La mejor película de ciencia ficción de Keanu Reeves no es Matrix

No hay duda que una de las películas más innovadoras de la historia el cine moderno fue Matrix, y esto, después de todo tiene mucho sentido. Tan solo debemos fijarnos en la estética visual del "tiempo bala", las alusiones a la filosofía griega, las similitudes estéticas a la animación japonesa y claro, sus temas anticapitalistas. Todo esto fue la combinación perfecta para crear una de las mejores películas de ciencia ficción del siglo XXI.

Aunque, si bien Matrix tiene un enorme legado por sí sola, resulta innegable que la actuación de Keanu Reeves como Neo fue brillante, aunque casi vemos a otra estrella de Hollywood ser el protagonista del filme. En cualquier caso, se trataba de un papel serio y fisicamente exigente, en el que Reeves agregó su firma en forma de emoción y acción y que nos hizo olvidar del verdadero significado de Matrix. Y después de ello, Reeves no se detuvo y también protagonizó otras películas de ciencia ficción, y una de ellas fue el alucinante thriller A Scanner Darkly (Una mirada a la oscuridad).

Dirigida por Richard Linklater, se trataba de una película neo-noir futurista que rompería con todos los esquemas a los que estábamos acostumbrados. El cineasta texano era más conocido por sus dramas de la vida diaria que por otra cosa, aunque frecuentemente mostraba cierta inclinación hacia el género de ciencia ficción. Pero Una mirada a la oscuridad, con sus imágenes inquietantes, temas poco marcados y momentos de extrema violencia, se convirtió en uno de los thrillers más alucinantes de todos, un proyecto ambicioso que abordaba los peligros del crimen y la drogadicción.

¿De qué se trata Una mirada a la oscuridad?

Una realidad no muy diferente a la nuestra

Linklanter se inspiró en la novela homónima de 1997 de Philip K. Dick. La película está ambientada en un futuro no muy lejano donde el gobierno de los Estados Unidos, esencialmente, ha perdido la guerra contra las drogas, ello después de que un poderoso narcótico conocido como la Sustancia D arrasa con las calles de Anaheim, California, haciendo a sus consumidores perder el control de la realidad y volverse sumamente violentos.

El gobierno de los Estados Unidos, en su intento desesperado por evitar que el brote se propague por todo el país, desarrolla un avanzado sistema de vigilancia que permite a los agentes infiltrarse en la red de los proveedores. Es aquí cuando el agente de la ley Bob Arctor, interpretado por Reeves, se le asigna la misión de irrumpir en la cadena de suministro y establecer contacto con James Barrys (Robert Downey Jr. y Ernie Luckman (Woody Harrelson). Sin embargo, Arctor se ve obligado en algún momento a utilizar la propia Sustancia D, haciéndose partícipe de un ciclo al que le ordenaron destruir.

Una mirada a la oscuridad logró predecir el futuro de forma realista, y es esa característica lo que la hace tan buena, la familiaridad de lograr un futuro que no parezca exagerado es la esencia perfecta. Y claro, como cualquier película de ciencia ficción, utiliza la premisa para hacer comentarios sobre cuestiones sistémicas.

En cualquier caso, después de que la adicción de empeore, descubre un centro de rehabilitación que, de hecho, es también una parte del sistema de distribución de la Sustancia D. Por lo que la guerra contra las drogas debe continuar para que los proveedores y el orden puedan beneficiarse de ellas. Todo ello sin miedo a hacer comparaciones con eventos de la vida real.

La animación y la ambiguedad son claves

Innovadora y alucinante son dos buenas palabras para describir este filme

En el panorama del cine animado, Una mirada a la oscuridad se presenta como una anomalía refrescante, desafiando las convenciones del género con su clasificación R y una trama que explora las profundidades de la adicción y la paranoia. A diferencia de los thrillers de ciencia ficción tradicionales, la película se sumerge en un estilo visual único conocido como "rotoscopia", donde la animación se superpone a imágenes de acción real, creando un efecto distorsionante y surrealista.

Esta técnica, lejos de ser una simple estética, resulta fundamental para potenciar la narrativa. Los personajes, aunque reconocibles en sus rasgos a los actores que los interpretan, adquieren una cualidad fantasmal y perturbadora gracias a la animación. Esto permite al director, Richard Linklater, intensificar las alucinaciones y la confusión que vive el protagonista, Arctor, bajo la influencia de la Sustancia D, una droga psicoactiva que distorsiona la realidad.

La línea entre lo real y lo imaginario se difumina para el espectador, al igual que para Arctor, gracias a la magistral combinación de acción real y animación. Esta ambigüedad se intensifica con el final abierto de la película, donde se revela que la adicción de Arctor fue orquestada por agentes gubernamentales para desmantelar una conspiración.

Si bien la trama expone la manipulación y el control social, Linklater se abstiene de ofrecer soluciones fáciles o finales predecibles. En cambio, invita a la reflexión sobre la naturaleza de la verdad, la identidad y las secuelas duraderas de la adicción.

Una mirada a la oscuridad no es una película para el escapismo o la evasión. Es una inmersión profunda en la psique humana, en un mundo donde la realidad se tambalea y la confianza se vuelve esquiva. A través de su estilo visual único y su narrativa desafiante, la película nos confronta con las complejidades de la adicción y las oscuras verdades que pueden ocultarse a plena vista.

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