En la Argentina, Willie Nelson es más conocido como actor que como cantautor de country. Él supo patentar un look que aún hoy, a sus 91 años, sigue siendo marca registrada en ambos roles. Comienza por el sobrero de vaquero, que cubre una cabellera canosa que se extiende hasta la espalda a través de dos trenzas. Y esto lo condimenta una barba añeja con rastros de nicotina. Por alguna razón, siempre se lo creyó bajito. Y este hombre lo era. No hay noticias de que el texano estuviera en Buenos Aires. Pero alguien idéntico a él, apenas sonó el bajo de “Last Train to London”, se hizo lugar en medio del campo del Luna Park para bailar el hit de Electric Light Orchestra endemoniadamente. No era el único en estado catatónico. Gente con pelucas afro, sesentones evocando salvajes pasos del Hi-NRG de su adolescencia y señoras imitando a Travolta en Fiebre del sábado por la noche completaban el retrato.

Unos minutos antes, Kool & the Gang había dejado el ambiente en ebullición. La aplanadora del groove coronó su vuelta a la ciudad con “Celebration”, himno mundial del funk que, a 34 años de su lanzamiento, sigue sazonando casamientos y cumpleaños. Así que nada ni nadie podía competir contra eso. Sin embargo, antes que intentar arremeter vanamente frente a lo que sucedió, Alejandro Pont Lezica le puso más leña al fuego. Tras abrir su set con el clásico de la banda comandada por Jeff Lynn, el legendario DJ avivó la llama con el lujurioso falsete de “You Should Be Dancing”, de Bee Gees. Y cuando giró el vinilo de “Disco Inferno”, locura pistera de The Trammps, los que quedaban en el estadio entendieron que no había escapatoria. La propuesta del evento terminaba de cobrar forma de fiesta.

“Disco Party” fue el título de este tributo al funk, al R&B y a la música disco que reunió a Kool & the Gang y Village Peope, con Pont Lezica y la banda Palta and the Mood en calidad de anfitriones. La intención celebrativa del show contrastó con el jueves frío y fantasmal (a raíz del paro convocado por la CGT) en el que sucedió. A esto último hay que añadirle la fachada distópica en la que se vio envuelto el Luna Park, donde esos neones que contenían orgullosamente el nombre del templo porteño de los espectáculos musicales y deportivos están a punto de apagarse (la “L” ya murió), y todavía penden en el edificio carteles de recitales que se hicieron el año pasado. Todo eso alimenta el fantasma (uno que se suma a todos los que debe haber adentro del lugar) de que el estadio no experimentará una remodelación, tal como se anunció hace poco, sino que está más cerca de la demolición.

En lo que puede considerarse como un “último baile”, previo al desenlace del predio, Village People saltó a escena. Secundando a los músicos que los acompañaron, e introducidos por un MC con aire al rapero Kendrick Lamar, primero apareció el amerindio (encarnado actualmente por Isaac López) disparando flechas con su arco invisible. Detrás de él vinieron el cowboy (Nicholas Manelick), el hombre de cuero (J.J. Lipold) y el albañil (James Kwong). Y finalmente desfilaron los integrantes más veteranos: el soldado (James Lee) y Víctor Willis, único fundador en acción. Si bien a veces se viste como almirante, esta vez lució su uniforme de policía motorizado. Pero lo que en principio fue un “grupo diseñado a medida” por dos productores franceses, en su dilatado debut local dejó en evidencia que no sólo son una consecuencia del ingenio creativo. También es un laboratorio musical.

De hecho, Willis retomó el control y el micrófono como cantante principal en 2017  porque Village People actuaba sólo con pistas, lo que daba la sensación de estar mirando a un karaoke. Por eso “Y.M.C.A.”, en vez de reflotar sus deslumbrantes trompetas épicas, esta vez fue introducido por un sonido similar tocado desde el teclado. Eso aconteció ya en el final del show. En el inicio de todo, luego de que el frontman le preguntara a la muchedumbre si estaba lista para la fiesta que habían preparado, el repertorio lo estrenó “Fire Island”. Ese raudo sonido de choque de los platos del hi hat de la batería, acuñado por la música disco, era una invitación a imaginarse la pista de baile en 1977, con la libido burbujeando sobre todo en los rincones más oscuros. Entonces no tuvieron mejor idea que mantener ese propósito con “All Night Thing”, cover de Invisible Man’s Band.

Village People. Foto: Sophia Alexandre

A continuación, el grupo neoyorquino desenvainó el hit “Macho Man”, encarando su identikit queer, lo que respaldó con el híbrido entre “In Hollywood” y “San Francisco”. Entonces llegó su himno “Go West”, que sólo había sido representado en vivo acá por Pet Shop Boys (grabó el cover en 1993). La historia estaba completa. Willis, que en julio cumplirá 73 años, quedó sólo en escena para hacer un tema alusivo a su carácter en el grupo: el brasileñísimo “Hot Cop”. Pese a la combinación generacional, lo de Village People fue digno. Al menos, mucho más que las reuniones de Loco Mía. Lo dejaron expuesto no sólo vocalmente sino en las coreografías, que alcanzaron su clímax en otro clásico, “In the Navy”, con palmas incluidas. Esto dio pie para que el vaquero le explicara al público cómo tenía que reproducir con manos y cuerpo las letras de “Y.M.C.A.”. La cereza del postre.

Aunque pasaron 45 años para que el público argentino pudiera gozarse ese himno tanto de la cultura pop como del colectivo LGTBIQ+, sólo hubo que esperar dos años para esperar el regreso de Kool & the Gang. Mientras Alejandro Pont Lezica entraba ovacionado por primera vez a escena para hacer un breve set, en medio del armado de la instrumentación de la banda creada hace 60 años en Jersey City, vale la pena destacar el contexto de esta vuelta. Si en aquel momento había dos miembros fundadores de la banda en la formación, tras la muerte del baterista George “Funky” Brown, en noviembre último, ahora sólo queda el bajista Robert “Kool” Bell. Sus propios compañeros le dieron merecido protagonismo en varios pasajes de la performance ya que, amén de ser un músico notable, es un mito viviente. De allí que sea lógico que a fin de año entre al Salón de la Fama del Rock and Roll.

Sin embargo, en contraste con su desembarco en el Luna en 2022, en esta oportunidad el show de Kool & the Gang fue más corto, en beneficio del concepto del espectáculo que los reunió con Village People (forma parte de una mini gira que incluye a Chile y Colombia). En esa hora y media fueron al hueso. Comenzaron invocando sus inicios como banda instrumental, con los dos saxos, la trompeta y el trombón al frente, ejecutando una introducción que abarcó pasajes de “Open Sesame” y “Pneumonia”. Luego, el cantante Shawn “Shawny Mac” McQuiller presentó a Robert Bell, y mostraron su lado más ochentoso y pop con “She’s Fresh”. Esa tez se mantuvo en “Joanna”. En el medio de uno y otro, la rockearon en “Misled” y se remontaron hasta 1979 con el R&B “Too Hot”, que tuvo como protagonista al guitarrista Kevin Bell, invocando esa línea de viola sexy a lo George Benson.

“Hace dos años fue una fiesta y queremos que se repita”, soltó McQuiller. No exageró: arriba se notó que los diez músicos la estaban pasando muy bien, con coreografías o cambiando instrumentos. Abajo la sensación no era distinta. También hubo instantes elevados, como en los casi 7 minutos de “Let The Music Take Yout Mind”. Al igual que funk de todos los colores: desde el más James Brown, de “Jungle Boogie”, hasta el discotequero “Hollywood Swinging”, en la que nuevamente se lucieron los caños. Retomaron su faceta melosa en “Cherish”, en la que agarró el micrófono el tecladista Walt Anderson. A partir de ese momento, alternó el trabajo vocal con McQuiller. Tras la suerte de reggae “Let’s Go Dancing”, encararon el final del show con tres bombazos devenidos en éxitos: “Ladies Night”, “Get Down On It” y, por supuesto, “Celebration”. Y antes que saciada, la multitud quedó manija.