El rostro de Cristo - Ficción y realidad - A la búsqueda de huellas en el Oriente
 

Ficción y realidad –

A la búsqueda de huellas en el Oriente

Desde la época de la primitiva cristiandad existen tradiciones orales y escritas que hablan de un velo con el rostro de Jesucristo. Velo de Camulia, Mandylion, Acheiropoíetos, Verónica o Volto Santo... toda una serie de nombres llenos de misterio, que en parte también se aplicaron a iconos tempranos, dificulta la búsqueda de huellas en documentos, leyendas y en la literatura. A ello hay que añadir que después de la Resurrección, en el sepulcro se encontraban diversos paños, pues Juan –además de los lienzos, en plural– menciona también expresamente un sudario enrollado (o plegado, en griego: «entylisso»), en su evangelio sobre la Resurrección:

«Se inclinó y vio allí los lienzos caídos, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos caídos, y el sudario que había sido puesto a su cabeza, no caído junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en su sitio» (Jn 20, 5-7).

Aquí no se menciona que dichos paños tuvieran imágenes. Si se hubieran mencionado, se habría puesto en peligro la existencia de los paños en la Jerusalén judía; en primer lugar, porque materiales extraídos de sepulcros estaban considerados como extremadamente «impuros», de acuerdo con el mandamiento judío de pureza; en segundo lugar, porque esas imágenes parecían atentar contra la prohibición judía de fabricar imágenes.

Lo que se refiere a continuación se limita a las fuentes procedentes de casi dos mil años de historia relacionadas con el sudario de Manoppello; algunas de ellas se ponen en relación con el sudario porque este presenta un formato más manejable (24 x 17,5 cm) que la Sábana Santa de Turín (437 x 111 cm).

Es de suponer que la Virgen María, tras la muerte de Jesús, llevó consigo la Sábana Santa a Éfeso. En un texto procedente de Georgia, del siglo VI, se dice que María recibió de manos de Dios una imagen con el bello rostro de su Hijo, surgido sobre un paño del sepulcro, y que Ella lo extendió hacia el oriente para rezar.

Según diversas leyendas, a manos del rey Abgar V de Edessa (4 a.C. - 7 d. C. y 13 - 50 d. C.) llegó un paño con un retrato de Cristo. La historiografía relata que dicho paño estuvo durante 400 años en Edessa (situada en la actual Turquía). Durante el cerco de la ciudad por los persas, en 544, fue extraído del lugar donde se escondía, en un muro, lo cual produjo la victoria de Edessa.

Desde entonces, en el Imperio Bizantino, el retrato se denominaba Mandylion («Mindil», paño en árabe) o también Velo de Camulia, después de que se llevase desde allí a Constantinopla en 574.

En el siglo VI se relataba que en Menfis (Egipto) existía un lienzo en el que Jesús había dejado una imagen de su rostro, cuando se limpió con él. Que apenas podía verse porque cambiaba continuamente, propiedad esta que recuerda el sudario de Manoppello. Exactamente en esta región egipcia se descubrieron a finales del siglo XIX numerosas imágenes en momias, que están consideradas como precursoras de los iconos.

En 586, Theopylaktos Simokates describió el paño como arte divino, sin participación de la mano de un tejedor ni de las pinturas de un pintor.

En su obra histórica, Evagrius Scholasticus describió la imagen de Cristo de Edessa, hacia 594, como «imagen creada por Dios, no obra de manos humanas»; el Velo de Camulia fue denominado también Acheiropoíetos («no hecho por manos humanas»).

En los años comprendidos entre 574 y 700, aproximadamente, el Acheiropoíetos fue el estandarte oficial del Imperio Bizantino; servía para motivar a las tropas en las campañas militares.

A finales del siglo VII y comienzos del VIII, el Velo no estaba ya seguro en Constantinopla y fue llevado a Roma. Allí fue denominado «Verónica»; desde 1204, la reliquia se conserva en el Vaticano.

Dante Alighieri (1265-1321) mencionó la efigie auténtica, la «Vera Icon», en su «Divina Comedia».

Qual è colui che forse di Croazia
viene a veder la Veronica nostra,
che per l'antica fame non sen sazia,
ma dice nel pensier, fin che si mostra:
'Segnor mio Iesù Cristo, Dio verace,
or fu sì fatta la sembianza vostra?

Igual que aquel que acaso de Croacia,
viene por ver el paño de Verónica,
a quien no sacia un hambre tan antigua
mas va pensando mientras se la enseñan:
«Mi señor Jesucristo, Dios veraz,
¿de esta manera fue vuestro semblante?»

También los siguientes versos parecen hacer referencia a dicha efigie:

Dentro da sé, del suo colore stesso,
mi parve pinta de la nostra effige,
per che ´il mio viso in lei tutto era messo.

Dentro de sí, pintado en el mismo color,
se me apareció nuestra efigie,
en la que descubrí mi rostro dentro del suyo.

Esta cita permite interpretar en una luz completamente nueva los siguientes versos del Himno de la Perla (Actas de Santo Tomás, 1ª mitad del siglo III, cerca de Edessa), en el que se trata el motivo del hijo pródigo:

«Escrito con almagre sobre tejido chino, brillando ante mí con su aspecto»

y
«como si fuera un espejo,
vi de repente el vestido sobre mí,
lo vi enteramente sobre mí,
me vi y me reconocí a través suyo;
habíamos estado separados,
de nuevo éramos lo mismo».

Ignorando que a contraluz desaparece la imagen del sudario, Martín Lutero acusó en 1545 a los Papas de presentar a los peregrinos, como Verónica, sencillamente un «paño claro».

El rey Abgar V, E. Ballerini, 1940
Detalle de un fresco de Benozzo Gozzoli (hacia 1450), iglesia de SS. Domenico e Sisto, Roma
Icono ruso, iglesia de Santa Verónica, Via Dolorosa, Jerusalén
Salvador, Andrej Rubljow, años 10 del siglo XV
Ilustración de un manuscrito de la Divina Comedia, Venecia 1390