Cenizas y diamantes, la película de Don Cornelio y La Zona (Argentina/2024). Guion y dirección: Ricky Piterbarg. Edición: Norberto Ludin. Dirección de arte: Alejandra Fenochio. Fotografía: Juan Costamagna. Sonido: Mariana Delgado. Música y archivo: Don Cornelio y La Zona. Funciones en el Cine Arte Cacodelphia (Av. Diagonal Norte 1150): jueves 16 y 23 de mayo, Sala 3, a las 19; sábado 18 y 25 mayo, Sala 3, a las 19★★★½

Cenizas y diamantes, la película de Don Cornelio y La Zona es un documental con excelentes momentos (y otros un poco convencionales o fallidos) sobre Palo Pandolfo (en julio se cumplirán tres años de su muerte, cuando tenía apenas 56) sobre el período de la que para mi fue su mejor y más influyente banda, Don Cornelio y La Zona, que marcó a fuego el rock nacional de la segunda mitad de la década de 1980 con el disco homónimo (1987), Patria o muerte (1988) y En vivo (1989).

Cenizas y diamantes... -dedicada, claro, a Palo, pero también al inspirador del proyecto Roly Rauwolf- tiene muchas imágenes de los interminables ensayos nocturnos de la banda, de la trastienda del grupo, de shows en vivo (hay uno muy bueno registrado en Prix D'Ami) y hasta del reencuentro sobre el escenario durante el casamiento de uno de los integrantes.

Además, Piterbarg reunió a los músicos, allegados, amigos y fans en un taller de la Boca para un algo caótico y desprolijo pero simpático y por momentos emotivo evento en el que se recordaron los hitos de aquella banda y de la figura irremplazable y que tanto se extraña como la de ese inmenso poeta del rock que fue Palo. También se van intercalando intervenciones a modo de homenaje a cargo de figuras como Graciela Mezcalina, Omar Viola, B.ode, Luis Aranosky y Melina Staudt, y hasta la banda tocando hoy (con un primer plano de un micrófono y la voz de Palo sonando desde “el más allá”).

El resultado está lejos de ser del todo convincente, pero el documental tiene unos cuantos momentos de una intensidad artística y afectiva que lo vuelven irresistible e insoslayable para quienes admiramos la figura de Pandolfo en todas sus facetas (Los Visitantes también fue una notable banda), pero sobre todo seguimos de jóvenes durante la primavera alfonsinista los conciertos de Don Cornelio y la Zona, que ya desde su nombre combinaba universos tan disímiles como el de Cornelio Saavedra con el cine de Andrei Tarkovsky (por Stalker: La zona).




Ciudad Oculta (Argentina/2024). Dirección Francisco Bouzas. Elenco: César Languidey, Ezequiel Martino Dosantos, Belén Ramirez, Nelson Pereira, Liz Lovera y Fernando González. Guión: Francisco Bouzas y Luciano Salerno. Edición: Josefina Llobet. Fotografía: Julián Babino. Dirección de arte: Joaquín Maito. Vestuario: Tatiana Mazú González. Sonido: Hernán Higa. Productoras: Oculta Cine y Pensar con las manos. Producción: María Laura Buslemen, Francisco Bouzas, Andrea Testa, Francisco Márquez y Luciana Piantanida. Duración: 95 minutos. Salas (primera semana): 9 (en el Gaumont, a las 12.30, 16.15 y 20.15; y otros 8 espacios INCAA). ★★★½

El siempre arriesgado y por momentos fascinante y perturbador film de Francisco Bouzas está ambientado en Villa Lugano, zona en la que el director viene trabajando desde hace bastante tiempo con artistas locales.

Tras el asesinato de un joven futbolista de efímero éxito llamado Iki, su amigo Jonás empieza a tener sueños recurrentes con él y trata de encontrar una suerte de portal para adentrarse en la ciudad de los muertos.

El director de La cuarta dimensión nos traslada en su nuevo trabajo (“un berretin de Bouzas”, según aparece en los créditos iniciales) del más puro realismo, que va desde casos de gatillo fácil hasta la esforzada y creativa participación de los jóvenes en un grupo de murga del lugar, a un universo fantástico y nocturno donde habitan fantasmas y se producen extraños reencuentros.

Bouzas transita de forma permanente por zonas de riesgo (está a punto de caer en el pintoresquismo carnavalesco, en la estilización de la marginalidad, en la exageración de las relaciones entre opresores y oprimidos, en el ridículo de un viaje “al más allá”), pero Ciudad Oculta, que en ciertos pasajes “dialoga” con el cine de Raúl Perrone, José Celestino Campusano o César González, no solo logra gambetear esos peligros sino que termina siendo una experiencia atractiva y decididamente singular dentro de un cine argentino que no suele abordar la violencia, la religiosidad y la estigmatización de los barrios desde los medios del establishment, el universo de la música popular y hasta el mundo de los muertos con semejante grado de riesgo y libertad.



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