Los once pueblos más bonitos del sur de Francia

Bella cercanía

Los once pueblos más bonitos del sur de Francia

A su proximidad con España, estas localidades destacan por su belleza medieval, sus costumbres arraigadas y por sus numerosas sorpresas.

 

 

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Aunque no existe ninguna frontera natural que lo limite con el resto del país galo, el sur de Francia tiene un carácter especial, además de un paisaje con una colección de aldeas, pueblos y pequeñas ciudades que es una auténtica delicia. Ya sea a orillas del Mediterráneo, asomándose al Atlántico o anidadas en el corazón de los Pirineos, estas localidades cautivan con su legado medieval y sus arraigadas tradiciones montañesas o pesqueras.

 

Aunque su tamaño podría indicar lo contrario, merece la pena dedicarle un día a cada una para apreciar sus iglesias románicas, murallas, torreones y plazoletas rodeadas de encantadoras casas de entramado de madera, antes de aventurarse a explorar sus alrededores marineros o salvajes. 

 

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Colliure
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Colliure

 

La célebre Costa del Coral Rojo se despliega como una extensión del Cap de Creus hacia el norte, una sucesión de antiguos pueblos marineros y colinas cubiertas de viñedos que se asoman al mar. Cervera, Port-Vendres, Banyuls de la Marenda y Colliure componen un conjunto encantador, ideal para descubrir en un fin de semana y seguir los pasos de artistas de principios del siglo XX, como Picasso o Matisse.

 

Las obras de estos y otros pintores pueden contemplarse en el Museo de Arte Moderno de Collioure. Siguiendo un breve sendero en el parque Pams, detrás del museo, se llega a La Gloriette, desde donde se disfruta de una espléndida vista del pueblo, con el puerto construido en los años 70 y la iglesia de Notre-Dame-des-Anges, una estructura reducida a una pintoresca torre que emerge del mar como un faro.

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Prats-de-Mollo-La-Preste
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Prats-de-Mollo-La-Preste

Emplazado a apenas 13 kilómetros de la frontera con España (al otro lado espera Camprodon y su valle homónimo), este pueblecito es una auténtica joya medieval inesperada y encajada en plenos Pirineos. Aunque a simple vista, las fachadas que miran al río Tec parecen modernas, realmente recogen un casco histórico repleto de callejuelas medievales y empedradas.  

El imponente Fuerte de Bellegarde, una antigua fortaleza construida en el siglo XVII para proteger la frontera entre Francia y España, domina el paisaje desde lo alto de una colina cercana. Su visita permite explorar sus muros fortificados y disfrutar de vistas panorámicas impresionantes de los alrededores, mientras que se aprende sobre la historia militar de la región. La guinda a la visita a esta localidad es su balneario local, donde se disfruta de una de las aguas termales más destacadas de la cordillera. 

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Castelnou
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Castelnou

Como toda hipérbole medieval que se precie, Castelnou es lo que sucede debajo de un castillo. Y ojo, que no se trata de una fortaleza cualquiera. Aquí se fundó un vizcondado homónimo que llegó a ser uno de los más importantes de todo el Rosellón. Pero, más allá de su monumento principal, lo más notable de esta localidad es cómo sus callejuelas parecen querer revivir aquella época gloriosa. 

 

No en vano, su casco antiguo de Castelnou es un laberinto de calles empedradas y casas de piedra. Sus estrechas callejuelas serpentean entre encantadoras casas de entramado de madera y acaban desembocando en la iglesia del pueblo, dedicada a Sainte-Marie, una obra maestra de la arquitectura románica, con sus imponentes muros de piedra y su elegante campanario. En su interior, el asombro exterior se completa con unos impresionantes frescos románicos. 

 

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Céret
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Céret

Conocido como el pueblo de las cerezas y situado a pocos pasos de la frontera gerundense y de los puertos de montaña que en el pasado fueron testigos del paso de miles de exiliados republicanos, este luminoso pueblo encantador alberga una plaza sombreada y calles empedradas que cobijan un animado mercado. Además, sorprende con un Museo de Arte Moderno inesperado, fundado en 1950 y que expone obras de Chagall o Picasso, entre otros artistas reconocidos.

 

Una vez se deja atrás la visita a este museo, esperan las calles empedradas que conducen hasta el Puente del Diablo, construido entre 1321 y 1341 sobre el río Tec, la iglesia románica de Saint-Pierre del siglo IX y las antiguas Puertas de España y Francia. En la plaza Picasso se encuentra la Fuente de la Sardana, que rinde homenaje a la obra La Sardane de la Paix de Picasso, realizada en Céret.

Villefranche-de-Conflent
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Villefranche-de-Conflent

Ubicada en las puertas del Parque Natural de los Pirineos Catalanes, Villefranche-de-Conflent es una de las localidades más emblemáticas de la Cataluña Norte, gracias a su proximidad al monte Canigó y al monasterio románico de Sant Miquel de Cuixà, cuyo claustro original se exhibe en el museo The Cloisters en Nueva York.

 

Las fortificaciones del siglo XI ordenadas por el conde de la Cerdanya se ampliaron en el XVII bajo los planes de Vauban, el arquitecto militar que reforzó el perímetro francés con fabulosos complejos que ahora son Patrimonio de la Humanidad. Se recomienda ascender al Fort Libéria para disfrutar de las vistas sobre el valle del río Têt y luego regresar a la ciudad a través del túnel de 1853, que cuenta con 800 escalones. Para explorar los alrededores, una excelente opción es tomar el Tren Amarillo (jaune) que atraviesa la Cerdanya francesa.

 

Mirepoix
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Mirepoix

Mirepoix, ubicado en pleno recorrido por el País Cátaro, se encuentra en el centro del triángulo formado por las históricas ciudades de Foix, Carcassone y Toulouse. Es una ciudad bastida, planificada con cuadrículas de calles estrechas, una plaza central porticada con fachadas de madera entramada y un pequeño canal en las afueras. Entre los edificios más emblemáticos de su época medieval destacan la Casa de los Cónsules y la Catedral de Sainte-Maurice.

 

 

RENNES-LE-CHÂTEAU
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Rennes-le-Château

Rennes-le-Château encierra un misterio que justifica una parada en la ruta por el territorio cátaro. Esta zona, poblada hace más de 3.000 años, ha sido escenario de conquistas desde ambos lados de los Pirineos, persecuciones cátaras e incendios. Su fortuna cambió en 1885 con la llegada de Berenger Saunière, quien estableció su parroquia aquí y al reconstruir la iglesia, descubrió unos manuscritos bajo una columna carolingia que cambiaron misteriosamente el destino del pueblo y la vida del abad, quien comenzó a frecuentar la alta sociedad.

 

Se especula que este hallazgo podría haber descubierto evidencia de que María Magdalena fue la esposa de Jesucristo, tuvo descendencia con él y pasó sus últimos días en el sur de Francia. La visita al pueblo incluye la iglesia, así como los edificios y jardines construidos por el abad.

 

 

Ainhoa
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Ainhoa

Al norte de Zugarramurdi, el pueblo maldito de Navarra, el País Vasco francés despliega un tapiz de prados, bosques y encantadores pueblos como Ainhoa. Esta bastida, característica de Aquitania y Occitania entre los siglos X y XIII, está rodeada por murallas y planificada como un tablero, con casas de tamaño similar y pequeños pasajes donde se acumula el agua. Lo más destacado de Ainhoa son sus edificios de muros blancos con entramado de madera pintado de rojo, y la iglesia de Notre-Dame de l'Assomption.

 

 

 

saint bertrand de comminges
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saint bertrand de comminges

Situada en una colina escarpada al sur de Aquitania, esta encantadora localidad es un baile constante entre el pasado y el present, dos tiempos que conviven  en una atmósfera mágica. El centro histórico de Saint-Bertrand-de-Comminges es un laberinto de calles empedradas y casas de piedra centenarias. Su pieza central es la majestuosa Catedral de Sainte-Marie, una obra maestra del arte románico que domina el horizonte con su imponente presencia. Dentro, sorprenden sus detalles, sus vitrales y unas dimensiones que se adelantan al gótico. 

 

Junto a la catedral se encuentra la antigua ciudad episcopal, un conjunto de edificios religiosos y residenciales medievales. Entre ellos destaca el Palacio de los Obispos, una elegante mansión renacentista que ahora alberga un museo dedicado a la historia y el arte local. Todo ello acompañado de unos jardines donde el visitante pasea con una parsimonia obispal. 

 

 

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San Juan de pie de puerto

Donibane Garazi, conocida como Garazi, es una encrucijada desde su fundación a finales del siglo XII. Su nombre en francés y castellano describe su ubicación geográfica: al pie del puerto de Roncesvalles, el paso de montaña que conecta la vertiente norte pirenaica con la sur, ya en tierras navarras. Saint-Jean-Pied-de-Port, la última etapa francesa del Camino de Santiago y también una parada en la Ruta Transpirenaica, atrae a peregrinos y excursionistas. Entre los puntos de interés del pueblo se encuentra la Puerta de Santiago, la iglesia gótica del siglo XIV y el camino de ronda de las murallas. Para disfrutar de sabores y aromas auténticos, nada como visitar el mercado de productos agrícolas y artesanos que tiene lugar los lunes.

 

 

Ghetary
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Ghéthary

El Atlántico es la calle principal de Guéthary, la Getaria francesa. Esta villa, la más pequeña de la costa de Aquitania, fue un activo puerto pesquero y ballenero desde el siglo XI hasta el XIX. Aunque hoy en día los muelles y rampas parecen modestos, en su día fueron vitales para la economía local. La plaza central de Guéthary es el corazón del pueblo, donde se congregan tanto los residentes como los visitantes, especialmente cuando se juegan partidos de pelota vasca. Fuera del núcleo urbano, Guéthary es conocida por sus dos olas legendarias, un desafío irresistible para surfistas de todas partes.