El 8 de mayo de 1990, Aguascalientes recibió al Papa Juan Pablo II, en un evento descrito por el Heraldo como “Una calurosa bienvenida al Peregrino de la Paz». Desde el aeropuerto local, la comunidad dio un recibimiento excepcional al Pontífice, manifestando su amor y respeto en un encuentro histórico para la entidad.

Durante su estancia, Juan Pablo II expresó su admiración por el nombre de Aguascalientes, que evoca la calidez y la belleza del pueblo mexicano.

“Quiero decir que este nombre, Aguascalentenses, es un nombre muy limpio, muy bello, simbólico, este nombre me recuerda a México, a los corazones calientes”.

En su mensaje, el Santo Padre reconoció el fervor de los fieles y la importancia de la enseñanza, destacando el papel crucial de los educadores. Mencionó la necesidad de una cooperación más estrecha entre la Iglesia y la comunidad política para mejorar la educación y el desarrollo juvenil. Además, enfatizó la responsabilidad de los padres y educadores en la transmisión de la fe y los valores a las nuevas generaciones.

La visita fue breve pero significativa, dejando un recuerdo imborrable y un legado de amor y unidad en la comunidad. El Papa expresó su deseo de haber extendido su estancia para compartir más experiencias de fe y amor que unen a la comunidad católica local.