LUDWING VAN BEETHOVEN - ELYSIUM - DOSCIENTOS (200) AÑOS DE LA NOVENA SINFONÍA “ODA A LA ALEGRÍA” | Oxígeno Digital
Roberto Ossio Ortube
11/05/2024 - 23:09

LUDWING VAN BEETHOVEN - ELYSIUM - DOSCIENTOS (200) AÑOS DE LA NOVENA SINFONÍA “ODA A LA ALEGRÍA”

Ningún compositor clásico ha podido superar la genialidad del atormentado talento de LUDWING VAN BEETHOVEN, puesto que el revolucionó la música al dotarla de un carácter universal, donde el compositor transmitía un claro mensaje a su auditorio, con ímpetu y belleza.

Ludwing Van Beethoven es aclamado a la conclusión de la Novena Sinfonía estrenada el 7 de mayo de 1824. (Ilustración de Mary Greenwalt , inserta en el libro Opal Wheeler. BEETHOVEN EL SACRIFICIO DE UN NIÑO. Buenos Aires. Ediciones Anaconda. 1946.)

Ningún compositor clásico ha podido superar la genialidad del atormentado talento de LUDWING VAN BEETHOVEN, puesto que el revolucionó la música al dotarla de un carácter universal, donde el compositor transmitía un claro mensaje a su auditorio, con ímpetu y belleza.

Para el genio sordo, debió ser una cruel ironía y un tormento insoportable, tener que aceptar que no podía escuchar nada, sólo podía imaginar en su mente los ritmos y los acodes de sus creaciones, plasmándolos rápidamente con atropellada velocidad.

Igor Stravinski al hacer referencia de Beethoven, afirmó que, para tener cierto tipo de consciencia del sonido, este apretaba con desesperación entre los dientes una varilla de madera para presionarla sobre la superficie accesible del piano, para percibir, aunque sea, las mínimas vibraciones de las teclas y las cuerdas del piano.

Por ello, su misantropía lo llevó a alejarse del mundo, tratando de encontrar un derrotero silencioso a su conflictuada vida, ya de por si con muchas carencias y dramáticos momentos que lo habían marcado para siempre.

La idea de la Sinfonía Novena rondaba su mente desde mucho tiempo antes de su estreno el 7 de mayo de 1824, integrar voces operáticas por primera vez a una pieza musical sinfónica, utilizando un poema donde se trata de vindicar el entendimiento, la libertad y la fraternidad universal.

Opal Wheeler en su obra BEETHOVEN EL SACRIFICIO DE UN NIÑO señala lo siguiente:

“Al correr de los años, el gran compositor solitario ya no pudo tocar para la gente de Viena, porque no podía oír los más leves sonidos. Sus sufrimientos le habían dado la fuerza de un roble, y su largo cabello se había puesto enteramente blanco.

Una noche, después de terminar su sencilla comida en la posada, se sentó en un rincón, fumando su larga pipa con los ojos cerrados, mientras los últimos trozos de la Novena Sinfonía nacían en su mente extraordinaria” (Wheeler. 1946. Pág. 139)

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Esta sinfonía tiene cuatro partes:

La primera Allegro non tropo, es como el anuncio lento, misterioso y vibrante de algo que se acrecienta de manera formidable, dramática, como una premonición. La segunda, el Molto Vivace, es frenético y con ritmo vivo y cautivante, como la afirmación de algo definitivo y consumado frente a la vida, es el destino aceptado. El tercero el Adagio molto cantábile, pausado y sentimental, como una retrospectiva final a todo lo vivido por el compositor en su vida personal.

El cuarto movimiento final, es el más conocido, allí se encuentra la “Oda a la Alegría” escrita por Frederick Schiller. Cuyas letras principales son las siguientes:

Freude, schöner Götterfunken,
Tochter aus Elysium,
Wir betreten feuertrunken,
Himmlische, dein Heiligtum.
Deine Zauber binden wieder,
Was die Mode streng geteilt;
Alle Menschen werden Brüder,
Wo dein sanfter Flügel weilt.

 

Freude, schöner Götterfunken,
Tochter aus Elysium,
Freude, schöner Götterfunken!

 

¡Alegría, bella chispa divina,
hija del Elíseo!
¡Penetramos ardientes de embriaguez,
¡Oh celeste, en tu santuario!
Tus encantos atan los lazos
que la rígida moda rompiera;
y todos los hombres serán hermanos
bajo tus alas bienhechoras.

¡Alegría, bella chispa divina,
hija del Elíseo!
¡Alegría, bella chispa divina!

 

Quizás su carácter tan diferente hace de esta obra tan singular, como una de las más impactantes, puesto que aparte de los instrumentos de la orquesta, intervienen dos tenores y dos sopranos junto a un coro que deben luchar por imponerse entre ellos, de forma dramática, pero con absoluta belleza y precisión.  La emoción que logra en algunos momentos llega hasta puntos muy altos, podemos decir sin exagerar, sublimes. Este Finale, tiene su culminación en una de los mejores finales sinfónicos, donde el oyente que conoce de esta música, queda con un nudo en la garganta por la fuerza emotiva que parece decirnos que esta es la obra cumbre y al mismo tiempo, la despedida definitiva del maestro.

Sin embargo, esta creación no estuvo lejos de los problemas, el mal genio del compositor, acrecentado por la sordera hicieron que los ensayos fuesen tormentosos, suspendiéndose muchas veces, o, por otro lado, los cantantes no podían llegar a las notas que exigía imaginariamente el genio.

Pese a ello la obra se estrenó, en Viena, en el Teatro Karnnertor, ante un lleno total y una impaciente audiencia que aguardaba después de una ausencia de más de cuatro años del compositor nacido en Bonn. El concierto se llevó adelante con grandes expectativas. Se sabe que, al estar sordo, Beethoven deambuló por el escenario y parado pretendía dirigir con aspavientos frenéticos a los músicos, sin percibir sonido alguno de la orquesta y cantantes. El director Michael Unlauf, dio instrucciones categóricas a los músicos de ignorar a Beethoven y seguirle a él, sin agraviar al compositor, quien estaba a su lado durante toda la interpretación.

Al terminar, una ovación estalló a sus espaldas, pero el maestro no podía escuchar, es allí cuando la cantante Caroline Unger, lo hizo volver suavemente para que viera el auditorio, Beethoven saludó con los ojos empañados en lágrimas en agradecimiento a la lluvia de aplausos que se le prodigaba.

La influencia de esta obra a trascendido el tiempo, en diversas formas. Cientos de interpretaciones de orquestas alrededor del mundo han dado su propio toque, sin embargo, las más notables son a criterio del suscrito escritor de los siguientes directores: Herbert Von Karajan, Leonard Bernstein, Claudio Abbado y Otto Klemperer, esta última un poco más parsimoniosa y lenta, pero de gran calidad. No descartemos el trabajo en sintetizadores de Walter Carlos (Wendy Carlos) para la película La Naranja Mecánica de Stanley Kubrick.  

Y hablando de cine, este no se quedó atrás, la novena sinfonía es usada en diversas películas cada una con su propio motivo. Stanley Kubrick en la ya mencionada adaptación de la Naranja Mecánica, donde Alex de Large interpretado por Malcom McDowell tenía como pasiones: la ultra violencia, el sexo y la novena sinfonía. O el brutal y corrupto policía Stansfield interpretado por Gary Oldman en El Profesional, que prepara sus actos más abyectos escuchando los acordes la novena. O en Duro de Matar, el villano interpretado por Alan Rickman, elaboraba sus fechorías al ritmo de esta obra. El clímax de la película biográfica de Beethoven Amada Inmortal de 1994 dirigida por Bernard Rose donde el mencionado Oldman interpreta al músico, culmina su argumento en el estreno de la Novena Sinfonía.

Cualquiera sea la motivación, esta obra es una de las más interpretadas y quizás una de las más célebres (sino la mayor) de la música clásica. La búsqueda de ese Elyseum, de paz, entendimiento y amor fraternal de la Humanidad. Podemos cerrar este artículo con las palabras finales del libro de Wheeler:

“Y así es como el músico más grande de todos los tiempos, nacido en una fría buhardilla, y que pasó su vida deseando alegría y felicidad, pudo dar a los hombres, a ti y a mí, desde el mundo insondable de su genio, que la sordera cerró a los ruidos exteriores, el mensaje de consuelo, júbilo y alegría, que perdurará por los siglos de los siglos” (Wheeler. 1946. Pag. 142)

BIBLIOGRAFÍA

Wheeler, Opal. BEETHOVEN EL SACRIFICIO DE UN NIÑO. Buenos Aires. Ediciones Anaconda. 1946.

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