Ciudad Juárez.- Alguna vez Enrique Peña Nieto dijo que la corrupción en México era un tema cultural. No podía estar más de acuerdo con él. Sin embargo, esa masa amorfa a quien los oportunistas políticos le llaman “pueblo bueno” se ofendió. Y es que existe la idea ampliamente difundida que únicamente el político o el gobernante es corrupto. 
Estoy seguro estimado lector, que en más de una ocasión ha tenido contacto con alguna persona que dice que algún agente de tránsito “es un corrupto” porque le “quitó” dinero. Bien dice el dicho que peca tanto el que mata a la vaca, como el que le detiene la pata. Para que exista el cohecho debe haber voluntad de ambas partes. Si un ciudadano cometió una infracción vial, lo correcto es que pague las consecuencias por ello. Si el agente de tránsito está en lo incorrecto, hay vías legales para defenderse de alguna eventual arbitrariedad. Pero el hecho de decir que el agente es corrupto porque pidió un soborno, no implica que el que lo pagó no lo sea. Ambos son corruptos. La diferencia es que a nadie le gusta que le digan corrupto, pero sí se llenan la boca señalando a otros. En términos generales, el ciudadano promedio quiere un policía que aplique implacablemente la ley, pero que sea tolerante con él. 
Lo mismo sucede con los empresarios. Hay empresarios honestos, pero hay empresarios profundamente corruptos. Aquel empresario que no declara adecuadamente ante la autoridad fiscal, que registra a sus trabajadores con salarios inferiores a los que perciben para pagar menos cuotas de seguridad social, o el que corrompe para ganar una licitación. También en este sector hay muchos golpes de pecho. Muchos critican a los gobernantes corruptos, cuando forman parte de la misma práctica. 
Los gobernantes son una muestra, un mosaico de lo que somos como sociedad. Nuestros políticos no fueron importados de otra galaxia, en ocasiones ni siquiera de otro Estado. Son gente con antecedentes sociales y culturales similares a los nuestros. Por ello, la corrupción es en efecto, como dijo Enrique Peña Nieto, una práctica cultural. 
Hay sociedades más o menos corruptas en el mundo. La corrupción no se puede medir de forma matemática, por lo que se mide en función de percepción. Por eso cuando hay políticos que se asumen como aquellos adalides democráticos que combaten la corrupción, de inmediato hay que sospechar de ellos.
Javier Corral por años se asumió como un ‘experto’ en temas de telecomunicaciones. Se opuso a lo que él llamó la “Ley Televisa” entre otros. Lo hizo porque ese era el tema del momento que le generaba réditos políticos. Después se dio cuenta que la narrativa que más réditos políticos generaba era justamente la del combate a la corrupción. Su gobierno se distinguió por ser monotemático en el tema. Ahora que encontró acomodo dentro del equipo de Claudia Sheinbaum, Corral se asume como el anticorruptor de ese proyecto político.
Resulta bastante irónico que esa sea su bandera cuando Arturo Fuentes Vélez, el secretario de Hacienda de su gobierno, se encuentra prófugo de la justicia justamente por actos de corrupción que cometió en ese quinquenio maldito. Lo mismo sucede con Antonio Pinedo quien fue coordinador de Comunicación Social de su gobierno. Pinedo se encuentra detenido por actos de corrupción que cometió justamente en el gobierno de Javier Corral. Eduardo Fernández, secretario de Salud del corralato también está vinculado a proceso por hechos de corrupción. Lo mismo con Juan Pedro Santa Rosa, exdirector del Deporte del Gobierno de Chihuahua en tiempos de Corral. ¿No resulta irónico?
Hay otros personajes que se han llenado la boca con el tema del combate a la corrupción. El entonces fiscal Especializado en Atención a Delitos Electorales, Santiago Nieto Castillo (precisamente muy cercano a Corral) se asume como un feroz combatiente de la corrupción. A su paso por la Fepade y la Unidad de Inteligencia Financiera (ya en el gobierno de López Obrador) pregonaba su vocación honesta y su lucha contra la corrupción. Nieto fue exhibido en varios medios de comunicación como propietario de un inmenso patrimonio inmobiliario, mismo que no hubiera podido lograr de haber vivido estrictamente de su salario como funcionario público. También el derroche de su boda lo puso en el ojo del huracán. Los enemigos de Nieto (que no son pocos) se encargaron de ventilar y exhibir todas sus riquezas. Hoy es candidato de Morena al Senado por el Estado de Querétaro. 
El presidente de la República lleva años señalando ‘la corrupción’. Le pone nombre, apellido y hasta filiación política cada mañana que puede. Sin embargo,  son varias las pruebas de que su círculo cercano es corrupto. Desde los videos de René Bejarano (desde entonces un actor político muy cercano a López Obrador) recibiendo maletines llenos de dinero, hasta a sus hermanos recibiendo sobres con enormes cantidades de efectivo. Esto sin contar las denuncias públicas que se han hecho de los hijos del presidente donde uno de ellos vive en Houston en una casa de un contratista de Pemex, hasta las raterías de sus otros hijos en las obras del Tren Maya. 
Siguiendo con el obradorato, la encargada de combatir la corrupción en su gobierno, la exsecretaria de la Función Pública Irma, Eréndira Sandoval Ballesteros resultó tener un patrimonio mucho mayor al que sus ingresos le permitirían tener. La exsecretaria de Energía de su gobierno (hoy candidata a la gubernatura de Veracruz) Rocío Nahle también tiene un patrimonio desmedido según se ha dado cuenta en fechas recientes, en el que se cuentan departamentos en Nueva York, mansiones en Veracruz y cuentas bancarias millonarias en el extranjero. 
Manuel Bartlett, hoy director de la Comisión Federal de Electricidad tiene cerca de treinta casas en la Ciudad de México. Se ha acusado a su hijo de corromper funcionarios del obradorismo para obtener contratos en el sector salud. Ni qué decir de la propia Claudia Sheinbaum que tiene cuentas en paraísos fiscales, mismos que negó, pero que luego aceptó tener.
Algunos otros corruptores del actual gobierno son Alfonso Romo, Octavio Romero Oropeza, e incluso el propio secretario de la Defensa Nacional. Este último ha sido señalado de una operación inmobiliaria mediante la cual adquirió un departamento a un proveedor de la Sedena, a un precio absurdamente bajo. Esto en el contexto que ha revelado que ha viajado a Europa con miembros de su familia con gastos pagados por el tesoro público.
Todos estos personajes (más los que se vayan acumulando) representan justamente lo que López Obrador siempre ha dicho combatir. La realidad de las cosas es que este gobierno es profundamente corrupto. Si bien la corrupción ha sido un fenómeno transexenal en México, López Obrador llegó con la bandera de combatir la corrupción. Es decir, la postura de López Obrador y todos sus acólitos es profundamente hipócrita. No llegaron a erradicar la corrupción, sino a revolcarse en la misma. Parecería que para ellos, no es que las cosas estuvieran mal, sino que lo malo es que no formaban parte de ellas. 
¿La corrupción debe combatirse? Por supuesto que sí. Sin embargo, la corrupción no se combate con más estructura, más controles, más policías y más jueces. Tenemos las suficientes herramientas para combatir la corrupción, pero no la combatimos. Un ejemplo son los municipios. A los municipios los auditan la Contraloría Interna, la Sindicatura, los Regidores, la Contraloría del Estado, la Auditoría Superior del Estado, y las autoridades federales cuando se trata de ejercicio de recursos federales. Y los municipios no son precisamente el paraíso de la honestidad.
Parecería que estamos destinados a seguir viviendo en un ambiente corrupto. Sin embargo, creo que podemos hacer algo bien para las generaciones venideras. La única forma que yo veo que se puede combatir la corrupción es a través de educación, programas de concientización, campañas que promuevan esta clase de valores. Empezar de cero en las escuelas. Así quizá tengamos generaciones perdidas, pero en un futuro tengamos una generación que deje de ser hipócrita (como lo es nuestra sociedad) y asuma que el combate a la corrupción es tarea de todos. En la medida que tengamos una sociedad honesta, tendremos gobiernos honestos.