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La derecha gestiona la economía con una cultura de la «burbuja», que no hace sino propiciar que las crisis venideras sean más severas

EFE

Hace bastante tiempo que se comentan las diversas medidas legales introducidas por el gobierno de la llamada Comunidad de Madrid, y que tienen que ver con la importación de capital extranjero, bien sea en forma de inversión exterior, bien en forma de atracción de residencia de población con elevado poder adquisitivo.

La medida quizá más relevante, se anunció a principios de este año, y consiste en la introducción de una deducción fiscal del 20 por ciento en la cuota del IRPF de aquellos que trasladen su domicilio a la región y realicen allí inversiones en participaciones sociales o inmuebles.

Todas estas medidas, y su pretensión de absorber capital foráneo y nuevos contribuyentes económicamente potentes, han sido aplaudidas de modo tan unánime como entusiasta, por el cosmos liberal. Es más, se presentan como ejemplo de sublime gestión económica, política fiscal y estrategia de crecimiento. Pero, como tantas otras veces ocurre con la mentalidad liberal, no es oro todo lo que reluce. Vamos a detenernos en algunas cuestiones seriamente problemáticas que se derivan de las mencionadas políticas.

En primer lugar, se está diseñando un municipio que sirve fundamentalmente al turismo, en lugar de servir a sus lugareños. Por ejemplo, según datos aportados por un diario económico, las viviendas turísticas crecieron en Madrid un 30,2% en 2023 respecto al año pasado, quedándose cerca de las 21.000 del año 2020. Las viviendas turísticas de Madrid suponen un 24% del total de España. Como contrapartida, también hemos sabido por la prensa que Madrid necesita construir 40.000 viviendas anuales para cubrir su demanda residencial, cifra difícilmente alcanzable dada la escasez de suelo edificable. Quizá llame especialmente la atención que el precio medio de esas viviendas sería la nada despreciable cifra de 350.000 euros.

En segundo lugar, y vinculado con lo anterior, no se puede obviar el efecto inflacionario que produce la atracción de capitales y de residentes con un poder adquisitivo muy por encima de la media. No podemos confiar en que el llamado «efecto derrame» vaya a convertir en prósperos a los ciudadanos de a pie, por el hecho de la llegada de unos capitales que, en muchos casos, van a ser invertidos precisamente en activos inmobiliarios, cuando es la vivienda la partida con mayor peso en el presupuesto ciudadano. El lugareño medio de Madrid va a pagar, no sólo el pan y su café matutino mucho más caros, sino también su vivienda, sin que su poder adquisitivo se vea incrementado en una proporción ni remotamente cercana.

A esto se podrá objetar que el gobierno madrileño fomenta el crecimiento endógeno de la población, con ayudas a la maternidad vinculadas a largos periodos previos de residencia, y que baja los impuestos.  Así, mientras el modelo de gobierno socialista opta por estrangular la economía con topes a los precios del alquiler, que reducen instantáneamente la oferta, y disparan los precios de aquellos alquileres a los que tienen acceso las capas más humildes de la población, el modelo madrileño opta por incentivar la oferta del mercado de arrendamiento. No todo es malo, sin duda.

La gran duda es si todas esas medidas serán capaces de compensar el recalentamiento económico que está generando. Y si tiene sentido que lo que el gobierno entrega a los ciudadanos con una mano, en forma de ayudas, se lo quite con la otra en forma de inflación.

No olvidemos tampoco que el modelo de atracción de rentas altas ya se implantó en otros territorios, como Portugal, y ha sido derogado por inflacionario. Algo similar ocurre con el proyecto de derogación, en España, del llamado «Golden visa», que otorga el permiso de residencia a aquellos extracomunitarios que inviertan más de 500.000 euros en España. No olvidemos tampoco que las cerca de 90.000 viviendas que, cada año, se venden a extranjeros, podrían alojar a más de 300.000 personas, el equivalente a la población de Bilbao.

Todo esto pone de manifiesto que la derecha gestiona la economía con una cultura de la «burbuja», que no hace sino propiciar que las crisis venideras sean más severas. Al mismo tiempo, se conforma un modelo de urbe tercermundista, con enormes acumulaciones de población, inflación desorbitada y grandes bolsas de pobreza. No parece que los madrileños vayan a atar a sus perros con longanizas.

Gonzalo J. Cabrera, Círculo Cultural Alberto Ruiz de Galarreta (Valencia).

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