El otro día, haciendo de turista por Sevilla, pasé al lado de un colegio en el que por una rendija se veía y escuchaba a un numeroso grupo de personas, padres, alumnos/as, sacerdotes, que rezaban y cantaban a María.
Me sorprendió no por nada malo o anacrónico, ¡quién soy yo para meterme dónde no me llaman!, solo que eran exactamente las mismas canciones y oraciones que me obligaban a cantar en el colegio allá por los años setenta del siglo pasado.
En cuanto llegué a casa, poco después, me puse a indagar en internet y encontré mucho y de todo, relacionado con el asunto. Es como cuando te duele algo y buscas en Wikipedia o algún tutorial de Youtube: si te lo tomas en serio y eres un poco aprensivo o hipocondríaco, te mueres sí o sí, por lo que en estas cuestiones hay que tomar un poco de distancia y hacer caso y confiar en quién más sabe.
En el caso de las enfermedades, dolores y molestias, los médicos especializados, no hace falta decirlo y en las cuestiones del alma, en quién más confíe uno, llámese sacerdote, rabino, gurú, imán, curandero/a, psicólogo/a, amigo/a de cabecera, confidente o en lo que diga el Marca, vete tú a saber la formación, capacidades, disponibilidad de tiempo, intenciones, curiosidad y ganas de cada cual.
El colegio de Sevilla en donde cantaban con devoción y brío, se llamaba «Salesianas», era concertado.
Aquí en Mérida los más conocidos de siempre han sido los Salesianos, las Escolapias y las Josefinas, pero no eran los únicos colegios religiosos concertados o privados que existían en los años setenta.
Yo fui a uno de ellos, de los privados, digo. Por eso cuando de joven decía aquello de “es que yo estudié enfrente de un colegio de pago”, era mentira, con los años, para ser correcto, añadí: “Yo estudié enfrente de enfrente de un colegio de pago”, que no es lo mismo.
Y es que mis padres se sacrificaron mucho y no solo económicamente, para que los cinco hermanos estudiáramos en un colegio de pago, religioso y creo que primero privado y luego subvencionado o concertado. Subvenciones sí o no o yo qué sé o según para qué o quién, ya tú sabes.
Hasta la II República, en 1931, la educación en España estuvo en manos de la Iglesia. Esto suena, por superficial, demasiado demagogo y así no llego a ninguna parte, yo solo quiero escribir lo que me sorprendió escuchar en pleno mayo de 2024 las canciones que me hacían memorizar, repetir y repetir hasta que perdían sentido y significado, en mayo de 1970, con el colegio plagado de ramos de flores que nuestras madres se veían obligadas, nunca por escrito, a regalar a la directora para que las clases quedaran bonitas, relucientes, luminosas…y llenas de polen.
Y es que yo, sin saberlo porque no me lo había dicho ningún médico, tenía alergia al polen y a las gramíneas. Y en mayo, todos los mayos del mundo, ante tanta belleza, color y frescor me asfixio.
Las flores me producían asma, estornudos, picores y sufrimiento. Quizá asocio todo ello al “venid y vamos todos con flores a María, con flores a María, que nuestra madre es”. Y aunque a mi madre le decían Maruja, se llamaba María por lo que tampoco llevaba mal este asunto sin saber si era sacrílego o vete tú a saber qué, confundir a mi madre con la de todos. Con perdón, sea dicho.
Y luego están las diferentes perspectivas con las que se puede analizar cualquier asunto: histórica, psicológica, temporal, humanista, biológica, conductual, moral, ética, religiosa, humanista, cognitiva o como cantaba Ricky Martin: “Por arriba, por abajo, calientitos, bien pegados…”.
Escuchar rezando y cantando, una luminosa mañana de mayo de 2024, a feligreses, oyentes, familiares y demás, tanta que llenaban un patio y se desbordaban por la puerta, tiene muchas miradas, intenciones, visiones y perspectivas, que cada cual elija la que crea más conveniente.
Yo me quedo con el recuerdo de mis mayos de los años setenta del siglo XX y mis estornudos, asmas, ronchas, picores y moquillos.
Fin.