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La filosof�a griega: una 'Rep�blica c�smica' llena de constelaciones

Prensas de la Universidad de Zaragoza (PUZ) acaba de publicar 'La Rep�blica c�smica', la gran obra del historiador italiano Antonio Capizzi, uno de los grandes cr�ticos del modo aristot�lico de entender la historia de la filosof�a

En 'La escuela de Atenas' (1509) Rafael represent� a los fil�sofos, matem�ticos y cient�ficos m�s importantes de la Antigua Grecia.
En 'La escuela de Atenas' (1509) Rafael represent� a los fil�sofos, matem�ticos y cient�ficos m�s importantes de la Antigua Grecia.
Actualizado

El historiador italiano Antonio Capizzi (1926-2003) es, sin lugar a dudas, un autor fundamental para entender la historia de la filosof�a griega. Sus libros sobre Parm�nides, Her�clito o Plat�n, tambi�n publicados por Prensas de la Universidad de Zaragoza (PUZ), suponen un hito historiogr�fico en la medida en que dichos fil�sofos aparecen insertos en la complejidad social y cultural de la que su obra es deudora.

La Rep�blica c�smica

Editorial: Prensas de la Universidad de Zaragoza
A�o de publicaci�n: 2024
Disponible en Prensas Unizar: aqu�.
Disponible en Unebook: aqu�.

Ahora, PUZ acaba de publicar su gran obra, La Rep�blica c�smica. Apuntes para una historia no peripat�tica del nacimiento de la filosof�a en Grecia, en la que Capizzi se revela como el m�ximo exponente de una fruct�fera forma de comprender la historia de la filosof�a antigua en la que �sta es entendida como efecto de un contexto hist�rico y cultural muy concreto: su propia ciudad. El fil�sofo ha de ser estudiado, entiende Capizzi, no ya en el contexto griego general, sino en la especificidad de la polisque habita y en la que, a buen seguro, como se encarga de subrayar nuestro autor, desarrollar� una intensa labor pol�tica.

Un enfoque que rompe t�picos

Capizzi, hasta que PUZ inici� la tarea de publicar su obra hace menos de una d�cada, era un autor al alcance s�lo de un pu�ado de especialistas. Sin embargo, en la actualidad contamos ya con sus obras fundamentales traducidas al castellano. La reciente aparici�n de La Rep�blica c�smica, la que �l consideraba su gran obra, supone un acontecimiento editorial de primer nivel, pues coloca al alcance del lector espa�ol un estudio a la vez tremendamente riguroso, ameno y asequible, que compendia la historia de la filosof�a presocr�tica desde una perspectiva no s�lo novedosa, sino sorprendente por la originalidad de sus an�lisis.

Si algo hizo Capizzi a lo largo de su obra fue romper t�picos, cuestionar las lecturas tradicionales de la filosof�a presocr�tica y griega en general. Ese empe�o lo fundament� mediante un sinf�n de minuciosas referencias de car�cter literario, arqueol�gico, numism�tico, incluso bot�nico, que le permiten defender la validez de lecturas que pueden abrumar por su novedad. Si Hegel dec�a de Her�clito que era un fil�sofo desinteresado de la pol�tica, Capizzi, apoy�ndose en Di�doto, que habla del car�cter pol�tico de los textos de Her�clito, y en minuciosas reconstrucciones filol�gicas de los conceptos utilizados por el fil�sofo de �feso, subraya la vocaci�n pol�tica de sus fragmentos y el car�cter anacr�nico de su interpretaci�n tradicional.

Pero si con alguien confronta Capizzi es con la lectura aristot�lica de la tradici�n presocr�tica, base de nuestra posterior interpretaci�n. Capizzi entiende que Arist�teles ubica a los presocr�ticos en el "Pa�s de la Conceptualidad Pura", de tal modo que los desvincula por completo de su momento hist�rico. Y de sus preocupaciones reales. Pues, en realidad, lo que a Arist�teles interesa es utilizar a los presocr�ticos para pensar los problemas que le ocupaban y preocupaban. Ello lleva a Arist�teles a cometer, en palabras de nuestro autor, una gran falsificaci�n que se ha mantenido durante siglos.

En su af�n de reconstrucci�n hist�rica, Capizzi subraya, siguiendo a autores como Havelock, la gran distancia existente entre una cultura todav�a centrada en la oralidad, la propia de los presocr�ticos de los siglos VI-V a.C., y otra, la del aristot�lico siglo IV, en la que la escritura ya se hab�a convertido en una pr�ctica usual en el campo de la filosof�a. La distancia que separa, por tanto, los siglos VI y IV a.C. es enorme. Es la distancia que va de Tales de Mileto a Arist�teles.

Una relectura radical

Recordemos que Arist�teles hab�a colocado a los milesios, Tales, Anaximandro y Anax�menes, bajo una com�n preocupaci�n, la determinaci�n del origen y fundamento (Arj�) del cosmos y, de ese modo, establece que Tales propone como arj� el agua, Anax�menes el aire, Anaximandro lo apeiron. Capizzi impugna decididamente esta lectura, se�alando, en primer lugar, que Tales no utiliza en ning�n momento el concepto de arj� y, en segundo, que el sentido de la palabra arj� no es el mismo en el siglo VI que doscientos a�os m�s tarde.

Y, a partir de ah�, lanza una hip�tesis radical, tremendamente sugerente, seg�n la cual, cuando Tales establece que hydor kratos, "el agua es el poder", (porque dice kratos, no arj�), no hace sino reflejar la pugna pol�tica existente en Mileto entre la aristocracia mercantil con vocaci�n mar�tima y quienes promueven una econom�a m�s basada en la tierra.

Hip�tesis que deriva de la hist�rica pugna entre los Aeinautas (los Siemprenavegantes), a los que pertenec�a Tales y que dirig�an la ciudad en su �poca, y los Quir�macos ( que combaten con la manos o Manicombatientes). La referencia al agua, por tanto, nada tendr�a que ver con un primer principio de car�cter ontol�gico, sino con una pugna pol�tica. Y aqu� cabe recordar el importante papel pol�tico que el historiador Her�doto confiere a Tales en el contexto de la guerra contra los persas a comienzos del siglo V a.C.

Es muy comprensible la sorpresa que pueda producir una interpretaci�n de Tales como la que acabamos de presentar. Pero las rupturas que Capizzi propone nunca, nunca, carecen de una profunda y consistente argumentaci�n que, tras el asombro inicial, invita a reconsiderar nuestra mirada sobre la tradici�n griega. De ah� el car�cter profundamente estimulante de la lectura de Capizzi, que nunca nos aburre ni deja indiferentes. Si adem�s, como es el caso, nos encontramos con una prosa atractiva, din�mica, sugerente, accesible a un amplio p�blico y no s�lo a especialistas en filosof�a, todav�a resulta m�s pertinente la aproximaci�n a la obra de uno de los mejores conocedores de la apasionante cultura griega.