La Primera República Española: Crisis y Fin

LA PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA


La implantación de la República en España es el resultado de la falta de soluciones
desde el régimen monárquico, más que como consecuencia de la existencia de sectores
partidarios del nuevo modelo de Estado. En definitiva, será concebida como la alternativa a
un régimen político que se entendía agotado.

La I República será un periodo de crisis generalizada, condicionada por una serie de
circunstancias. Destacan la deteriorada situación económica, que afecta tanto a las clases
populares como a la propia Hacienda estatal, incapacitada a la hora de pagar los intereses de
la deuda. Políticamente, los legitimistas reivindican la dinastía borbónica en la figura de don
Alfonso, quien había recibido los derechos dinásticos de Isabel II en 1870, mientras que los
carlistas apoyan a Cándido Nocedal, a quien don Carlos había nombrado como representante
en España. Por otro lado, el régimen republicano nacía sin el suficiente apoyo social, el
recelo del Ejército, la Iglesia y de los sectores económicamente poderosos, desconfiados en la
capacidad de la República para mantener el orden público y garantizar sus propiedades. A su
vez, la Guerra Carlista y la Guerra de Cuba dificultarán aún más la situación.

El primer presidente de la República fue Estanislao Figueras, destacada figura del
Partido Demócrata. Figueras formó gobierno con demócratas, miembros del Partido Radical
y otras personalidades del republicanismo. Su gobierno fue efímero, debido a las diferencias
entre los radicales, partidarios de una república unitaria, y la corriente liderada por Pi
y Margall, defensora de un sistema federal. Figueras tuvo que hacer frente a diferentes
conspiraciones monárquicas, tanto por parte de radicales contrarios a la República como de
partidarios de los Borbones, así como a una creciente movilización popular en las calles.

La falta de apoyo de los sectores federalistas obligó a Figueras a convocar nuevas
elecciones, con resultado favorable al Partido Republicano Federal, liderado por Pi
y Margall, quien procede a formar gobierno en junio de 1873.

Francisco Pi y Margall forma un gobierno con el destacado proyecto de elaborar una
nueva Constitución, texto que no llegó a aprobarse. Esta Constitución presentaba la
separación entre Iglesia y Estado o la ampliación del derecho de asociación, aspecto que
beneficiaba a partidos políticos y sindicatos. Sin embargo, el elemento más innovador del
proyecto constitucional era el diseño territorial, a partir de una república federal basada en
17 estados, entre ellos Cuba y Puerto Rico.

Las diferencias en la forma de articular este Estado federal desembocan en
discusiones parlamentarias entre los partidarios de impulsarlo “desde arriba”, con mayoría
parlamentaria, y los defensores de la opción inversa, “desde abajo”, la preferida por los
diputados denominados intransigentes. El rechazo de esta segunda opción favoreció la
aparición del movimiento cantonalista, originado en Cartagena y extendido por el Levante y
el sur peninsular. La insurrección cantonalista pretendía una organización federal del Estado
desde los municipios. Su objetivo era el establecimiento de cantones, gobiernos municipales
independientes del Estado, al que se sumaron en muchos casos las aspiraciones de las clases
populares, quienes entendieron el movimiento como una ocasión para impulsar una
revolución social.

El levantamiento cantonalista se combinó por tanto con movimientos sociales y
huelguísticos (ocupaciones de tierras en Andalucía y huelgas en Levante), coincidiendo con
el recrudecimiento de la Guerra Carlista y el conflicto cubano, lo que impedirá la oportuna
reacción del Gobierno. Dada la situación, y ante la imposibilidad de aprobar el proyecto
constitucional, Pi y Margall dimite en julio, un mes más tarde de su llegada.

Le sucedió Nicolás Salmerón, procedente del Partido Demócrata, quien se apoyó en
el Ejército para reestablecer el orden, destacando los generales monárquicos Martínez
Campos y Pavía. A pesar del notable éxito militar, la conflictividad social persiste y
Salmerón decide limitar el derecho de asociación. Tras violentos enfrentamientos, algunos
líderes obreros son condenados a muerte, cuestión que en septiembre de 1873 provoca la
dimisión de Salmerón, contrario a firmar las penas.

Emilio Castelar se convertirá así en el cuarto presidente de la República, con el
objetivo fundamental de restablecer la concepción centralista y el orden. Para ello asume
poderes extraordinarios, clausurando las Cortes, y obteniendo éxitos en las insurrecciones
carlista y cantonalista. Cuando la situación parecía controlada, Castelar procede a la
reapertura de las Cortes, donde carece del apoyo de los federalistas y pierde una moción de
confianza. La situación desemboca en un golpe de Estado por parte del general Pavía,
temeroso del viraje izquierdista que pudiera volver a tomar el régimen, quien en enero de
1874 disolvió el Congreso de Diputados poniendo fin a la I República.

El fin de la República y los orígenes de la Restauración


  La inestabilidad política del periodo republicano había quedado evidenciada ante la
falta de acuerdo sobre el modelo de Estado a implantar (Estado unitario o Estado federal) así
como en el hecho de haberse sucedido cuatro presidentes en 11 meses.    
 
  Tras el golpe de Pavía, el general Serrano encabezará el nuevo gobierno con una gran
incertidumbre.  En  esta  situación,  las  posibilidades  de  la  opción  borbónica  cobran  fuerza,
apoyado  por  sectores  conservadores  y  económicamente  poderosos,  quienes  entienden  el
régimen republicano como un modelo político insuficiente para el mantenimiento del orden
público,  e  incapaz  de  hacer  frente  al  carlismo  y  a  la  sublevación  cubana,  aspectos  que
minaban su actividad económica. 
 
De esta forma, los partidarios de una monarquía en la persona de Alfonso de Borbón
comienzan  su  estrategia.  Mientras  que  Cánovas  promueve  un  intento  pacífico,  articulado
sobre  sectores  políticos,  el  general  Martínez  Campos  precipita  los  acontecimientos  al
protagonizar  un  pronunciamiento  en  Sagunto  (Valencia)  y  proclamar a Alfonso XII como
monarca.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *