Desde una forma de narrar aparentemente sencilla pero que trasluce temas tan profundos como los mencionados –»la escritura no sirve para contar lo que sabemos sino para explorar lo que desconocemos»– y a través de Pepa, la protagonista, Izquierdo lleva la acción a un salón de manicura.

Las uñas de colores cambian la vida de Pepa y la de las mujeres que atienden ese salón. El resultado es una historia viva. Sin juzgar a sus personajes, intentando entender sus razones para vivir como lo hacen pero sin justificar sus acciones, la escritura está pegada a la vida e ilumina los rincones a los que enfoca, siendo fiel al concepto literario de una escritora que aboga por una «literatura feroz», aquella que en su ideario «se pringa contando los conflictos del mundo».

– ¿Cómo definiría Pasión Nails?

Es una novela que sigue mi línea narrativa desde la idea de que los asuntos nos buscan a los autores. Un libro que habla de desigualdad social y de género pero, esta vez, intento hacerlo con más ligereza. Desde lugares más abiertos a la esperanza, reflejando la alegría que desencadena el encuentro entre mujeres de distintas clases sociales. No sólo las dificultades de ese encuentro. También es una novela sobre la familia, sobre la crisis de las mujeres cuando cumplen cincuenta años. Pero sobre todo sobre el descubrimiento y el atrevimiento de acercarnos y salvar límites físicos, que en realidad son límites mentales que nos separan de la población en riesgo de exclusión y comprobar la riqueza que en ese ámbito se puede obtener.

– Bajo una forma y un tono aparentemente sencillos hay un fondo de calado. ¿Ha sido ese su propósito?

Sí, claro, claro… Intento que mi escritura sea lo más limpia posible para que pueda llegar así al lector. La sencillez sólo se logra a través del trabajo duro. Me aplico esta idea porque, de hecho, reescribo mucho hasta ir limando y limpiando para, a través de una escritura clara, transmitir todos los asuntos que me interesan y preocupan en la vida. Asuntos sobre los que quiero explorar. La vida y la literatura dialogan, no comprendo la una sin la otra.

– El color como elemento que ilumina toda la novela, ¿de qué color le gustaría que se percibiese Pasión Nails?

Me encantan los colores de la cubierta del libro. Ese rosa chicle es el color que ella se pone la primera vez que va al salón. Identifico esta historia con esa gama de fucsias y rosas aunque creo que Pasión Nails es multicolor porque hay muchos colores que la protagonista utiliza y ello supone un atrevimiento dentro de su entorno y muestra sus ganas de romper con ciertos mandatos estéticos a los que siempre le han obligado a plegarse: no teñirse, no pintarse las uñas, etc. De pronto, igual que rompe convenciones y salta barreras, incorpora tonos diferentes a su vida. Me encanta que como lector identifique esta historia con colores, porque el color es un vehículo de ligereza para contar las durezas de la desigualdad social.

– ¿La diferencia abismal entre clases sociales que gravita sobre su literatura obliga a preguntarle si se siente más socióloga que escritora o al revés?

Me siento escritora. Estudié Sociología y Ciencias Políticas pero en realidad he ejercido sólo 10 años como socióloga. Pero es cierto que ese trabajo ha sido determinante en mi manera de escribir. El trabajo con población en riesgo de exclusión cambió mi perspectiva sobre el mundo, lo que, inevitablemente, se filtró en mi escritura. He intentado salvar barreras e intentar comprender que la escritura no sirve para contar lo que sabemos sino para explorar lo que desconocemos. Me definiría como escritora que tiene un pasado como socióloga pero en la actualidad pesa mucho más en mí la identidad de escritora.

– ¿Considera que esa evidente diferencia entre clases es algo insalvable?

Es un tema sobre el que podemos actuar a nivel individual simplemente con el acercamiento y el interés por conocer al otro. Venciendo el atrincheramiento como consecuencia de espacios sociales muy herméticos y clasistas. Y hablo de todas las partes, tanto quienes están en el lado pudiente como los que forman parte de los más desfavorecidos, que también tienen muchos prejuicios. Huyo de idealizar a la población en riesgo de exclusión. No quiero ni caer en estereotipos ni idealizarlos porque también su perspectiva y su resistencia a salir de sus territorios son muy duras. Creo que haciendo pequeños acercamientos, como el que hace la protagonista de mi novela al hacerse clienta del salón de uñas, estamos activando mecanismos de rebeldía. Si eso lo hiciesen más personas creo que viviríamos en una sociedad más decente. La aporofobia culpa a la gente de que sea pobre y no tenga más recursos. Una población con enormes bolsas de analfabetismo funcional en determinados barrios, en Sevilla por ejemplo, es inaceptable. Volcamos sobre las personas una responsabilidad que es política y una estructura propia del sistema capitalista. No quiero hablar en mis libros de feminismo ni de capitalismo, no quiero ni nombrarlos, pero están presentes. Creo que no somos conscientes de la violencia estructural que sufren esas personas. La gente pobre, y las mujeres pobres en las que se añade discriminación por su género, reciben una violencia a la que se añade que las culpemos por ser pobres.

– La amistad como otra de las cuestiones indisociables de este libro…

La amistad es uno de los lazos más fuertes de unión entre las personas. Una forma de amor y también una manera de vencer barreras que tienden a separarnos. En la novela, la amistad se eleva a través de apoyos mutuos entre mujeres que, como he dicho, es uno de los asuntos que más me interesan en la vida y en la escritura.

– Uno de los personajes aboga por la «literatura feroz», ¿a qué se refiere?

Rosario Izquierdo. Foto: Ángela Donoso.

A esa que se pringa contando los conflictos del mundo. La que de verdad establece un camino de exploración hacia un lugar que lleva a que la persona que escribe se ubique en otro lugar diferente al que vivía cuando inició la escritura. Habitualmente hablamos del desarrollo del personaje, del arco narrativo en la trama, etc. pero creo que el propio proceso de escritura nos debe llevar también a un lugar distinto. Y en ese proceso ir explorando esa imagen invisible que hay a nuestro alrededor, donde no se detiene esa literatura ensimismada que se mira el ombligo continuamente y hace exhibición y despliegue de conocimientos que, como lectora, me resulta muy aburrida. Cuando era joven me he tragado muchas veces esa literatura y a unos escritores que a medida que vas creciendo comprendes que no te interesan nada. Como escritora me sitúo en el extremo opuesto a esa forma de concebir lo literario.

– Una de sus novelas, El hijo zurdo, ha sido adaptada a la pantalla. ¿Le gustaría que ocurriera lo mismo con Pasión Nails?

Es curioso porque nunca pienso en el mensaje audiovisual cuando escribo porque me parece que eso empobrecería mucho la calidad literaria. Sin desmerecer el valor de los guiones para la pantalla, creo que la literatura es otra cosa. Dicho esto, quedé satisfecha con la adaptación de El hijo zurdo pues conserva bastante del espíritu del libro, aunque una cosa es mi libro y otra la serie. Con la de ahora no sé lo que puede pasar.

– ¿Con qué mensaje sentiría compensado el esfuerzo de haber escrito este libro?

Me compensaría que el lector sintiese que ha descubierto mundos que están cerca pero a los que nunca había mirado. La identificación de mujeres en la franja de edad de Pepa. Nunca he pretendido hacer heroínas de las protagonistas de mis novelas. A sus cincuenta años, Pepa es una de tantas mujeres que está intentando orientarse en la vida. Tiene mucho que decir y, al tiempo, tiene mucho que aprender.

– Usted coordina talleres de escritura, ¿considera que hacen escritores?

En la actualidad llevo talleres de escritura para mujeres y para jóvenes en el Ayuntamiento de Dos Hermanas. Es un recurso público que pone la localidad a disposición de la gente. Al comenzar cada taller siempre digo que no se puede enseñar a escribir literatura auténtica de modo que enfoco mucho la actividad hacia enseñar a leer y a interpretar buenas obras literarias. Transmitir mis gustos literarios que no son universales pero que pretendo que incentiven una escritura limpia. El mejor taller de escritura es la lectura. Los talleres dan apoyo y orientación pero no hacen milagros.

– En ese sentido, insiste usted en el poder transformador de la lectura…

Por supuesto. La lectura es un elemento esencial que incorporamos a la vida. Es cierto que si hablamos de literatura basura la lectura pasa por el lector sin dejar huella, pero la que merece la pena, ya sea clásica o actual, va dejando un poso que nos ayuda a filtrar y a enriquecer la vida.

– Partiendo de su concepción de lo literario y de los temas que aborda, ¿qué obra clásica y que libro moderno aconsejaría?

Pues recomiendo la lectura de Luisa Carnés, que me parece una escritora diferente. Su novela Tea Rooms es una obra proletaria que se detiene en esas mujeres obreras en el Madrid convulso de los años 30. Mujeres que si se quedaban en paro estaban abocadas a la prostitución. Es para mí un libro de referencia. El lazarillo de Tormes es otra de esas obras imprescindibles. Y en literatura actual me ha impactado El boxeador, de Alfons Cervera, y me interesa mucho una escritora española de mi generación como es Isabel Alba. Su libro La ventana sobre el confinamiento es muy reivindicable.


Rosario Izquierdo califica de “caótica” su técnica a la hora de sentarse ante la hoja en blanco, «porque además no tengo en casa un espacio concreto donde escribir. Procuro hacerlo cuando la familia duerme para que nadie ni nada me distraiga». Pero su obra continúa y confiesa sentirse ansiosa con ir dando forma al nuevo reto que tiene entre manos: «Una novela en la que estaba enfrascada cuando Pasión Nails surgió y fue cobrando fuerza. Ahora estoy retomando aquella historia centrada en otra mujer de edad. Un proyecto que me tiene muy ilusionada».

Cuarta novela

Rosario Izquierdo debuto en la narrativa en el año 2013 con Diario de campo, un relato novelado de sus experiencias como socióloga en la periferia de Sevilla. Posteriormente publicó El hijo zurdo, convertida en serie bajo la dirección de Rafael Cobos, y Lejana y rosa. Pasión Nails es su cuarta novela.