Crítica: Waxahatchee - Tigers Blood - CrazyMinds
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Waxahatchee – Tigers Blood

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«Realmente estoy tratando de aplastar la idea de que hay que ser completamente caótico y torturado para hacer arte interesante»

KATIE CRUTCHFIELD

Según cuentan los expertos, el indie folk surgió en la década de los 90 gracias a compositores de indie rock que, a su vez, tenían fuertes influencias del folk rock de los años 50, 60 y 70. Con el paso del tiempo, el género fue abrazando otros subgéneros como el freak folk, el psych folk y el pop barroco, entre otros, hasta alcanzar un crecimiento propio y significativo, con referentes como el ya consolidado proyecto de Waxahatchee, pseudónimo de la artista de Alabama Katie Crutchfield. La formación lleva el nombre del lugar donde creció Crutchfield, Waxahatchee Creek. Como tal, ha lanzado seis álbumes de estudio. 

Tras su aclamado Saint Cloud de 2020, Waxahatchee acaba de lanzar Tigers Blood (2024), un disco de raíces sureñas que podría considerarse uno de los grandes discos de este 2024. Se trata de puro folk americano, cuya voz me recordó por tramos a Alanis Morissette y a Sheryl Crow. Es el sexto álbum de estudio de Katie y ha sido lanzado a través del sello Anti.

Waxahatchee está formado por Katie Crutchfield (vocals, acoustic guitar), Brad Cook (bass, synthesizer, acoustic baritone guitar, background vocals), Phil Cook (piano, organ, dobro guitar, banjo, harmonica, marimba, accordion, background vocals, slide guitar), Spencer Tweedy (drums, percussion, mellotron, harmony vocals, cymbals y background vocals), MJ Lenderman (electric guitar, harmony vocals, acoustic baritone guitar, acoustic guitar, background vocals), Nick Bockrath (pedal steel guitar) y Natalia Chernitsky (background vocals).

Tigers Blood se presenta como una colección de historias que abarcan cuestiones personales con seres queridos, amistades disgregadas y clamores de un pasado idílico inexistente. No entiende de evoluciones ordenadas, de pasos que siguen la lógica natural. Es un constante tropiezo que aprende de los engaños y de cómo evitarlos, ya que quedarse atrapado en ellos solo conduce al fracaso.

Con su nuevo trabajo Waxahatchee consolida un estilo con 12 canciones explorativas que desvelan la introspección, los vínculos interpersonales y la búsqueda de la verdad a través de letras y sonidos sustentados en el country sureño. Una vez más, Katie demuestra su capacidad como autora de diarios íntimos e intrínsecos. Vocalmente, Katie combina su peculiar timbre con el hábil uso del llamado twang, un canto de alta frecuencia que permite un alcance vocal superior al que sería posible usando la técnica gutural estándar, y que además puede usarse como alternativa al canto en falsete.

Musicalmente, el álbum se estructura gracias a una base vocal y guitarrística que se arropan en torno a un fondo de variados instrumentos interpretados según las habilidades cada miembro de la formación. El resultado es un diseño lujoso de alta armonía y frecuencia sonora.

Tigers Blood, canción a canción

Tigers Blood se compone de diversas temáticas y melodías. Hay temas luminosos, pero también sombríos. Es un juego ambivalente que apremia los ciclos de la existencia, esos pasos ineludibles que comprimen la vida de las personas. Las letras, por su parte, son el punto culminante del álbum.

La primera canción, 3 Sisters, deja ya de por si un lastre que acongoja la garganta: «Me gano la vida llorando, no es justo (…) Si no estás viviendo, entonces te estás muriendo. ¿Solo soy un nervio en carne viva…? ¿Soy tu foso o tu puente levadizo? (…) El paso del tiempo me retiene como monedas de bolsillo».

Evil Spawn, segundo track del esférico, refleja otro de los puntos duros de la existencia: «Me quedo dormida en el corazón palpitante de una raza moribunda que vende arte perdido (…) Es el prestigio de algún engendro malvado (…) Podemos revolcarnos en el desorden, pero somos duros como un clavo y tus principios maduran en una tumba frágil».

Ice Cold, como indica su título, congela el alma en el asiento: «Estoy manteniéndome con vida mientras cae el telón / ¿Es una apuesta o un paseo por la cuerda floja? / Nunca tendré otra ardiente viveza corriendo a través de mí».

Right Back To It es una cruda balada de amor desesperado. Según Katie: «Quería hacer una canción sobre el flujo y reflujo de una larga historia de amor (…) más alineada con mi experiencia de sentirme insegura y frustrada internamente, pero siempre encontrando el camino de regreso a una novedad e intimidad normal con la misma persona». La letra golpea intensamente el corazón del oyente: «Tu amor está escrito en un cheque en blanco. Llévalo alrededor de tu cuello (…) flotando como una polilla (…) colocando cáscaras de huevo».

Llegamos a la quinta pista, Burns Out at Midnight. Aquí todos los sentimientos y experiencias parecen inflamarse: «Si mi sangre se hiela con un corazón de piedra, y mi fuego se apaga a medianoche, podría quedarme aquí para siempre, si pudiera quitar el polvo de mi estrella brillante. Si mi corazón de piedra te pesa mucho, solo enciende las luces y termina la noche».

Bored, es otro de los temas insignia del álbum. Voz y música adquieren una cadencia que se agarran a la piel hasta hacerla pedazos. Katie escribió esta canción a raíz de una amistad que terminó en mal estado: «Armada con un imperdible (…) mi piel es fina y aireada (…) Mi columna vertebral es un dos por cuatro podrido. Apenas aguanto (…) Mi benevolencia simplemente golpea el suelo».

Lone Star Lake nos introduce en el epicentro de las incertidumbres particulares y las rutinas compartidas: «Mi corazón se hunde en el naranja y en el rosa (…) Te besaré como a un compañero de ensueño febril mientras quemamos esta historia (…) En la embriaguez del reinado libre, soy un proscrito en la corte de las duras opiniones (…) Mi fracaso es legendario».

Y llegamos a la estrella del album, Crimes of the Heart. Solo el título arruga el aliento. El texto, lleno de simbolismos y metáforas, te deja sin habla: «Me bajé en tu parada, ante la caída repentina de mis acciones. Soy un tope de puerta confiable o un pisapapeles, taciturno e inanimado (…) como un  espíritu en el infierno mientras los vivos duermen (…) Cada crimen del corazón (…) es un arte externo que excita las emociones (…) Es un callejón sin salida (…) y viene desde adentro como la oscuridad amiga». 

Todas estas canciones representan los altibajos y tensiones emocionales que se hincan en las personas como aguijones, causando un profundo desgarro existencial, pero al mismo tiempo estas piezas amargas también destilan una catarsis que busca trascender el dolor y las pérdidas.

Crowbar, novena pista del tracklist, viene a reforzar esa doble ambivalencia entre drama y esperanza, porque en realidad nuestras vidas son un constante flujo entre ambas direcciones: «Dejé tu corazón de cristal en mi cama deshecha (…)  Quizás sea más fácil tener miedo empapándose en la tragedia humana (…) Puedes llegar lejos con una oración pálida y sintética, doblando mi palanca con tensión telequinética [mientras] te ahogas leyendo los clásicos».

365 es un desgarrador relato sobre la adicción y la codependencia, entre querer salir y el miedo a recaer: «Si vuelas más allá del cosmos verás un largo camino para derribar. Pero siempre haces esto de la manera incorrecta, y ahora soy demasiado débil para dejar que te ahogues». Katie desvela esta lucha con sus propias palabras: «Es algo con lo que he lidiado mucho en mi vida y con esta canción quería destilar los nervios y las emociones en su forma más pura».

The Wolves, penúltimo tema del album, refleja el estado crítico que sienten las personas cuando el filo abisal secciona como una daga al rojo vivo. Abajo, los restos aguardan a la para ser engullidos por los depredadores de almas: «No puedo dejar que lo pasado se desvanezca. Camino por una línea delgada como el fino papel (…) Pero tengo la mente en un solo sentido (…) Si me arrojo a los lobos, lo hago por la gloria, no por la fruta que se pudre en mi sombra, no por el viento que sacude mis hojas».

Y finalmente alcanzamos el ciclón existencial. La pista que lleva el propio título del álbum, Tigers Blood. En ella se destila esa sangre valiente y salvaje que define a las personas que poseen la fuerza de una raza felina: «Fuimos jóvenes durante mucho tiempo. Bebimos el jugo de otros y dejamos solo las cáscaras (…) Ahora, es el beso de la muerte (…) esas cabezas de cobre fascinante tocando la pandereta».

Tigers Blood es, en definitiva, un álbum crudo y sustancioso, donde Katie Crutchfield confirma el buen estado de su voz, su estilo y su innegable talento por relatar profundidades anímicas como joyas líricas urdidas bajo una despiadada poesía que zarandea la cabeza y deja el corazón desgarrado. Pero como bien indica la simbología, el tigre representa el poder y la fuerza para superar los obstáculos y lograr el éxito en la vida. Es, además, el símbolo del espíritu guerrero y un símbolo de protección cuya sangre ayuda a protegerse del del daño que puedan ejercer los espíritus malignos.

Escucha aquí el disco Tigers Blood, de Waxahatchee

AUTOR

Carlos Flaqué Monllonch
Carlos Flaqué Monllonch
Hablar de uno mismo no es tarea fácil, aunque muchas veces las circunstancias pidan hacerlo, como es el caso. Se pueden contar muchas cosas, pero quizás lo más importante es abrazar la vida con positividad. ¿Qué puedo contaros de mí? Simplemente deciros que me encanta la música y sobre todo mi profesión, periodismo y comunicación gráfica (diseño gráfico y fotografía), herramientas que me permiten abrir muchas puertas, conocer gente para intercambiar, transmitir y generar proximidades. Las nuevas tecnologías permiten eso y más. Así que nada de excusas y manos a la obra…

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