Solo los límites nos dan la auténtica dimensión de las cosas. Apreciamos con exactitud dónde termina el continente cuando llegamos a la orilla del mar. Es al ver el punto final del aforismo de Nietzsche cuando alcanzamos a disfrutar de toda su inteligencia: "Nos las arreglamos mejor con nuestra mala conciencia que con nuestra mala reputación".

Sabemos cabalmente que estamos en el norte cuando pisamos el paralelo donde empieza el sur. Una víscera humana dentro de un bote de formol podría pasar a simple vista por la de un cerdo porque falta la piel en la que reconocer el cuerpo total. Entendemos que una secuencia en la que un oficial estadounidense (Robert Duvall) les dice a sus soldados "¡Qué delicia oler napalm por la mañana!" pertenece a ‘Apocalypse now’ porque así figura en el extremo de la película, en los créditos.

Reconocemos dónde termina el territorio de la ley cuando nos chocamos con el caos. Ignoramos si un hueso suelto es humano o de un animal porque faltan las extremidades del esqueleto en el que reconocer el cuerpo. Distinguimos donde termina el charco cuando nuestros pies se hunden en el barro. Es el marco dorado de ‘Los fusilamientos’ del 3 de mayo el que enmarca el talento infinito de Goya.

Solo los límites nos dan la auténtica dimensión de las cosas. "El límite del bien, / el límite del mal", cantaba el histórico grupo La Frontera en los años noventa. Sabemos que el límite de la infamia del siglo XX está en el campo de exterminio nazi de Auschwitz. Deberíamos saber también que el de nuestros días está hoy en Gaza.

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