párrafos iniciales menciona el ejemplo de la Unión Soviética como guía, según apareció en enero de 1976, abyección que solo años después fue omitida. La que ni siquiera le mereció a Cintio Vitier una nota al pie en el capítulo III, en la reedición revisada en 1990, publicada por la editorial Unión. Lo inimaginable constantemente ensombrece, no al sol de José de la Luz y Caballero, sino al que Cintio Vitier quiso fabricar como culminación del anhelo ético nacional, que acepta deudor de la Declaración de los Derechos del Hombre.

Claro que la conciencia de lo justo y de lo injusto no es intemporal, porque entonces la esclavitud podría haberse visto como justa. Lo difícil —y aquí el ensayo de Cintio Vitier se hace eco de lo estudiado antes por varios historiadores— es ver esa conciencia como un haz no carente de contradicciones, como las que se observan al juzgar a José Antonio Saco, a esclavistas, integristas, reformistas y anexionistas, en compleja contradicción con los independentistas, que a la postre predominan. No obstante, se aprecia la erudición del autor (nadie duda de ello)  en la valoración de Manuel Sanguily, Rafael Montoro, Carlos Manuel de Céspedes… También en las páginas dedicadas a José Martí y su trascendentalismo, aunque de pronto una interferencia o cuña de lo que entiende como "revolucionario" (cita hasta un discurso del Che Guevara en Naciones Unidas) abarate el texto.

Su tendenciosidad niega la vida de la mayoría de los intelectuales cuyos idearios trata de que confluyan en apoyo a la revolución socialista y su líder. No lo consigue. Es imposible conseguirlo. El decoro martiano no liga con represores. El ensayo —donde, por cierto, apenas aparece alguna mujer actuando en los predios intelectuales— también es dueño de sus silencios. Pasar velozmente por el Grupo Minorista es un error del ensayo, entre otros vacíos. Nombrar no es estudiar, como bien sabía el acucioso crítico literario de Lo cubano en la poesía. Dos ensayos clave de Jorge Mañach merecían un capitulillo: "La crisis de la alta cultura en Cuba" (1925) e "Indagación del choteo" (1928); aunque hubiera tenido que aludir a que el destacado intelectual, tras su entusiasta apoyo a la revolución de 1959, fue a morir en su tercer exilio, en San Juan de Puerto Rico, el 25 de junio de 1961. El mismo año, por cierto, en que Cintio Vitier (entonces no tan entusiasmado con el "mundo moral" de la revolución) tramita trabajo en la Universidad de Columbia, en Nueva York, con su amigo Eugenio Florit, como prueba la correspondencia entre ellos; sobre todo una carta desde México del verano de 1961, tras Playa Girón, la expulsión de cientos de sacerdotes y monjas españolas, la estatalización de las escuelas privadas.

Y así, entre omisiones y exaltaciones como la de Raúl Roa, avanza el ensayo de Cintio Vitier por lo que llama "seudorepública", haciéndose eco del despectivo e injusto nombre. Una monótona lista de autores y libros parece estar incluida por el miedo a omitir algún autor oficial, desde Juan Marinello hasta Carlos Rafael Rodríguez, sin olvidar nada menos que a José Antonio Portuondo, censor cuyos mediocres enfoques generacionales habían sido ridiculizados por José Rodríguez Feo. Da pena. Quizás a él mismo le dio pena, de ahí las acertadas páginas sobre Fernando Ortiz, José Lezama Lima y una mujer, su esposa Fina García Marruz. Aunque ni una letra —por ejemplo— sobre el Gastón Baquero ensayista o los entonces jóvenes exiliados, como Guillermo Cabrera Infante. Ni un párrafo que matice su panfleto.  

Lo peor llega en el capítulo VI —el último— dedicado a Fidel Castro y su alegato La historia me absolverá, que aburriría reseñar. "Pieza ética de primera magnitud", afirma. Y basta, porque para Cintio Vitier la cultura cubana culmina allí en Santiago de Cuba, en 1953, año del centenario del natalicio de José Martí, tras el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio.

50 penosos años después de 1974, el actual eclipse del mundo moral exhibe —entre otros horrores— que salir del país es el principal deseo de los jóvenes, con las derivaciones psicopatológicas y demográficas correspondientes. Un reciente sondeo muestra el anhelo, al punto de que se ha llegado a pensar que el régimen lo fomenta como entrada de divisas al país en un plazo de tres a cinco años. "Extranjero", responde un niño cubano a su maestra cuando le pregunta qué quiere ser. ¿Cómo vería Cintio Vitier ese ejemplo de la eticidad cubana en 2024? ¿Iría a un espantoso cruce fronterizo entre México y EEUU y desde allí juraría que Cuba no depende más que nunca antes en su historia de las ayudas exteriores, que comienzan en Miami?

Resulta obvio que la espesa oscuridad del eclipse cubano solo se clarificará tras el fin del yugo castrocomunista. Ni una bandada de ángeles de la jiribilla salvan del evidente desastre ético que caracteriza a las instituciones culturales y académicas oficiales, sumergidas en malabares con argumentos apolillados y cantinfleos geopolíticos. Ni nacer en Cuba ha sido una fiesta innombrable, como alguna vez soñó ingenuamente José Lezama Lima, cuya cierta simpatía con el régimen disminuyó en fecha tan temprana como 1968, cuando publica el levemente entusiasta y disimuladamente irónico artículo "El 26 de julio: imagen y posibilidad", como demuestra la correspondencia con su hermana Eloísa, exiliada y anticastrista. La prueba del laberinto —tan querida por Lezama— merece la perspicacia de observar que tal artículo no solo tiene lecturas implícitas, sino que fue publicado en La Gaceta de Cuba de la UNEAC en el número de noviembre-diciembre de 1968, días después de que en octubre Lezama —después de fuertes presiones en contra— diera su voto favorable a Fuera del juego, el disidente cuaderno de poesía de Heberto Padilla, de tantas consecuencias para la cultura cubana.  

En 2024 los escasos intelectuales cubanos que aún militan bajo la ideología del régimen, apenas se apoyan en las luces éticas de nuestra historia, prefieren la culpa ajena como razón de ser, mantenerse en el poder como sol "moral". Las citas descontextualizadas de Martí y las demagogas de Fidel Castro no logran tapar miserias, desigualdades, corrupciones. La teleología solar esgrimida por Cintio Vitier  ha pasado a nuestra larga arqueología de intentos fallidos. Si acaso simboliza el pantano bovarista de un fanático, similar a los últimos nazis berlineses, a los miembros de alguna secta fundamentalista. Y encarna, además, la no tan rara afición de muchos escritores —como García Márquez— a codearse con el poder.  

Sin embargo, lo mejor puede hallarse —quizás— en otra cita de José de la Luz y Caballero, cuando en 1862 escribió en la Revista Habanera: "La actual sociedad, a guisa de fuego subterráneo, abriga en sus entrañas fuerzas latentes". Tal vez esas fuerzas latentes acaben de alumbrar a Cuba. Logren el fin del eclipse.

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11 comentarios

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Nada que agregar. Solo Jesucristo pudo saber lo que habia en el corazón de Dimas.¿Y en el de Cintio?

Cintio Vitier, ese sol del mundo inmoral.

Muy buen artículo y análisis. A propósito de Cintio, me gustaría q su hijo José María hiciera quedar bien su recuerdo devolviéndole a los herederos de Eugenio Florit los $600 que este le envió a Cintio a México cuando Vitier le pidió encarecidamente dinero a Florit para solicitar asilo en Estados Unidos. Ya con el dinero en mano, a Vitier le sobrevino una iluminación divina y se dio cuenta que su lugar estaba al lado de Fidel Castro. Regresó a Cuba... y se llevó los $600.

Excelente artículo.Yo era niño en esos tiempos; pero me he ido informando y con este brillante, honesto y certero artículo he ido cubriendo los huecos que me quedaban vacíos. Gracias Prats Sariol por ofrecernos un periodisto veraz y de calidad incuestionable.

Profile picture for user Nico

¡Bravo!, don Pepe. Good job!!! Cintio se deschavó hace rato. En lo político y en lo ético. Aun cuando parezca cosa resabida, hace muy bien Prats Sariol en desmenuzar con fino instrumento crítico y toda la sagacidad intelectual de que es capaz las contradicciones insalvables del destacado escritor que se vendió a cambio de un dudoso sitial bajo el castrismo. Ni siquiera por los 30 denarios de Judas. Fue traidor a sí mismo. Un traidor muy barato.

Profile picture for user Archivaldo Pais

Le decíamos "El apagón de un mundo mortal"

Profile picture for user Amadeus

Vitier quedara como uno de los tantos intelectuales que sucumbieron, por oportunismo o terror, al régimen y legitimaron la dictadura. Su zigzagueo a través de sus „convicciones católicas“ y la colaboración lo perdieron. Lo que queda es su obra.

Profile picture for user Plutarco Cuero

Lo de Cintio Vitier es la historia del cien pies que perdió sus patas e insistió en arrastrarse ....

Insistió Vitier ...

Perdonen mi ignorancia cultural,el viejito se parece a Justo Vega.Habia oído hablar de el pero me lo imaginaba peludo o calvo y barbudo y con bufanda o un jacket tirado por arriba.

Profile picture for user Ana J. Faya

Excelente. Una aguda indagación sobre el texto de Cintio, muy bien escrito además. Dada la fecha en que fue publicado ese ensayo (1974), que Prats desmenuza, me hubiera gustado algo más acerca de esa entrega de la Patria que le hizo Fidel Castro a Moscú, tan sugerente ahora, y que poco tenía que ver con la trayectoria de Cintio. Entonces, no solo le fue ofrendada la intervención a la URSS en los campos militares y de Seguridad, sino en cada una de las secciones de los Departamentos de Organización, Ideológico y de Relaciones Exteriores (excepto América) del CC. Fue una intervención extranjera que había tenido referente en la Crisis del 62, y que en sus varias etapas puso al descubierto las visiones no siempre coincidentes de Fidel y de Raúl Castro. Pero es cuestión de gusto, que aquí no vale. Como bien dice Prats, hoy el sol del mundo moral cubano está bajo lamentable eclipse.